First we take Manhattan, then we take Berlin


Yo quería que pasara algo, y algo pasó. Por supuesto, las cosas nunca pasan como uno las espera, pero eso es parte de la gracia (algún día se la encontraré). Pero el hecho es que necesitaba que pasara algo que me sacara del rincón donde me había quedado varada, y ha pasado... han pasado un montón de cosas... están pasando un montón de cosas...

Estas últimas ocho semanas han sido particularmente intensas, incluso para la vida guatemalteca. Siento que hay muchas cosas todavía por venir, pero también que he hecho muchas cosas por última vez. El pasado y el futuro se han cruzado un instante que ha durado una eternidad, como en una casualidad que casi tuvo lugar...

Los grandes períodos no empiezan siempre inmediatamente después de que otros acaban, en muchas ocasiones hay un tiempo gris, de superposición, de cambio. Tiempo en el que las cosas se redimensionan, se estiran y se encogen y se recolocan dentro de la constelación de la propia vida. A veces pasa sin que uno se de cuenta, y otras, de tanto intentar ver los cambios suceder, éstos no suceden nunca... igual que la noche de Reyes, en la que parece que uno no se dormirá nunca, y parece que la mañana siguiente no llegará nunca, como si estuviera a un millón de años luz. Y entonces, en un momento, uno cierra los ojos y no los abre hasta que el sol entra por la ventana, y las mariposas vuelven al estómago.
Ha sido un largo período intentando quedarme dormida.
Pero ya me he despertado.
Ya no soy un cabo suelto.




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