Un cuento para Filomenita...


...que anda preocupada porque estoy lejos y me lee de mal ánimo.
A veces los días no son de vino y rosas, sino de cerveza caliente y coliflores.

Érase una vez una niña ni muy alta ni muy baja, ni muy rubia, ni muy morena, que tenía muy malas pulgas y muy poca paciencia, pero mucha imaginación y mucha ilusión.
La niña vivió una infancia feliz entre gamos y unicornios que se movían por las terrazas de los edificios tan grácilmente como por entre las ramas de un frondoso bosque del norte de Europa, y viendo viajes maravillosos en la caja tonta, soñando con espadas de plástico y emociones bajo el sol del desierto. Aprendió rápido la diferencia entre la fantasía y la mentira, pero la línea que las separa en la práctica siempre le quedó un poco más allá de lo que la mano alcanza. Aunque lo siempre lo compensó mirando de una manera peculiar el mundo que la rodeaba, como intentando distinguir la realidad de la farsa.

Un buen día, la niña llegó al grifo del baño, y al día siguiente, se dió cuenta de que era tan alta como su madre. En algún momento, decidió que ella nunca sería como los demás... y eso, piano piano, la llevó a pensar que quería ver el mundo, aunque fuera sólo para comprobar si las personas eran tan extrañas en todas partes como en su casa...
Siguió el camino que le marcaban sus pies uno detrás de otro, sin escuchar nunca sus propios consejos, porque los consejos se hicieron para no ser seguidos. En muchas ocasiones, sin pararse a escuchar sus propias ideas, pero siguiendo siempre un instinto que a veces, la metió en extraños líos, de los que siempre cayó con las patas en el suelo, como un gato.

Aprendió muchas cosas mientras caminaba, porque no siempre miraba al suelo. Aprendió a distinguir a las personas de un sólo vistazo, a escuchar aunque no lo pareciera, a aceptar las consecuencias de sus propios actos, y a no a hacer lo que no estuviera dispuesta a aceptar. Aprendió que no es oro todo lo que reluce, y que quien a buen árbol se arrima no siempre es una buena política. Pero no aprendió nunca dónde empieza el engaño y termina la fantasía.
Aprendió a medir el tiempo en ciclos que se abren y se cierran, y fue reconociéndolos uno a uno, mientras se abrían y cerraban, mientras se enganchaban unos con otros en una cadena infinita de horas, días, meses, años, siglos...
En cada uno de esos ciclos, fueron cayendo las grandes verdades que había asumido cuando era pequeña, y el mundo se convirtió en un lugar cada vez más relativo y enigmático. Hasta que al final, sólo quedó una gran verdad. Resplandeciente, inmaculada y firme, igual que el primer día que la había entrevisto entre cortinas de humo. Brillante pero cálida. Absolutamente hermosa.
La niña guardaba esa última gran verdad junto con los momentos perfectos; aquel instante en el que el tiempo se había parado, aquel rayo de sol iluminando un sueño sobre la mesa, aquella mano que se había ofrecido en la oscuridad, aquella sonrisa radiante, aquella visión secreta.
Durante mucho tiempo, la niña se dormía reposando dulcemente la cabeza sobre el pensamiento de esa gran verdad.
Una noche, la niña se durmió como todas las noches, pero durmió un sueño especialmente profundo y lleno de malos sueños. Por la mañana, cuando se despertó, al mirar a su alrededor, descubrió que la última gran verdad, en realidad, nunca había sido diferente de las demás, y que como todas ellas, había desaparecido al completarse el último ciclo. Y se levantó de la cama y supo que ya no quedaban grandes verdades, y que todas ellas no eran sino hermosos recuerdos, al igual que los momentos perfectos. Y que el más grande de los ciclos había terminado.

La niña, que después de este descubrimiento ya no era tan niña, lloró amargamente por su gran verdad perdida, lloró por todas las desilusiones del mundo, como sólo saben llorar las niñas que han tenido una feliz infancia entre gamos y unicornios; pero antes de que la habitación se llenara de lágrimas que formaran un mar, levantó la vista y se vió en un espejo. Y sólo entonces, pudo tocar con los dedos la línea que separa la fantasía de la mentira, y descubrió que corta como un cuchillo.

Entonces, se enjuagó las lágrimas, que casi le llegaban ya por los tobillos y decidió muchas cosas, una detrás de otra, hasta que apenas quedó nada de todo aquello que había rodeado la gran verdad. Mientras las últimas lágrimas se secaban en el suelo, se levantó y miró por la ventana, donde la vida empezaba un nuevo ciclo. El mundo, era completamente distinto ahora, no tenía caminos ni certezas de ningún tipo. Y se sonrió, y ya nunca más echó de menos el peso de la llave con la que antes había guardado las grandes verdades.

Ése mundo en el que había que comprobar si las personas eran todas iguales, seguía esperando fuera de las puertas de la casa.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
!Ay Lilith! Me has hecho llorar con tu cuento.....cuantas cosas....cuantos recuerdos. Me alegro de haberte procurado una infancia feliz, dentro de lo que cabe....porque feliz, feliz, ya sabes, no se ese nunca. De lo que si podeis estar seguros tanto tu hermano como tu que lo hemos hecho lo mejor que sabiamos y podiamos, lo que no podeis dudar nunca es que dariamos mil vidas que tuviéramos por vuestra felicidad.... Eso, cuando seas madre lo entenderas bien. Te quiere muchísimo . Filomenita
Lilith ha dicho que…
Querida Filomenita,
nada más lejos de mi intención que hacerte llorar. Se es feliz a ratitos, a veces hasta cuando no lo parece. Siempre que pase por Argüelles me acordaré de aquella vez que no podíamos subir, igual que siempre que hablo de religión acabo pensando en Filomenito.
Lo mejor que podíais ha sido más que suficiente, doy fe, aunque a veces haya sido muy difícil.
Por todo eso, y porque sé que os preocupais incluso aunque no debais, quiero que sepais que estoy bien, distinta, pero muy bien.
Más Lilith que nunca.
Un millón de besos
Anónimo ha dicho que…
Jo, que ahora voy a llorar yo...
Lilith ha dicho que…
Lloremus.
Pero la vida es bella!!!
Anónimo ha dicho que…
Jo, a mí, insensible reconocido y denostado, también me ha conmovido tu relato, Lilith. (Y he de decir que, aparte del fondo, me ha gustado mucho la forma. ¡Qué artista estás hecha, hombre ya!)
Lilith ha dicho que…
Hm, gracias majo!! En fondo y en forma...

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