Siete de diciembre, un metro.

Siempre pienso (medito, reflexiono, examino, disecciono) en los medios de transporte. Siempre se me ocurren las cosas que no debería decir, o las que tengo de decirle a alguien, las cosas que contar, o las que tengo (imperativo, I MUST, ICH MUSSE, DEVO) que escribir en el blog. A veces no, a veces me dedico a observar a los demás y a intentar extraer alguna conclusión general de la vida. Trabajo inútil, pero que recrea... eso lo hago cuando llevo música y voy vocalizando las letras (porque cantar, yo sólo canto ya debajo de la ducha, donde el agua impide que me oiga bien. Reconozco que esta mañana lo hice porque estaba de buen humor.)


El caso es que ahora, y por segunda vez gracias a S, puedo anotar lo que se me ocurre en estos medios de transporte, bajo la discreta mirada de soslayo que me dirige mi eventual compañero de asiento, que probablemente intenta descifrar si escribo una novela (interesante), mi diario íntimo (aún más interesante) o la lista de la compra (carente por completo de interés). Decepcionémosle pues:


  • suavizante para la lavadora

  • lechuga y tomate

  • una barra de pan (en toda bolsa de la compra que se precie)

  • té verde (que es buenísimo para todo)

Efectivamente ha dejado de mirar de soslayo. Está bien, no le culpo, yo haría lo mismo. En realidad, escribo todo esto porque se me olvidó el libro en casa, que siempre se puede leer por encima del hombro ajeno de forma mucho más cómoda, absorto como está quien lo lleva por su lectura.


Da igual cuán lejos me vaya, y aunque viva al lado del trabajo, me gustan los trayectos en metro. Los mismos bostezos todas las mañanas, y todo un muestrario de humanos a nuestra disposición para estudiarlos...


...aunque a veces ocurren cosas inquietantes. Se me ocurrió en el último trayecto, que en realidad, hace mucho mucho tiempo que tomé mi decisión. Sería incluso capaz de precisar cuándo la tomé. Está en mi interior, tomada, tan reluciente como cuando se me ocurrió como la solución a un problema. E inconscientemente, sigo sus consecuencias... intento acercar y alejar a la gente de mi en función de aquella decisión, sin darme cuenta de por qué lo hago, como si hubiera olvidado aquel momento.
Aunque tal vez, sólo tal vez, alguien recuerda por mi que la tomé.
Alguien que se queda en la sombra, sin salir.
O tal vez no.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Por algo se deben llamar "medios de tranporte", será para que uno ¿discurra?, ¿medite?, ¿se eleve? Alguien debe poner a la gente ahí para hacer experimentos, si alguien tomara nota en una libreta, yo también miraría...
reuben
Lilith ha dicho que…
Ahora que dices lo de elevar, en los ascensores también se me ocurren cosas... será el movimiento?
Yo siempre miro lo que hacen y sobre todo, lo que leen los demás, es el vicio de la hora punta. Ah, se aprenden tantas cosas observando a las personas...

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