Lo que pasó en el frío
Me fui a comprobar si algo olía a podrido en Dinamarca y a quitarme la espinita de cuando vivía en Alemania... y logré las dos cosas. No detecté que nada oliera a podrido (aunque en puridad para esto habría debido ir a Frederiksburg y no pude ir, quedaba lejos), y me he quitado la espina! Dinamarca ha pasado la prueba.
Llegamos el viernes cortesía de Ryanair y con una puntualidad nunca vista, en un vuelo que resultó estar lleno de españoles juerguistas y grupos de amigos. Por supuesto, al salir, corrimos todos a recoger el coche alquilado, y luego tardamos media hora todos en encontrarlo... es más, creo que llegamos todos a la vez a CPG... pero que quede claro, que no hicimos carreras por la carretera.
Nuestro primer contacto con la simpatía de los daneses fue una gasolinera donde cenamos, y donde la mujer nos explicó la historia de las patatas fritas con aire... Muy buenas, por cierto.
Llegamos a las tantas a CPG, y encontramos el albergue sin mayores problemas. Como la fiesta a la que podíamos haber ido estaba ya muy avanzada, decidimos ir a ponernos al nivel a un bar de los que nos recomendó la chiquita del albergue, y creo que lo conseguimos, investigando los tipos de cerveza navideña y similar del lugar, y admirados de la disposición de los daneses a explicar cosas, después de que una pareja nos hiciera el tour gastronómico y barístico de la ciudad (llegarían a Berlín? es la pregunta que se quedó en el aire).
Al día siguiente, hicimos un poco de turismo, y personalmente, me llevé una grata sorpresa, hay muchas más cosas que ver de las que parece... la verdad es que todo el tiempo me parecía estar en Hamburgo, aunque con las casas cambiadas de sitio. La exateniense nos hizo de comparsa y nos llevó hasta la Lille Havfrue, pasando por el Kastelet, el castillo de Amalienborg (donde vimos el primer incendio del fin de semana), para dejarnos comiendo en el centro. Derrotados, tomamos la sabia decisión de ir a ver el barrio sin ley de Christiania (a ver el mercadillo de artesanía), lugar donde vimos el segundo incendio de la noche (esta vez, un contenedor). Allí, una vez que habíamos tomado la firme decisión de irnos a dormir al albergue un rato para salir por la noche, nos dirigimos a un bar, donde entre cervezas, conocimos la historia de una extraña innuit que había huido de Groenlandia porque había matado a un hombre y de pequeña cazaba un animal por determinar para comer (todo lo cual, entre aullidos, explica que se encuentre allí a estas alturas). Después, fuimos a otro bar, donde nos enteramos de los disturbios de Norrebrod (el barrio estudiantil), y vimos el tercer incendio de la noche. Animados por el encuentro (y pensando que igual nos habían quemado el coche de alquiler, pero sin querer preocuparnos hasta el día siguiente), nos dirigimos al rebautizado Golden Triangle (cualquiera sabe cómo se dice eso en danés), olvidado ya el propósito de dormir... y allí conocimos a unos suecos (Suecia está a sólo veinte kilómetros de CPG por el puente de Oresund) a los que decidimos enseñar la vida nocturna de CPG. Es decir, que acabamos todos bailando a Shakira a las cuatro de la mañana, cantando coros en diversos acentos y haciéndonos fotos con espontáneos.
El domingo lo habíamos reservado para planes variados; ver lo que nos quedase de CPG o irnos pronto para parar en Odense, pero decidimos que era mejor ver algo de CPG, lo cual supuso una visita al cementerio donde están H.C. Andersen y S.Kierkegaard con toda su familia, y un par de vueltas más por el centro... que por cierto, está decoradísimo. Comimos en una minireunión CECO, nos hicimos aún un buen par de fotos haciendo en ganso, y llegó la hora de recoger velas, para irnos corriendo a Billund para montarnos en el avión, y en Madrid, corriendo a coger el bus para llegar a Legio VII, en un viaje alucinante de más de dos mil kilómetros.
Resumen:
Llegamos el viernes cortesía de Ryanair y con una puntualidad nunca vista, en un vuelo que resultó estar lleno de españoles juerguistas y grupos de amigos. Por supuesto, al salir, corrimos todos a recoger el coche alquilado, y luego tardamos media hora todos en encontrarlo... es más, creo que llegamos todos a la vez a CPG... pero que quede claro, que no hicimos carreras por la carretera.
Nuestro primer contacto con la simpatía de los daneses fue una gasolinera donde cenamos, y donde la mujer nos explicó la historia de las patatas fritas con aire... Muy buenas, por cierto.
Llegamos a las tantas a CPG, y encontramos el albergue sin mayores problemas. Como la fiesta a la que podíamos haber ido estaba ya muy avanzada, decidimos ir a ponernos al nivel a un bar de los que nos recomendó la chiquita del albergue, y creo que lo conseguimos, investigando los tipos de cerveza navideña y similar del lugar, y admirados de la disposición de los daneses a explicar cosas, después de que una pareja nos hiciera el tour gastronómico y barístico de la ciudad (llegarían a Berlín? es la pregunta que se quedó en el aire).
Al día siguiente, hicimos un poco de turismo, y personalmente, me llevé una grata sorpresa, hay muchas más cosas que ver de las que parece... la verdad es que todo el tiempo me parecía estar en Hamburgo, aunque con las casas cambiadas de sitio. La exateniense nos hizo de comparsa y nos llevó hasta la Lille Havfrue, pasando por el Kastelet, el castillo de Amalienborg (donde vimos el primer incendio del fin de semana), para dejarnos comiendo en el centro. Derrotados, tomamos la sabia decisión de ir a ver el barrio sin ley de Christiania (a ver el mercadillo de artesanía), lugar donde vimos el segundo incendio de la noche (esta vez, un contenedor). Allí, una vez que habíamos tomado la firme decisión de irnos a dormir al albergue un rato para salir por la noche, nos dirigimos a un bar, donde entre cervezas, conocimos la historia de una extraña innuit que había huido de Groenlandia porque había matado a un hombre y de pequeña cazaba un animal por determinar para comer (todo lo cual, entre aullidos, explica que se encuentre allí a estas alturas). Después, fuimos a otro bar, donde nos enteramos de los disturbios de Norrebrod (el barrio estudiantil), y vimos el tercer incendio de la noche. Animados por el encuentro (y pensando que igual nos habían quemado el coche de alquiler, pero sin querer preocuparnos hasta el día siguiente), nos dirigimos al rebautizado Golden Triangle (cualquiera sabe cómo se dice eso en danés), olvidado ya el propósito de dormir... y allí conocimos a unos suecos (Suecia está a sólo veinte kilómetros de CPG por el puente de Oresund) a los que decidimos enseñar la vida nocturna de CPG. Es decir, que acabamos todos bailando a Shakira a las cuatro de la mañana, cantando coros en diversos acentos y haciéndonos fotos con espontáneos.
El domingo lo habíamos reservado para planes variados; ver lo que nos quedase de CPG o irnos pronto para parar en Odense, pero decidimos que era mejor ver algo de CPG, lo cual supuso una visita al cementerio donde están H.C. Andersen y S.Kierkegaard con toda su familia, y un par de vueltas más por el centro... que por cierto, está decoradísimo. Comimos en una minireunión CECO, nos hicimos aún un buen par de fotos haciendo en ganso, y llegó la hora de recoger velas, para irnos corriendo a Billund para montarnos en el avión, y en Madrid, corriendo a coger el bus para llegar a Legio VII, en un viaje alucinante de más de dos mil kilómetros.
Resumen:
- El suelo de CPG está lleno de guantes.
- Los nórdicos son ordenados hasta cuando queman contenedores.
- La vida nocturna de CPG es insospechadamente parecida a la de Madrid.
- Los daneses están obsesionados con los corazones.
Comentarios
P.D.: ¿Vida nocturna parecida a la madrileña? ¡Mira que estás diciendo tú mucho, eh! A ver si es porque ibais en comandita y os montabais la juerga donde os daba la gana!
P.D.2: Me has puesto los dientes largos!! :-)
No era la juerga lo que montábamos nosotros ¡¡sino los incendios!!
Podría certificar lo de la vida nocturna con los bares visitados y las cervezas catadas, pero guardo un recuerdo algo confuso de la noche del sábado... :-D