¿Una cierta tendencia autodestructiva?

Una norma es algo que merece la pena saltarse si y sólo si existe un motivo para ello. Reconozco que me encantaría que el mundo fuese como en las matemáticas, donde no merece la pena saltarse las normas (lo siento, nunca dí los imaginarios, ya tengo bastante imaginación de serie) porque las consecuencias son, como mucho, un suspenso... Pero no es él caso, el mundo es el que es (sea la realidad la que sea, que ya sabemos lo que puede diferir de persona a persona), y las normas son relativas. Y hay quien va por la vida saltando normas como en una carrera de vallas...
Pero hoy lo que me preocupan no son las normas con fuerza, las leyes (si ahora leyera esto mi profe de Filosofía del Derecho, probablemente se escandalizaría), sino las normas que de tanto cumplirse, te configuran como una persona normal o no normal.
Dedúzcase, por favor, de mi discurso, que no estoy de acuerdo con estas normas no porque me definan como persona no normal (raro, no digo diferente digo raro, que dirían Fito & co), sino porque, al igual que las modelos de IMC menor de 18 (y mayor, no te jode) estas normas crean una especie de realidad paralela que sólo genera frustración cuando se aspira a ella.
No me canso de decirlo, y sin embargo, no deja de darme miedo: la seguridad no existe.
An old man, turned 98, he won the lottery and died the next day (Alanis dixit), es un hecho que se repite, la vida cambia, la seguridad es una mera ficción que nos creamos para dormir por la noche (tras la cuarta noche en blanco, he deducido que estar esperando al destino (en senso lato) es lo que no me deja dormir)...
Y si, de tanto pensar que la seguridad es buena, es estupenda, nos drogamos con ella y no vemos la vida de verdad? Es bella la vida porque se va en cada instante? Es bella porque no está compuesta de rutinas en realidad y cada día es distinto del anterior? Y sin embargo, hay veces en que cada día es exactamente igual al anterior...
Es indecible la angustia que me asalta cuando me preguntan: y tú cuándo te compras una casa? Pero cómo me voy a comprar una casa? En nombre de Dios, para qué? Volviendo a términos económicos, el coste de oportunidad de una casa es tal, que si la comprara, no sería yo quien hubiera tomado la decisión.
Mi hogar lo compondrán un gato (Pepe) y mi biblioteca ambulante (anda que no tengo que poner ex libris estas vacaciones eternas), y no la casa donde estén metidos... porque el mundo es muy grande, y si me compro una casa, me pertenecerá una pequeña parte del mismo, pero yo, que no me conformo nunca con nada, lo quiero todo.
Por no hablar de los planes de boda... eso sí que pone los pelillos de la nuca de punta. Últimamente oigo planes de boda lo más fashion, urbana, joven y moderna posible... ¿cuándo hemos perdido el sentido del gusto? Venga ya, para emborracharse a la salud de una pareja no hace falta tanto jaleo... y si lo que quieren es casarse de blanco, que no pongan excusas baratas ni hagan bodas cutres (dícese de las que acaban en los vídeos de primera).
Pero lo que de verdad me incomoda de todo esto (que preguntas aún no me hacen, pero me las harán), es, por qué hay que ser dos para ser feliz? ¿Convicción, norma para una vida estupenda, o estúpido instinto? (La culpa es de Meg Ryan)
Me hago utterly mayor y más cínica; obviamente me harté de estar siempre enamorada del Beatle equivocado, aunque le incluiré en la colección de fotos a colocar entre mi biblioteca ambulante.

Y no obstante, cuando más convencido estás de lo que dices, siempre llega alguien a fastidiarte las teorías (verdad, arquero?) y te demuestra que al menos para él, la vida según las normas es deseable y hasta (oh, maigod) factible. Y te deja con la sensación de que después de todo, es posible que no te gusten las normas porque sí eres raro.

(Y qué hay de malo en ser raro, eh??? No contesta nadie... pues me da lo mismo, que lo sepais...)

Hay, existe la persona que, con toda la seriedad de unos ojos marrones, y todo el aplomo de que es capaz, te dice que siempre quiso una casa con niños y perros, y una adorable mujercita a su lado. No hay nada más feliz que ese cuadro, a pesar de que se parezca a las familias de los anuncios. Y cuando te lo dice, recuerdas que cuando eras pequeña, tú también dibujabas princesas que se casaban con príncipes azules, y eran felices y comían perdices... quizá es una cuestión de empeñarse en la dirección correcta o en la dirección equivocada, quizá las normas para una vida estupenda llevan de verdad a una vida estupenda a algunas personas que de verdad las observan... quizá soy una cigarra y no una hormiga, y si mi vida pende siempre de un hilo no es sino culpa mía... quizá existe algo de seguridad en este mundo y se trata de buscarla... o quizá, como la fe, es un truco que funciona a algunas afortunadísimas personas.

Personalmente, me da envidia... pero también me asusta empeñarme en una vida y luego acabar aburrida... o quizá es simplemente, una cierta tendencia autodestructiva que me lleva a no aferrarme a nada, a preparar todo en el último momento, a colgarme siempre de la persona equivocada, a empeñarme en hazañas absurdas y a andar siempre convenciendo a la gente de que arriesgue un poco para sentirse viva.

Lo peor, es que al final, todo queda en humo (Mañana por la mañana...)
Tal vez esta vez no, tal vez esta vez, cuando acabe la espera, lo logre, y viva algo que de verdad me haga cambiar y ver la vida desde otro ángulo.

Quizá acabe convencida de que las normas son buenas... pero de momento, mejor aprendo a tocar la guitarra para estar todo el verano con la barriga al sol. No me resigno a creer que el mundo sea una eterna lección de matemáticas, ni que tenga forma de fractal...

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