In a surreal hiperreal way... Desde Legio VII

El retorno.
Más difícil y más fácil de lo que esperaba.
Como cuando tienes miedo de ponerte unos pantalones viejos, pero cuando te los pones, aún te sientan bien.
Sólo que sabes que en breve, te volverás a marchar.
Ya os lo he dicho a todos, soy como un hámster, no se me puede coger cariño... siempre acabo marchándome, es culpa de Willy Fog.

¿Que cómo fueron los últimos días?
Agente fueron unos días curiosos, llenos de viajes desconfiados a la posta cargada de paquetes con cosas (pesadas, muy pesadas), pensando y cavilando cómo meter las cosas en las maletas, y con la sensación en el trabajo de que todos los días eran viernes...

¿Que como fue la despedida?
Oiga, vaya preguntas hace usted. Pues triste, como casi todas las despedidas. En soledad, como las buenas despedidas... porque cuando son otras personas las que te dicen lo triste que es una situación, no te lo parece tanto. Logré despedirme en condiciones de la cúpula de mi exparroquia, y Roma tuvo la infinita cortesía de responder mis miradas apenadas con un día de sol radiante y espléndido.
Ay, qué ciudad caprichosa y variable.
Te prometo seriamente que volveré a perderme por los callejones del ghetto y a lucir el palmito por la Via Cola di Rienzo. Pero ahora, me reclaman intereses mayores y más urgentes, y tú lo sabes.

¿Que cómo fue la llegada?
Pues no se podía esperar otra cosa: complicada, como todos mis viajes. Mire usted, yo tengo, por alguna extraña razón, el don de que los viajes resulten ser mucho más complicados de lo que eran al principio... Airmadrid decidió que era demasiado pronto para mi vuelta a España y retrasó el vuelo tres horas... yo que estaba tan contenta cuando el chico del check in me dijo que no llevaba sobrepeso (eso es que no me ha mirado usted bien las caderas, pero gracias por el piropo), se me pasó la alegría cuando me dijo que había un ligero retrasillo.... pero no te preocupes, que a mediodía os avisarán para que recojais los bonos de comida... (joé, deben estar acostumbrados...). Después de llamar a mi Muy Mejor Amigo para que me cambiase el billete (después de que le tocara cruzarse los Pirineos para ir a buscarme, no sé como me coge el teléfono los días que viajo, el pobre), me dispuse a esperar tres horazas a que saliera el vuelo... y disfruté de mi no comida, sino cutre bebida. En fin. Aprovechando la circustancia, seguí con mi obsesión malsana por el tema derechos humanos y segunda guerra mundial, y me compré Se non ora quando, de Primo Levi, además de un libro sobre la India... Mis últimos libros italianos en Italia, sniff.
Al final no se me hizo tan largo y subí al avión... que nos dijeron que iba con retraso porque había venido con retraso de Tel Aviv, excusa que hizo que todos nos volviéramos alrededor a comprobar la seguridad del bicho... claro, volamos mucho más tranquilos. Dos horas y media más tarde, aterrizamos en Barajas, y cuando pasé por delante de la flamante T4, tuve el segundo gran pálpito del día: El uapero J no está en la T2, me está esperando en la T4.
Y dicho y hecho, le llamé y me confesó que estaba en la T4... y lo peor es que mis maletas salieron casi las primeras... pero me mintió, porque no era el uapero J quien me esperaba, sino mi querido Destinatario, con quien el reencuentro fue menos poético de la cuenta porque tenía el coche mal aparcado.
Y así se cumplió el primer gran pálpito del día, aunque no os lo cuento para que no me llameis meiga... eso es otra historia y será contada en otra ocasión.
Con la mejor sorpresa que me podía esperar a mi llegada (día proverbial, curiosa casualidad entre las casualidades), entre las obras faraónicas de la capital, y con música extraña y cautivadora en lenguas incomprensibles, transcurrió la tarde surrealista a juego con la mañana. Cuánto te he echado de menos D... cuanto. No se te ocurra volver a desaparecer o me iré a buscarte. Y ya sabes que no me da pereza ir a ninguna parte, y que hay más cosas dentro del tintero que fuera.
Casi casi en la hora límite, me subí en el autobús que me llevaría a casa de mis padres, con cuatro horas de sueño por delante... por fin, con tiempo de examinar el surrealismo del día y recordando todo lo que quiere ser recordado, mientras me deslizaba tranquilamente en un sueño ligero y lleno de imágenes imposibles.

¿Y ahora?
Buena pregunta... esta semana, desharé mi mastondóntica maleta, mientras espero que lleguen los paquetes que deben llegar, arreglo asuntos pendientes y veo aumentar mis niveles de impaciencia con respecto a mi destino el año que viene... y la semana que viene, de vuelta a la capital de reino, para más reencuentros y unas vacaciones que no sé cuanto durarán... Pensando, que al final, volveré a dejarme cosas pendientes... como un pequeño ancla para asegurarme de que vuelvo.
Ah, también tengo que desmentir el rumor de que soy fotógrafo profesional después de haber estado cuatro horas haciendo fotos en el III Encuentro de Coros de la Romería de San Froilán...

PS: Viva San Judas Tadeo, que el año que viene tengo casa en Copenhagen. Ya veremos si puedo ir...

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