Donde van las cosas que no se dicen...

Todas las cosas que no te he dicho las tengo grabadas en el alma.
Todas las cosas que he visto que nunca sucederán, todas las posibles soluciones, cada una de las alternativas en cada una de las ocasiones en que por alguna razón me sentí cerca de tí, todos los gestos, los roces y las señas que no nos hicimos, pero que pudimos hacernos. Cada una de todas las oportunidades que no aprovechamos, y cada una de las que obviamos. A estas alturas sería capaz de vivir de todo aquello que nunca pasó, y sin embargo, aún tengo fuerzas para verte y calcular todo lo que me falta de tí.
Me aturdo y me pierdo constantemente en el entramado del juego. Las escenas se suceden a mi alrededor, y la realidad es como un espejo que me desorienta, busco todo el tiempo el centro del laberinto y sólo oigo murmullos ajenos, de voces que cuentan otras historias, otros sentimientos. Tengo miedo de que no haya ningún orden en nuestras escenas y de que las miradas y los gestos pierdan todo significado... ¿Qué piensas cuando me miras? ¿Por qué no puedo descifrarlo? ¿O es que no piensas en nada cuando me miras? ¿Qué te hace tan distinto de los demás que podría reconocerte entre miles, entre millones? ¿O no crees que sería capaz de ello?
Me siento dentro de un torbellino y me falta la respiración, los colores se vuelven uno solo, gris desesperado, impaciente. Tengo miedo de tí, porque desconoces el valor de tus acciones. ¿No lo ves en mis ojos, cuando te entretienes en ellos? Cada caricia, cada mirada, cada suspiro y cada respiración... te imagino, recortada tu forma contra las sombras de la madrugada y tiemblo como una hoja en otoño, incontrolablemente, porque sé que eres el viento que me arrastrará lejos de todo, hasta que pierda la consciencia. Y me dejo deslumbrar por tí sin poder evitarlo, aunque no sea tu intención, incluso aunque no lo sospeches, en tu cruel ignorancia... ¿o en tu crueldad ignorante? ¿Qué tiene una sonrisa tuya de diferente? Sin embargo, lo es, porque ilumina mi alma. Una vez vi un sueño contigo y ahora siento que la elección (el futuro!) se acerca inexorablemente y el miedo, el terror, me paraliza. Y el dolor...
Vuelvo constantemente a las cosas que no te digo, y tejo dentro de mí lo que habrías respondido, como una filigrana de plata, brillante y distinta al resto de pensamientos. Las hipótesis, las dudas, las posibilidades me abruman, pero sólo son una excusa para seguir pensando en ti otra noche más. Y para odiarme por ser cobarde y no arriesgarme a perderte. Y para sentir la decepción de lo cotidiano, en la carencia de lo extraordinario.

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