La palestra

Después de muchos meses aquí, y de haber hecho mención en varias ocasiones, me doy cuenta de que realmente, no he escrito nada en particular acerca del gimnasio, o la palestra, como la llaman aquí (cariñosamente, aunque es un nombre profético).

Me apunté allá por noviembre, en previsión de esas magníficas tardes sin nada que hacer de las que iba a disfrutar con este horario funcionarial que tengo (y ahora aún más, con el de verano)... y porque después de haber empezado a dar saltitos en el de la uni, antes de que el máster apisonadora me cambiara la vida, la cosa me había gustado, contra toda suposición previa. La verdad es que después lo de las tardes, pasó a la historia, porque ya sabeis todos que soy hiperactiva y si no hago trescientas cosas a la vez, no soy feliz, pero bueno.

Después de unas cuantas inspecciones en los alrededores, decidimos apuntarnos al que nos parecía más normal... bueno, o menos extraño, porque tenemos desde el acojonogimnasio con luces azules y bar donde ponen sushi hasta otro donde el que nos atendió parecía directamente salido de una película de los años 80... o de y un vídeo de Jane Fonda...
Cumplida la fase de investigaciones, nos apuntamos al que tenía una mayor proporción de jóvenes, al menos en apariencia...

El caso es que la primera impresión la tuvo aquí, uno de mis compis de fatigas... cuando le pregunté, su respuesta fue sencilla y escueta:

-Está bien, huele a culo de mono.
- ¿Y tú cómo sabes a qué huelen los culos de los monos?
-Bueno, es una suposición, más o menos como el gimnasio...

Yo la verdad es que no me quedé tranquila, pero preferí no seguir indagando sobre el tema. Y luego, bueno, es lo que tienen los gimnasios bajo tierra. Pero es que era muchísimo más barato...
El caso es que para apuntarse al gimnasio, en este país, hay que sacarse un certificado médico... supongo que para dejar claro que si te pasa algo, ha sido culpa en exclusiva del gimnasio, que tendrá un ránking de muertos por agotamiento o algo. Mi examen, por otro lado, fue tan complicado como...

- ¿Tiene usted algún problema de corazón?
- Estoooo... no, que yo sepa.

- ¿Respira usted bien?

- Bueno, ahora que lo dice usted, la verdad es que respiro un poco mal, tengo el tabique un poco torcido... - Pero respira bien con los pulmones?
- Hmmm.... pues sí, creo. - Pues hala, ya está. Son veinte euros. Váyase usted a dar saltos.


Total, que me fui a apuntar, toda contenta, con mi certificado médico. Cogí el horario de las clases, y me fui a comprar un chandal, porque ni eso tenía... y una mochila, porque en algún sitio me tenía que llevar la toalla, claro... Después de recorrerme media Roma, buscando unas chanclas, pensé que ese día, mejor no iba al gimnasio...

Al día siguiente (o tres días más tarde, ahora mismo no lo recuerdo y además no importa cuán frecuentemente vas al gimnasio, sólo que estés apuntada!), fui a una clase con el inocente nombre de Stretching. Llegué y allí noté dos cosas: una, que la media de edad había descendido a setenta al entrar yo, y otra, que estaban todas corriendo en círculo (oh, Dios mío, como en el cole!!).

Donde fueres, haz lo que vieres, así que me puse a correr yo también, pero en la dirección equivocada, porque me metí en la clase, y lo que tenía que haber hecho era correr hasta casa... la clase resultó ser una serie de torturas una después de otra, cinco mil abdominales (más o menos, pudieron ser cinco mil trescientas doce), flexiones, sentadillas.... de todo... con el consiguiente sufrimiento de esta humilde servidora, que además no se enteraba de las instrucciones en italiano (de hecho, a estas alturas, estoy convencida de que en realidad hablan otro idioma distinto...). Yo ni me miraba en el espejo, porque me sentía como en el típico sketch en el que meten a un tío con tutú en medio de un montón de bailarinas... y encima, yo no llevaba tutú.

Lo peor, fue cuando, en uno de los ejercicios de estiramiento, había que tocar el suelo con la frente (cosa que, por supuesto, me pareció absurda, pero intenté. Probad, probad, y luego os mordeis un codo). Cuando me giré a mi izquierda, ví una señora de los ciento cuatro años (que podían ser igual noventa y nueve que ciento veintitrés) doblada como si fuese de goma, y que me sonreía mientras lo hacía... Si no hubiera estado tan cansada, me habría levantado y me habría ido...

Después de semejante experiencia, y ya en casa, decidí que la gimnasia no es para mí (bueno, en realidad lo había decidido hace mucho tiempo, pero de vez en cuando me lo recuerdo a mí misma), y pensé que sería mejor ir a las clases de aerobic, a dar saltos, que es lo que a mi me gusta, dar saltos incontroladamente.



Allí, descubría las "italianas de gimnasio". El primer día no las había visto, porque claro, cuando salí de clase, no veía. ¿Es posible que vayan maquilladas a un lugar donde saben que van a acabar cayéndonos a todas goterones de la frente? Van maquilladas. Van super fashion de la muerte. Al principio, me dedicaba a contar las que intentaban ligar con el monitor (que está bien, el muchacho), después fueron demasiadas... La segunda característica de las italianas es que son arrítmicas... la monitora de latino, de hecho, ha dejado de dar clase de latino, hemos pasado a algo mucho más light, creo que porque le salía muy caro el psiquiatra.

- A ver, chicas: dos pasos adelante con la pierna derecha, dos pasos adelante con la pierna izquierda...
- ¿Pero hay que cerrar las piernas?
- Si, claro, si no no son pasos, son zancadas...

- Vale. ¿Y giramos a la derecha?
- Que no, que son dos pasos, mira así...

La preguntona, tras tres intentos, lo deja por imposible, y baila al son de la música más o menos como le parece.
Yo mientras, al fondo de clase, caigo en coma... De vez en cuando, todavía voy a clase de latino, más por oír la música que otra cosa...

Al final, descubrí una clase en la que no bailan, pero en la que tampoco me siento como en el cole... el único problema es que, a pesar de que hacemos siempre lo mismo, cada día se llama de una manera, con lo cual nunca sé qué reponder cuando me preguntan...

- ¿Qué clase toca ahora? Jumbajazz, Aeromoffling, o Supermambobox?

- Ni idea, una de dar saltos...

Eso, y pilates, que me parecía de nenazas... ya ya. Menudo dolor de espalda que tengo de la clase de ayer.. Lo malo del gimnasio, es que una se apunta queriendo parecer la Schiffer, y acaba pareciendo el jorobado de Nôtre Dame... Y yo debo estar muy condicionada por la imagen que nos venden por la tele, porque la verdad es que después de las clases, cuando los dolores musculares y las agujetas me dejan, me siento sana...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Encontré este video y me acordé de ti...

http://www.youtube.com/watch?v=8BY5zDgEgCg
Lilith ha dicho que…
Por un momento, pensé que el vídeo era el de la terremoto de Alcorcón y pasé MIEDO. Después me acordé de la elegancia que te caracteriza, y lo he publicado. Estoy con ellos, odio el msn.

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