Dos películas y un abono

Ir al cine es como abrir la puerta a otro mundo. Cuando yo era pequeña, era mucho más difícil (¡aunque ahora es mucho más caro!). Había que ir mucho antes a comprar la entrada, seleccionar bien la sesión, el cine... ahora hay infinitas menos salas, y en los últimos cinco años, creo que solo he visto la sala llena un par de veces (con estrenazos holywoodienses, una de James Bond y una de Marvel). Pero, curiosamente, no ha perdido nada de su magia. Se apagan las luces, y es como si uno se teletransportara a un lugar totalmente distinto, donde nos dejamos llevar por un contador@ de historias más o menos hábil, que nos sumerge en sus propios sueños. 

Para aprovechar el amontonamiento de películas en estos tiempos post-pandemia (que no son post, pero bueno, yo ya estoy cansada), nos hemos hecho el abono fantástico que te da derecho a ir a todas las sesiones todos los días del año por un módico precio. Creo que en un mes ya hemos amortizado tres o cuatro. Esas son las ganas que tenemos de gran pantalla, después de todas las falsas promesas de los servicios de streaming que no nombraré aquí (cual lengua de Mordor).

Este fin de semana hemos visto dos peliculones - qué bien sienta. Creo que también, después de mucho tiempo, soy capaz de meterme del todo en una historia, sin tener ese ruido de fondo en la cabeza de que hay cosas pendientes. 

¿Que qué hemos visto?

Veracidad: ni idea, porque yo no sabía nada de la vida de Elvis. Seguramente, muy novelada, como todos estos biopics. Pero la pregunta es, ¿es eso tan importante? Elvis ya es una leyenda, y la veracidad no alimenta leyendas, ni las ha alimentado nunca. 
Como todas las películas de Baz Luhrman, no es posible quedar indiferente - pero además es que el estilo de este hombre queda particularmente bien con Elvis. La imagen, las escenas, que cuentan tanto con los diálogos como con las imágenes... el uso del sonido, los virajes de la cámara que nos transportan en el tiempo dentro de la misma historia, la música, que es, obviamente, una parte central de esta historia... esta película es magia pura. 
Tres escenas que se me quedan grabadas (¡spoilers!) 
1. la escena en la que Elvis "descubre" la música, centrada en la mirada del niño que será un cantante, que será una leyenda, y a la que volveremos en varias ocasiones durante el largometraje. 


2. la escena en la que vemos al Coronel tender sus redes alrededor de Elvis, aislándolo del resto del mundo, pero sin sacarlo del mundo de espejismos (nunca mejor dicho!) en el que ya vive. Y a la que también volveremos con un off de Tom Hanks espectacular, en la última parte de la película. 


 y 3. la escena que contrasta el éxito de Elvis en el escenario de Las Vegas, mientras el Coronel firma su condena en el palco - más el casi, casi, casi remordimiento al final de la escena, que nos hace odiar todavía más al Coronel. 

Bonus son las escenas en Beale Street y el Club Handy, que tienen una cualidad surrealista - no muy diferente de la que realmente tiene un club cuando hay mucho alcohol de por medio... 

Las actuaciones son espectaculares - un Tom Hanks al que odiamos desde su primera frase en la película, pero por el que, a pesar de eso, no podemos evitar sentir compasión; y un Elvis que es casi más Elvis que el mismísimo Elvis. Y que interpreta las canciones (unos tanto, y otros tan poco... ayns). Vamos a por oscar para el Sr. Hanks - no creí que pudiera caernos mal, este hombre.

Y además de todos los aspectos técnicos de la película, que son tan espectaculares como siempre con este director, y de las increíbles actuaciones,  y por supuesto, la música, la película te deja pensando que quizá Elvis podía haber sido algo más de lo que fue si hubiera tenido otro manager, si hubiera habido más información sobre adicciones y drogas, si no hubiera gastado tanto o más como ganaba...  un sueño que sigue sonando en tu cabeza cuando sales de la sala. 

Y la segunda película espectacular que hemos visto ha sido:



Tan buena, que desasosiega. Porque el personaje principal es un adorable malnacido con el que empatizamos hasta cierto punto, pero que (¡spoilers!) se sale con la suya por las buenas o por las malas y que te deja pensando que el mundo no es de los dóciles ni de los blandos de corazón (aunque probablemente ya lo sabías antes de entrar a verla). Si fuera una película americana, tendría un final gore, pero no lo tiene. Tiene uno de estos finales que te recuerdan que la vida sigue, como decía Sabina en una canción extremadamente triste, siguen como las cosas que no tienen mucho sentido. 



Bardem está tan tan tan bien dentro del personaje que da miedo - mucho más que cuando hace de malo con pretensiones de dominar el mundo. Compuesto durante toda la película, poniendo las mejores caras de sorpresa que he visto nunca, y perdiendo la compostura en una escena que es la frustración hecha imagen. Es lo que da un director contando historias humanas que no lo son tanto (o que son humanas porque sus protagonistas no son ni vacas ni perros, sino personas, como dice el propio Bardem), con un actor gigante. Una película que usa los medios necesarios, y que cuenta problemas sociales de pasada, como un accesorio de la historia principal - y de la que no salen felices ninguno de los personajes, ni el público.



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