La duda, el frío.

La duda pende sobre mi mientras descanso estirada en la cama, mirando al infinito...
Pende sobre mi como una sombra, como una amenaza, como una condena... Es como una nota indefinidamente sostenida en el tiempo, que no deja entrar la siguiente; es como aquel reloj parado en el tiempo, que se perdía en tu mirada infinita, hasta ocupar el mundo entero.
Como el instante eterno antes de seguir respirando, un impasse continuo que me ahoga, como la tristeza, como tu ausencia, como el constante rumor de la lluvia, que no me distrae de tí. Me sumerjo en el mar de recuerdos y vivo otras vidas, hablo con otras voces, miro con otros ojos y siempre veo tus distintas caras... recorro todas las posibilidades con la punta de los dedos, para descubrir que cada vez, cada nueva combinación, me aleja; cada vez más deprisa, más frenéticamente, mientras sé que sobre mí, el tiempo se acaba, y llegará un momento en que todo sea definitivo, como un cristal que se enfría con la imagen equivocada...
Recuerdo tu mano detenida en el aire, mientras se acercaba a la mía, recuerdo la marca ardiente de un beso tuyo en la mejilla, recuerdo tu mirada en un rayo de sol, recuerdo cada uno de tus gestos, cada una de tus palabras, recuerdo las cosas que nunca me dijiste, lo que quise decirte, lo que no te dije... lo recuerdo todo. Y desearía no recordar nada, mientras estoy aquí indefensa ante la duda,
ante
la
más
vacía
y
fría
indiferencia.


Y sé que fuera, lejos de mi, la vida sigue, bajo la lluvia. Y hoy, amor mío, me parece una carga hermosamente terrible.

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