Lunedì alla mattina

Después de una semana de semivacaciones gracias a mi visitilla, vuelvo a la rutina (que, en puridad, todavía no he establecido, no por falta de tiempo sino por diversas conjunciones astrales). Hoy tengo planes: después del trabajo me tengo que ir corriendo a la maldita oficina de Citibank (que seguro que tienen el cajero roto o algo de eso, porque ya me los conozco) para poder pagar el gimnasio, que los muy cutres no tienen pago con tarjeta.
Además parece que amenaza lluvias torrenciales otra vez... porque aquí no se conforma con llover un poquito, no, aquí parece el fin del mundo cada vez que caen cuatro gotas. Entre las zanjas provocadas y las accidentales, y la cantidad de calles que están en cuestecilla imperceptible con el buen tiempo... no me extraña que de la Roma antigua quede lo que queda, el desgaste por agua es brutal. Yo le pondría un plastiquito al Colosseo por si acaso.
Pero bueno, que llueva mientras estoy en la oficina, y no mientras sea fin de semana: ayer aproveché la inercia de toda la semana andando y que hacía buen tiempo (aunque hace frío ya, no os lleveis a engaño; al final me van a venir muy bien las bufandas de regalo) y me fui a andar. Mi intención inicial era ir al mercadillo que ponen los domingos en Campo dei Fiori, pero cuando llegué allí, el laberinto de calles antiguas ejerció su encanto sobre mí y me dejé llevar por ahí, sin fijarme mucho donde iba. Encontré un puesto estupendo de libros (que seguro que no volvería a encontrar ni bajo amenaza de muerte, es una pena), un montón de niños en bici y al final llegué hasta el Teatro Marcello y la Piazza della Bocca della Verità, precioso todo y lleno de turistas, muchos de ellos españoles, como bien sabeis los viajeros.
Todo eso me llevó, mientras lograba entenderme con mi cámara (con un cierto éxito, ya veréis cuando empiece el curso de fotografía!), a las dos pasadas de la tarde, y aunque pensaba irme a casa, poner la lavadora y leer tranquilamente el periódico, pues no; resulta que me avisó mi compi R de que había una excursión super interesante en el centro, para ver la Chiesa della Maddalena y escuchar su explicación mistérica (a lo Jaime Alvar, un poquito que se le iba la pinza al hombre) en relación con el Grial. Nada más lejos de Dan Brown (ya sabeis mi animadversión hacia el tarado que escribió El Código Da Vinci), resultó de lo más interesante e instructivo. Además, nos enteramos de que el Pantheon era poco menos que una entrada a los infiernos desde el centro de los pantanos que rodeaban Roma (me los puedo imaginar.. aaagh)... curioso.

Después de sentirme realizada como persona durante todo el día, volví a casa (logramos atinar con un autobús que nos llevaba a casa desde la Piazza delle Cinque Lune, que me encanta el nombre, tenía que ponerlo, al lado de Piazza Navona) a poner efectivamente esa lavadora. Este fin de semana he descubierto dos cosas con respecto a ella: una, que desde que nos han puesto la calefacción, la ropa no tarda una semana en secarse, y dos; que si pones unas medias azules a 90º, te sale toda la ropa azul. Me he quedado sin ropa blanca de un plumazo... (lo cual me obliga a irme de compras, qué dolor). Si estuviera en China genial,porque no tendría luto. Pero aquí, francamente, me molesta un montón... en fin. A ver si con un poco de lejía... se aceptan sugerencias.

También he tenido la santa paciencia de poner nombre a todas las fotos que hemos hecho estos días (no me preguntéis cuántas, muchas), y me he asombrado con la capacidad para poner caras de algunos personajillos... las mejores, las de la serie "Pasarela Romana" (por no hablar de las nocturnas en antros como el Blob y sobre todo, el Whai Thai), que vereis publicadas en este blog en cuanto pueda. Al menos en versión resumen.

Hablando de publicar... el internet en casa se aleja... viva Italia! Llevamos exactamente dos semanas con/sin teléfono en casa. Parece ser que después de estar esperando a que viniera el técnico a casa a ponerlo (que dejó el descansillo lleno de cables), resulta que activó otro teléfono que no era el nuestro; nuestro querido informático A ha llamado tropecientas mil veces al 187 atención al cliente, pero sospecho que no nos hacen ni caso, es más, nos ignoran deliberadamente. En algún momento antes de octubre del año que viene tendremos teléfono... o no.

Y ahondando en la idea del caos eficaz (más o menos, se puede decir que las cosas acaban por funcionar en algún momento, generalmente cuando ya no son útiles), a quien le interese la columna de Maruja Torres de ayer del suplemento de El País:Romanamente feliz. Que por cierto, este finde vendían Azul, y se me ha olvidado escribirle a mi ingeniera favorita para que me la comprase...

La buena noticia de esta mañana (todavía no estoy amargada por las de los periódicos, que todavía no me he puesto al tajo) es que mis compis han sugerido que nos mandemos postales entre nosotros, para tenerlas de todo el mundo... así que me tengo que bajar al centro a comprar un saco de postales del Coliseo!!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Aquí Goose informando:
Llevando tres blogs de retraso, ya me he puesto al día. ¡Que intensidad de vida, por Dios! Me canso sólo de leerlo. Aunque, creo que va a ser la última vez, como ya explicaré más adelante. Algunas preguntas/aclaraciones:
- ¿Te ries cuando tienes sueño para irte feliz a la cama y soñar cosas cosas bonitas? No haré ningún comentario acerca de los pestiños. Tú misma.
- Lo de la ropa de color lo me jor es asumirlo. Pasarás por varias fases. Echar la culpa a la ropa que destiñió, Incredulidad, soberbia (fase en la que estas pues piensas que con lejía se arregla) y resignación. Asume que vas a tener ropa gris azulado y serás feliz más tiempo. Aunque como excusa para irse de compras, no está nada mal.
- Las postales que envíes a tus compis que sean del Coliseo. Es una elección aceptable (previsible, pero aceptable). ¡Ah! Eso sí. A las chicas les tienes que mandar postales del David de Miguel Angel. ¡Alegralas la vida!
- Por último y la razón de que sea mi última lectura de blog. Ya puedes tener una buena excusa para saber quien escribe en El País (no digo más)
Anónimo ha dicho que…
No soñaba con pestiños, soñaba que era una paciencia... y que se me quería comer un gamusino azul... pero eso son cosas del pasado, que tendrá que examinar un psiquiatra a su debido momento.
Ya he intentado lo de la lejía y no funciona: estoy en la fase de la incredulidad: no pued creerme que me he cargado mi mejor camisa blanca y un montón de calcetines...
Aceptamos la sugerencia del David, muy bien traída.
EL País me lo leo igual que El Mundo (nótese que los dos están en el blog) porque hay que leer las tonterías que dicen todos para saber algo común. Como de todas formas no me creo lo que dice ningún periódico... ¡La columna es decididamente descriptiva!

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