Vide


Una semana después de la última entrada, y bajo un sol que ya no volverá a ser abrasador hasta dentro de unos cuantos meses (ahora sólo es molesto cuando se queda uno un rato expuesto), vuelvo a escribir.
Tengo la sensación de que los días se han estirado como una goma elástica y que han pasado tantas cosas que no caben en estas 168 horas. Muchos kilómetros (propios y ajenos) y muchas fotos.
Cuando uno se ha concentrado y dedicado con todas sus fuerzas a organizar un evento, a preparar una comida, a escribir un informe o a hacer una llamada de teléfono, y se el evento pasa, la comida se come, el informe se entrega o la llamada se acaba, se queda uno con la sensación de ¿ya? eso era todo? Realmente, ¿eso era todo?

Esa falsa sensación de vacío sólo me va a durar unas cuantas horas, en cuanto vuelva la oficina, se me caerá encima toda la carga de trabajo que he dado de lado para concentrarme en la misión que acabo de empaquetar en un avión.
Voy a disfrutarla mientras dure, como el grand vide del desierto...

Mientras tanto, a mi alrededor hay algunas familias que preparan alegremente la fiesta del sacrificio (ignorantes corderitos) y otras, que lloran de impotencia y rabia ante lo que pasa al otro lado del muro.


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