Vacaciones capítulo I: Imposible resumir...

No escribí antes los post de las vacaciones porque no fui capaz de ponerles un título que resumiera todo lo que yo quería decir... (gran capacidad de escribir, si no tengo un título no me pongo).
Aparte de que como lo que yo quería decir era tanto, seamos sinceros, no iba a caber en un solo post... Así que he decidido dos cosas, dividirlo en capítulos, y titular el primero con una gran verdad; es imposible resumir (y también transmitir) en este espacio cómo han sido estas vacaciones. Porque es como aquel anuncio de Andalucía que me gustaba tanto, uno empieza y no acaba nuuuuuunca...
Pero una cosa puedo decir: Ay, que de cuánto necesitaba yo estas vacaciones, podió.
Empecemos por el principio... Francia con J. Soy consciente de que no seré nunca capaz de escribir con tanta gracia como nos hacen las tonterías que nos ponemos a decir J et moi, que además de los contenidos normales de un viaje, ha sido lo que ha llenado el tiempo. Pero lo importante, es que cuando me acuerdo de ellas, me sigo partiendo de risa... entiendo que a veces seamos insoportables con nuestros insiders, pero precisamente lo que más me gusta de nuestra relación es que nos entendemos especialmente bien. Y eso, en estos tiempos de superficialidad y chorradas, me parece una cosa maravillosa. (Ay, que declaración de amor y cariño que te acabo de hacer, J, espero que la leas!!)
Al turrón.
Dice el refranero popular que bien está lo que bien acaba (otra de esas grandes mentiras ), pero la aventura empezó realmente mal, como algunos sabeis.

El viernes por la noche nos fuimos a una fiesta pareo en la playa, propuesta por cierto elementillo de la FAO, que tira la piedra y esconde la mano porque luego no quiere que publique las fotos (que están en proceso de selección, by the way). La fiesta fue espectacular... estoy convencida además de que el hecho de pasarnos toda la noche bailando en la arena, mejoró mucho nuestro tono muscular en las piernas. Joé, lo que cansa. Después de varios chapuzones (yo, con mi proverbial miedo al mar, me mantuve al margen de las actividades acuáticas, que no de las líquidas), y de bailar varias versiones de las mismas canciones (poco afortunado el hecho de que los djs de vez en cuando preguntaran ¿rock o latino??), nos fuimos retirando, y la pochola de mi amiga Pao, me llevó al aeropuerto, donde me dejó, ojerosa y cansada a las cinco y media de la mañana. El tiempo justo de ir al baño a encontrarme la cara y quitarme las lentillas antes de ponerme a hacer cola para facturar... ahí empezó el drama. Se empezaba a rumorear que el vuelo estaba en la improbable situación de "suspendido" (como si los aviones no se suspendieran todos en el aire en algún momento), hasta que a la hora que tenía que salir alguien dijo "cancelado". No me lo podía creer, me estaba pasando a mí!!! Como las imágenes de las noticias (de toooodos los veranos), con las colas de gente en los aeropuertos, desesperados sin poder irse, pensando qué iba a pasar con las reservas y con el pobre J, que me esperaba en Lérida, la criaturilla.
Doce horas, doce, hasta que logré que me cambiaran el billete de Barcelona (después de oír que de Roma no salía más que un ferry que llegaba el domingo, o un avión el día 3!)... doce horas de ir de un lado a otro con la maleta a rastras, de incredulidad y de malas pulgas... y las mismas horas de J dando vueltas buscando cybercafés y piscinas y acabando en la cárcel (si, si, en la trena!)... Al final, cambiamos las reservas de orden (más majos, en Caldea...), y volé a Toulouse vía París con Air France, mientras J se cruzaba los Pirineos para ir a buscarme, haciéndose una jartá de kilómetros por la carretera del Valle de Arán. Y yo con las indicaciones de cómo llegar a los hoteles en el bolsa! ¡Qué angustia de viaje! ¡Y encima la tipa del avión de París a Toulouse no me dejaba subir al avión! No sé si es que tengo cara de terrorista o algo... y venga a explicarme las cosas en francés y yo que solo le entendía "billete", y pensaba: que si, que lo tengo, miiiiraa!... en fins. Llegué la cuarta a la cola de embarque, y me dejó subir la última.
Y mientras, a 605 kilómetros, J se perdía buscando el hotel con vistas al Canal du Midi y se entendía en esperanto con el del hotel.
Después de cinco horas en aviones diversos, logré llegar a Toulouse, y mientras el comandante nos decía que teníamos que esperar a que llegara el followme para llevarnos a la terminal (que igual es que no la distinguían, con lo grande que es el aeropuerto de Toulouse), yo pensaba que hasta que no le diera un abrazo a J, no me lo creería, que había llegado a alguna parte. Y así fue, cuando logré salir y nos encontramos, volvió un poquito de realidad al asunto. Después, pasaríamos miedo por mi maleta eventualmente perdida en el aeropuerto Charles de Gaulle (qué grande, que nuevo) y nos contaríamos con detalle lo que no nos habíamos llorado por teléfono, pero hasta que no le ví en el aeropuerto, sonriendo y haciendo gestos, no empezó de verdad el viaje.
Primera etapa: Toulouse
La primera noche, después de 40 horas sin dormir más que a ratos (cada vez que en un avión, abría el libro de Ohran Pamuk que llevaba, que me está gustando mucho, por otro lado, o sentada encima de una maleta esperando a que me dijeran si el vuelo estaba o no estaba cancelado), nos fuimos a tomar algo (que resultó ser una hamburguesa del Quick y una cervecita en un bar), pero me estaba quedando dormida, así que no conocimos Toulouse la nuit propiamente dicho... y eso que J había visto que hay un bar de salsa, que lo pone en la guía.
A la mañana siguiente, sintiéndonos ya mucho más personas, nos fuimos a conocer el centro de la ciudad, muy mono ello, aunque con una circulación un poco rara. Personalmente me gustaron mucho la basílica de Saint Sernin, y la iglesia de los Jacobinos, con Santo Tomás de Aquino enterrado en ella, pero lo más gracioso fue la catedral de Saint Etienne, la iglesia sin pies ni cabeza! (sin pies ni cola según mi guía italiana!). La verdad es que es un poco rara, como a parches... interesante... sobre todo, entrañable la risa que nos pasamos... si, tengo que poner fotos, soy consciente... por que si no veis la foto, no lo vais a entender.
El caso es que Toulouse nos pareció un poco vacía, pero no nos preocupó, porque ya era domingo...
Antes de comer, sentados en la terraza de un bar donde nos habíamos entendido con las camareras (qué ilu!), decidimos salir para Andorra sobre las dos, y parar a comer en un pueblo que parecía importante (y que acaso lo era) Foix.

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