De donde he venido...

Después de tres semanas (o más, porque he perdido un poco el sentido del tiempo desde que ha empezado la primavera), he parado un poco, por fin.
Lo había pensado así, en abstracto, pero no me había dado cuenta realmente, hasta que el lunes llegué y después de un buen rato quitando cosas de encima, comprobé que mi escritorio seguía donde siempre. Hasta entonces, como una vez dijo Sarita, solo había tenido la clara y distinta intuición de que estaba ahí, pero no la certeza. Ahora me queda el problema de qué hacer con todas las cosas que tenía encima de la mesa, pero eso es otra cuestión, y deberá ser tratada en otra ocasión. Los problemas, se resuelven mejor de uno en uno.

Curioso, como no me doy cuenta de hacia donde se encamina mi realidad hasta que de repente, algún hecho banal (o menos banal) me hace darme cuenta de que las cosas pasan de verdad... como vivir en un sueño.

El caso es que la concatenación de visitas y viajes ha sido tal, que me he visto sumergida de repente en el stress de mi antigua vida, que por un lado echo de menos, pero por otro no.
Lo echo de menos, como sabeis bien todos los que me conoceis, porque yo necesito estar haciendo cosas todo el tiempo, siempre he necesitado dos o tres vidas paralelas para hacer todo lo que quiero, y así es como me siento bien, activa...
Por lo que no lo echo de menos, es porque me doy cuenta de que algunas veces no tenía tiempo de respirar, y cuando no tienes tiempo de respirar, no disfrutas igual las cosas.
En cualquier caso, cualquier cambio que me lleve a un ritmo más rápido, es siempre bienvenido, porque creo que ya he cogido suficientes bocanadas de aire fresco.

Otra cosa curiosa, para el vértigo que tengo, hay que ver lo que me gusta la velocidad.

Y sin mezclarla con el tocino (que mira que hay dichos absurdos, pero como éste, ninguno), os cuento en qué han consistido mis stresses de las últimas semanas.


En Roma
Primero, llegaron unas amigas colaterales de Rubén, hecho que implicó que las acompañáramos en las correrías nocturnas, porque las diurnas turísticas se las apañaban ellas solitas (además estábamos at work); milanesas ellas, muy majas. Últimamente, parece que todo lo que viene de Milán viene para bien. Nos reímos muchísimo con ellas, y el viernes y el sábado nos juntamos con la cuarta becaria y con el cuarto becario y compañías respectivas, o sea, que nos juntamos un montón, cosa que no sucedía desde tiempos inmemoriales.

¿Cómo resistir las terrazas del Campo dei Fiori en las primeras noches de primavera?


¿Y el maravilloso reflejo de los adoquines en el centro de la ciudad?

En Roma no me dan nunca ganas de irme a dormir...

En el Rox, delante de una torre de cerveza... tiene su gracia echarlas, pero no es tan divertido como hacer carreras con los del barril de al lado en el bar de Móstoles que muchos conoceis. A pesar de que ello tenga malas consecuencias. El lado bueno de la limitación de los tres litros es que te da tiempo a pensarlo serenamente antes de llenar la jarra otra vez...
Parte de los integrantes del grupo, que no se creían que les fuera a hacer la foto de verdad.

Y el otro lado de la mesa, aprovechando a fotografiarse con la torre mientras todavía estuviese llena...

El caso es que logramos pasárnoslo razonablemente bien ese fin de, incluido el domingo de vagueo, pero no dormí demasiado, lo cual me situó a lunes, con sueño atrasado.
Desgraciadamente, acostarme temprano durante la semana tampoco ha sido nunca uno de mis fuertes, con lo cual la opción que me propongo tooooodas las santas mañanas ("esta noche me acuesto pronto"), no la llevo a cabo más que cuando estoy mala. Porque según se va acercando la noche, se impone mi personalidad oscura que me dice "ya dormiré cuando me muera, hombre". Y así vamos, encerrados en un círculo vicioso que me lleva a dormir cada vez menos, si me descuido (aunque a veces me quede dormida como un tronco en el sofá, que hemos descubierto que es habitable, hasta las cinco de la mañana, con una mantita).

El caso es que el jueves llegó mi segunda familia preferida (mal que bien, la primera es la mía, aunque a veces parece que se confundan!!), y con ellos me he recorrido Roma de nuevo. Me encanta hacer de turista, porque es poco habitual hacer turismo en la ciudad en la que vives, y porque la verdad es que siempre descubro algo nuevo. Esta vez fueron las catacumbas, aunque casi no las pillamos abiertas. Además, es siempre divertido ver esta ciudad a través de los ojos de otras personas, porque cuando veo un sitio nuevo, solo soy capaz de verlo a través de los míos. Roma es una ciudad maravillosa, decadente y caótica, in any case.

El jueves hubo cenita y el viernes, recorrido por la Roma antigua... esos foros iluminados por el sol... es una lástima que haya hordas de japoneses (o de chinos) haciendo fotos como posesos... porque mira que yo hago fotos, pero realmente es que no ven nada, no les da tiempo!

Y el fin de semana, pensé que sería divertido hacerles vivir una experiencia paranormal, y nos fuimos todos a

Nápoles

Desde luego, fue mucho más paranormal de lo que incluso yo, que ya había estado allí, esperaba. El caso es que yo confiaba que la ciudad estuviera más limpia que aquella otra vez que estuvimos (en mayo del 2003, con una huelga salvaje de basuras... que la segunda noche de estar allí quemaron, no las iban a recoger)... pero no. Es absolutamente un agujero. Da igual por donde se mire. Tiene mucho más encanto en las fotos que en la realidad...

Mucho más insegura que El Cairo, y mucho menos exótica. Las calles del centro son como un bazar absolutamente, las iglesias preparadas para la Semana Santa, con ese fervor religioso que existe en la Italia del sur, que no deja de ser fachada y más fachada, pero que está tan arraigado. Las pocas terrazas pensadas para turistas, y las pizzerias pequeñísimas, entre las tiendas llenas de peperoncini de la buena suerte, porque al fervor religioso acompaña la superstición por todos sitios. Es como cambiar de continente, o de dimensión... o de siglo, si no fuera por los motorini, que pasan volados por tu lado cuando menos te lo esperas.

La definición que nos hizo Pedrito fue de las mejores que he oído. "No vamos a ver nada más, que está sucio y nos atropellan". Lo único que resultó cierto es que es una experiencia paranormal.
Ahora, que la costa amalfitana me espera... y Sorrento, con sus limones... (siempre que oigo Sorrento, me acuerdo de una de las frases de Oshidori en Usted tiene ojos de mujer fatal, porque una de las canciones que Sergio Hernán ponía a las mujeres abandonadas era "Torna a Sorrento").

Para compensar tan terribles impresiones, la primera tarde fuimos en ferry a Capri, que es como una burbuja flotando frente a las costas napolitanas. Una isla encaramada en un peñón, llena de casas encantadoras, blancas y llenas de plantitas, jardines con limoneros que se vienen abajo de frutos tremendos, que dan ganas de una limonada solo con verlos. Paseítos por calles estrechas y retorcidas, llenas de escaleras y de entradas imposibles a las casas. La tranquilidad, después del ajetreo y el ruido de Nápoles.
Cuando me retire, optaré entre un atolón en el Pacífico y una casa en Capri, depende de lo harta que esté de la gente y, sobre todo, de la gentuza.

En esta foto, que nos costó sacarnos (jejeje, el resto de colaboraciones las teneis en el álbum), nos falta Filomenita!!! A parte del colorido que añadimos nosotras, la isla es un estallido de colores que se funden en el blanco de las casas y el verde de la vegetación.


Los callejones de Capri, con las sempiternas palomas...
Resultan encantadores, pero realmente debe ser un horror subir la compra hasta casa, porque por esas calles no hay carro que valga... en los puntos más altos de la isla, es probable que sea un helicóptero el que deje caer las provisiones...


Pedrito podría haber pasado perfectamente por un italiano a toda velocidad por ahí... hasta está poniendo carita de velocidad!




Villa Anita, con vecina que nos pasó al lado y nos dió las buenas tardes, seguramente mientras pensaba "estos turistas están locos". O a lo mejor ya está acostumbrada a que la gente se haga fotos en su jardín... Nótese qué aspecto de italianos han ido adquiriendo los visitantes durante la semana, por cierto...


El atardecer en la isla, antes de coger el ferry de vuelta al caos. Sentados a las orillas de una playa en la que ya no daban ganas de bañarse, y viendo la luz esconderse tras el peñón de la isla.



Pasamos la noche en Nápoles, en el hotelazo con decoración ecléctica y portero con extrañas ideas sobre España (lo primero que hizo por la mañana fue un test de cultura general sobre la monarquía), con unos vecinos de arriba que debían estar aprendiendo a bailar flamenco. Por cierto, que todavía no les he puesto la valoración, ya he recibido el mail...


Al día siguiente cogimos nuestros bártulos, los dejamos mitad en el hotel, mitad en las mochilas, y nos fuimos a Pompeya.
A parte de la maravillosa sorpresa de que no había que pagar entradas gracias a la Semana de los Museos, me llevé otra sorpresa, porque la otra vez ví la ciudad en dos horas y media y esta vez nos tiramos todo el día. Igual la otra vez no lo ví todo... El caso es que es espectacular, lo que sí recuerdo es que se ve el Vesubio desde todas partes, como una sombra, con ese doble pico suyo tan peculiar. Tuvimos algo de mala suerte en las casas que estaban cerradas al público, que nos dió la sensación de que eran las mejor conservadas (siempre te da la sensación de que lo que no tienes o lo que no ves es lo mejor, pero es probable que en este caso fuese más que una simple sensación), pero vimos un montón de frescos romanos y de casas con jardín.

Resulta difícil imaginar como era la ciudad con todas las cosas que faltan, pero resulta mucho más creíble que en las películas... por cierto, que la media de altura de los romanos era menos de 1,60... lo cual se ve en las puertas... Tampoco estaban abiertas (éstas por restauración) las famosas casas de lenocinio, con sus catálogos pintados, pero visto que no era lo más característico de la ciudad...


Resulta inquietante saber que una ciudad entera puede desaparecer, y permanecer enterrada bajo las cenizas durante tanto tiempo, hace recapacitar sobre lo frágil que es la existencia, aunque nos empeñemos en que no lo sea, y nos creamos que un mínimo de rutina y de estabilidad lo da todo. Cualquier día, el cielo se ennegrece, y lo que hayas vivido, desaparecerá para siempre. Sólo quedarán las crónicas y los restos de piedra para contarle al mundo como era tu vida...

Después de las aventuras napolitanas, volvimos a la ciudad eterna para seguir turisteando unos y trabajando otros, y así seguimos hasta el jueves, día en el cual nos fuimos todos de viaje. No sin antes, haber sufrido un accidente de carrito de pedales en Villa Borghese (menos mal que al final nos dieron uno con motor, porque sin motor es imposible!!), haber jugado a las sillas con los colchones porque definitivamente, el colchón es más deshinchable que hinchable, haber comido pizza hasta reventar, haber jugado con la gameboy ajena por la noche, cuando nadie miraba, haber comido huevo de pascua... una semana intensa y divertida.

Y el jueves llegó la separación y los viajes, unos de vuelta y otros al centro de Europa, a

Budapest

Sólo puedo resumir las impresiones de esa ciudad diciendo que me he enamorado de ella.

Desde el Puente de las Cadenas sobre el Danubio (crecidísimo) hasta el sonido del húngaro, que va como dicho entre dientes, pasando por los baños Szechenyì, me han hechizado. Una ciudad llena de oferta cultural en todos los idiomas, con el metro más antiguo del continente europeo (en el que suenan unas extrañas e invitantes musiquillas antes de que anunciar las paradas), con el sabor de las viejas ciudades centroeuropeas, en las que dan ganas de preguntarle a las piedras qué es lo que han visto (aunque a veces no quiera uno oírlo por escalofriante). Con el gusto por las cosas decadentes y bellas de la vida, como ver pasar el tiempo en la terraza (o frente a la vitrina) de un café donde sirven tartas de nombres encantadores y complicados, y el papel de las paredes es de unas rayas imposibles y los marcos oro viejo de las puertas y los espejos.

Una ciudad con el sabor de haber sido el centro del mundo, como tantas otras, y de ser, aún de una impresionante belleza, aunque hayan pasado los mejores tiempos...

Un sitio donde parece imposible detener el desfile de gente, y donde todo adquiere una luz distinta. Han sido solo tres días (apenas), pero han sido tremendamente intensos. Me acordé en varias ocasiones de La caja de Música, que creo que es la única película que he visto ambientada en Budapest (curioso, haberla leído citada esta misma mañana)... si se mira con los ojos adecuados, la ciudad tiene un aire tan inequívocamente nostálgico... dan tantas ganas de vagar sin rumbo por sus calles impolutas, sin entender los carteles... Y es, desde luego, un lugar al que volver lo antes posible.

Por otro lado, el viaje me ha venido especialmente bien (y espero no haber sido la única, porque la becaria cairota también necesitaba un cambio de aires, la pobre, además de las dificultades añadidas al viaje) para el ánimo, que encuentro mucho más en paz que antes de estos últimos ajetreos.

Cuánto nos arrepentimos (al menos yo), de no haber pensado en este destino en la lista de peticiones... claro, que en un destino con tanta capacidad de nostalgia, probablemente me habría muerto de melancolía a media beca.

Roma es una ciudad decadente pero inconscientemente alegre, Budapest conserva ese aire de sobriedad de quien ha pasado momentos terribles y no está convencido de que se hayan acabado.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
He leido lo nuevo que has escrito en el blog, me ha encantado y estoy de acuerdo contigo, seguro que si hubieras elegido esa ciudad no habria sido iguak que verla dos dias. Ya ves quea mi me gusta mucho centroeuropa tambien, estoy segura que ni una ciudad me disgustaria pero la alegri que tiene Roma es imposible por esos lares. La fotos muy bonitas. BESITOS
Jaime ha dicho que…
Hasta me dan ganas de ir....
Lilith ha dicho que…
Y Lilith dijo; bienvenido seas cuando quieras venir a la ciudad eterna... estoy convencida de que recuerdas cosas de cuando el foro no estaba en ruinas... :-P
Jaime ha dicho que…
Algunas si que recuerdo, claro....

Y al foro que le ha pasado???
Lilith ha dicho que…
El foro... es una cosa como paranormal la forma en la que desaparecen las direcciones de correo... Creo que voy a hacer algún tipo de ingenio informático para enviar con copia oculta, porque un extraño movimiento secesionista hace que de vez en cuando alguien quite a los que no se manifiestan... y claro, como yo me paso el día agregando a gente, pues al final la tenemos cada vez que sale el tema...
Qué ambiente, el de ICEX... tanto psicotécnico, y yo creo que lo que tienen es el perfil mal calculado, leñe.
Mientras tanto; soluciones prácticas, acudir a la cuenta elbuzondelg@gmail, y manifestarte envezencuando para que no te borren... Ya hago yo parche el lunes.

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