La semana de después

Después de la invasión de las hordas bárbaras, los romanos podemos decir que hemos sobrevivido el ataque. Tanto para romper la tradición, se podría decir. No creo que haya secuelas permanentes ni en las cosas ni en las personas. El caso es que de los grandes retos que se anunciaban la semana pasada en nuestro foro de gemeil, se han podido cumplir poquitos, uséase ninguno, porque, como dice el gaditano de Ddorf, la inidoneidad del terreno era patente. Con cervezas a seis euros, es imposible que nadie que pretenda seguir viviendo de su sueldo se beba su peso en el susodicho líquido. Así que para horror y solaz de otros becarios repartidos por el viejo continente, se ha decidido que el terreno de juego ha de ser trasladado a otras sedes becarias y todso están temblando pensando que vamos a ir a verles en manada. Benditas compañías lowcost (personalmente, no me suena igual de mal lowcots que barata, porque por ser barata parece que se va a estrellar (más quisiera Alitalia, que no Iberia que va a sacar una), mientras que por ser low cost, parece que es la oportunidad de la vida para ver el mundo). Uno de los viajes está más que decidido, vamos a Budapest en Semana Santa, aunque no sé todavía si habrá casa que invadir, puesto que todos estamos esperando que haya días libres para salir corriendo. En el ínterin entre viaje y viaje, es posible que se nos presente en casa todo tipo de gente desconocida.
Cuando yo examinaba las virtudes de una beca Erasmus frente a esta otra beca (eternos becarios, somos ¿cuándo tendremos un contrato, señor?), las sobrevaloraba. Esta es mucho mejor, porque a pesar del surrealismo que se alcanza con los fines de semana ajetreados, llenos de fotos, de reencuentros y de vuelos sin comida, cada mañana nos vuelve a la realidad el hecho de tener que ir seguro a trabajar. Aquello de ir a clase como íbamos en Perugia, a ver el desfile de maquillajes estrambóticos a las ocho y media de la mañana, no sacaba del sueño a nadie.
Pero, habiéndose acostado a las mil, a ver quién es el listo que se queda impasible ante un estudio de mercado del sector de la máquina herramienta en Polonia. Si señor, si es que somos JASP, aunque aquello ya no esté de moda.
El caso es que después del fin de semana ajetreadísimo, nos hemos encontrado con una casa vacía que se nos caía encima, con un informático que está entrando en crisis preexámenes, y con un viajero llegado del frío (afortunadamento con todos los dedos y encantado con las walkirias que ha encontrado por allí). Pero hemos tenido suerte, porque para no caer en nuestro habitual letargo (a ver si ahora que parece que ha dejado de llover), esta semana está pasando un montón de gente por aquí. Desde una zaragozana de las cámaras hasta una pintora gallega y la nueva becaria de la oficina (por fin no soy solo una chica! A ver si siendo dos podemos establecer un ambiente ligeramente menos lleno de testosterona, y eso que no me puedo quejar de mis niños, que me tratan un rato bien)... la semana promete, a ver si además, cumple.
A todo esto, el viernes me voy a las tierras germanas (diría de mi infancia si fuera verdad, pero como no lo es), a ver si pasando un poquito de frío del bueno, no tengo tanto cuando vuelva. A la ciudad más bonita de Alemania, a ver si sigue todo donde estaba este verano. Porque nunca se sabe, los ríos cambian de sitio, no hay más que verme a mí (jajaja).
A ver si todos estos planes en perspectiva me alejan un poco de la oficina, porque llevo dos días peleandome como una loca en una lucha desigual con las cifras de Malta, para el informe económico, que no hay manera. El caso es que cada vez tengo menos curiosidad por el país, a ver si cuando acabe la parte de los datos, vuelvo a no tenerle manía.
Me acuerdo de una vez que el Uapero D comentó que no entendía por qué la gente no se iba a Malta a aprender inglés, y ahora lo sé. Porque es como irse a aprender alemán a suiza o checoslovaco a Jaén.
Me doy cuenta de que estamos a taytantos de enero y no he revisado seriamente mi lista de propósitos de Año Nuevo, lo cual me hace pensar que ni yo me los tomé en serio. Es curioso con qué frecuencia me asalta el pensamiento de qué quiero de la vida. Y eso que no he llegado a la crisis de los treinta (porque no dudeis de que la tendré, y será la crisis más crisis que pueda haber)... Será que la Ciudad Eterna hace pensar. O será que me estoy encontrando a mí misma (que ya era hora, después de tanto tiempo de verme en el espejo). O será que tengo un seguro, y eso me hace tomarme la vida de otra forma, como le explicaba al canario J la otra tarde por el msn. O será o será... qué más me da? O será que he nacido arquitecto de los curries y no puedo evitarlo. Pero.. ¿dónde está el camino de baldosas amarillas? Es estupenda, la vida; si uno mira hacia delante, hay infinitos caminos que elegir, pero además, si uno mira atrás, hay infinitas posibilidades que hemos dejado pasar y que son suspceptibles de hacernos arrepentirnos. Un juego de azar completo. Y nosotros, pobres idiotas, que jugamos a la lotería.
Ahora me convencen para que, en vez de llevar una vida ordenada, nos vayamos al Trastevere a tomar algo. Pues bueno. Ya dormiré cuando me muera. Seguro que entonces también consigo llevar una vida ordenada.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¿Qué es eso de: "...arquitecto de los curries."? Es acervo cultural, nada más.

Goose
Lilith ha dicho que…
Los curries son los que construyen las estructuras de algo transparente que se comen los fraguel. Todos construyen menos una, que las diseña, y había un capítulo de aquella excelsa serie que se dedicaba por entero a la crisis de identidad de la curry en cuestión... para más info, busca los Fraguel en google...

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