El cambio

Bueno, pues después de unos días intensos, por fin puedo escribir el post del día 26. La verdad es que la primera felicitación este año corrió a cargo de mis compis A y R, que se pusieron a cantar Cumpleaños Feliz el miércoles a las doce (o sea, el jueves, detalle que habría que explicarle a los subnormales de la agencia de viajes que me vendieron el billete a El Cairo). El hecho es que estábamos cenando con una niña que vino de la Feria de Zaragoza, y que después de un malentendido de acabó en Milán, pero estaba de visita en la ciudad eterna, y con una conocida suya pintora, todo muy alternativo y muy bohemio ello. El caso es que estábamos poniendonos ciegos de spaghetti carbonara cuando les oí que contaban una, dos y tres y se ponían a cantar.. qué emoción... Pero lo mejor no fue eso, sino que por la mañana, me despertaron a las siete de la mañana, con el cumpleaños feliz de Parchis a toda pastilla, para regalarme unas zapatillas de deporte (regalo genial, porque me daba una pereza enorme comprarmelas y de verdad me hacían falta, ya) super pijas de la muerte y rosas, con las que seguramente haré amiguitas en el gimnasio (si, en un gimnasio donde las niñas van maquilladas a step, o llevas nike o no eres más que un bulto sospechoso, que diría mi madre). Cosa más pochola! Además, me habían preparado el desayuno y todo... qué monos que son.
Todo el día se sucedieron las diversas felicitaciones, el único medio por el cual no me llegó ninguna fue por paloma mensajera, la verdad. Llamadas a los dos móviles, el inefable Goose me mandó una grabación (de la que supongo que algún día vendrá a arrepentirse, pero con la que me partí de risa!!) cantando (si, cantando, que hay que ver que oído tienes, niño); qué digo, cantando muy deprisa porque estaba en la oficina y no quería que le oyera nadie... Me llegaron felicitaciones en un montón de idiomas, cortesía de mis compañeros repartidos por el mundo, y leí con cariño tarjetas y demás muestras varias de felicitaciones: pocholos todos, más que pocholos.
El caso es que al final no me cundió mucho el día, una pena, porque tenía que acabar el informe de Malta, antes de pirarme a Alemania, y aunque me quedé hasta las cinco en la ofi (que me tocaba), no me dió tiempo. Claro, el viernes por la mañana, achuchón, pero justificado, porque logré pasarselo a mi jefe lo que se dice justi in time. Después, por la tarde, hice pellas de la clase de fotografía (joooo, es que no me apetecía ir...) y nos fuimos a cenar por ahí, al Trastevere, a un lugar que quedará registrado en la oportuna guía Pichelín, aunque no haya recuerdos alcohólicos al respecto. De cuyo nombre, por cierto, no me acuerdo...¿La scala?
[Nota bene: Cómo me gusta la iglesia de Santa María in Trastevere, yo creo que es mi preferida de todas las que he visto en Roma.]
Después, a hacer la maleta corriendo, metiendo la ropa casi mojada dentro y a dormir, recibiendo los últimos mensajes de los últimos despistados (aunque seamos sinceros, de esos ha habido todo el fin de semana)... un día redondo, en realidad.
Lo único malo es que ahora ya sí que oficialmente no pertenezco a los jóvenes en ninguna estadística, y se acabó el tiempo de los descuentos y de pasar por estudiante... (bueno, de pasar igual no, pero bueno)... de los albergues de juventud y del carnet joven (que, seamos sinceros, siempre desaproveché por mi frustración con el cine)... y estoy vigilando como un halcón la cuenta del banco, a ver si van a empezar a cobrarme todo tipo de cosas y la vamos a tener, que ya estoy bastante harta de citibank...
Incluso numéricamente ha sido bonito, el mismo día, la misma edad... pues eso, era una conjunción astral. A ver si jugando a la lotería nos toca el euromillón, que me han dicho que hay un pastón de bote (aunque yo creo que ami me agobiaría tanto dinero, qué responsabilidad).

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