El Coche Fantasma


Este, amigos y parientes, es un post que empieza bien y termina bien, pero contiene un drama, contiene pasión, belleza, verdad (bueno, un poco edulcorada), misterio y sentimientos que durarán eternamente (no me creeis, pero vivir aquí es como vivir inmerso en una salsa, aprende uno a ver el lado pasional de la vida). No puede empezar como una historia normal, así que empecemos por el final.

Y siguieron juntos para siempre. Y no comieron perdices, porque los precios de la canasta están subiendo un montón (de verdad de la buena).

Yo volvía de El Salvador, cansada cansadísima cansadérrima, y me propusieron ir al cine. Y me dije: bueno, no me voy a quedar un viernes en casa (después de haber madrugado a horas absurdas para coger un avión y llegar a un día de trabajo que no se lo salta un gitano). Craso error número 1.
Me duché (creo, no lo recuerdo, pero viene bien promocionar la higiene desde aquí, así que, niños, no vayais nunca al cine sin ducharos) y me fui a hacer ruta a recoger a las niñas, porque desde que una tiene ruedas, se ha pasado al clan de los que recogen, y ya no son recogidos. La película bien (otro asunto pendiente, críticas de cine, que tengo varias películas susceptibles de ser comentadas), pero el argumento empezó al salir del cine. Mientras decidíamos donde ir a tomar algo, mi móvil se quedó sin batería (sucio traidor, nunca avisa!!). Eso, ya de por si, es un drama un viernes por la noche.
Después de unas cuantas propuestas y contrapropuestas, nos subimos al carro y fui a salir. Y entonces, los Filomenitos me perdonarán por no habérselo contado antes, pasé el mayor susto de mi vida (ésta es la parte de misterio e intriga). Porque al dar marcha atrás para salir, el coche no frenó. Y no es que no frenó por arte de birlibirloque, es que incluso yendo a dos por hora,da mucho mucho miedo cuando el freno no responde (ésa es la parte de terror!).
Como yo soy una persona esencialmente afortunada, no había nadie pro el párking, que por no tener, no tenía ni coches aparcados, y fui a dar contra una columna que pasaba por allí, haciendo un bollo casi perfecto en el lateral (que era como la patada de un niño, sólo que se soltó el faro, que es un trozo de plástico, todo sea dicho; esta es la parte de la belleza a la que me refería arriba). Lo más gracioso es que L, mi compi, que parece destinada a ver todos mis desaguisados con el Lilithmóvil (ya ha quedado bautizado, a ver si la próxima vez que salga le rompo una botella en el morro... o bueno, mejor no), estaba diciendo en ese preciso instante: Si, verdad? Es un coche monísimo... (que lo es!).
La parte de desconcierto de la historia empieza ahora, cuando vino el del seguro (porque yo seré novata, pero un coche al que le fallan los frenos, se lo lleva a casa lo que es Rita) con su oficina móvil (pero de verdad una oficina móvil, yo creo que hasta llevaba fax y máquina de café en la parte de atrás de la furgoneta) y arregló todo, gríua incluida, en una hora. Y yo, ilusa de mi, sintiendo solo la tristeza desconsolada que da ver como a tu cochecito se lo lleva la grúa con cara de desconcierto (el coche, no la grúa).
Después empezaron los tiempos difíciles: miles de llamadas al garage donde se llevaron al Lilithmóvil (esta es la parte de amistad, porque me hice amiga del tipo del garage), semanas que transcurrían una detrás de otra (u otra detrás de una, no me acuerdo), el martes de Semana Santa (Santa Semana), hablo con Otto (que se llama así, no me lo invento), y Otto me comunica, dos semanas y media después de tener mi coche en el taller, con voz preocupada: ay, seño, pues tenía usted razón que le fallan los frenos... En ese momento, me agarro a la mesa, para no contestar, tapo con la mano que me queda libre el altavoz del teléfono y contengo la espuma que está a punto de salirme por la boca, hasta que, extrañado por el silencio, Otto me dice:
- Seño?
- Si? Otto? Le fallan los frenos? Claaaaro. Yo lo llevé por eso, probablemente se lo he dicho alguna de las quinientas cincuenta mil veces que he llamado para ver cuando me lo iban a tener. Y me lo vais a arreglar, o se va a quedar el coche de exposición en el taller? Porque, eventualmente, me encantaría usarlo. Con frenos, claro.
- Si, seño, se lo arreglamos, pero va a tener que ser la otra semana.
Por supuesto, si algo puede salir mal, saldrá mal.
Y para qué mentir, fueron, claro, dos semanas más (eso son los sentimientos eternos). Tuvo suerte el buen Otto, de que me pasé la Semana Santa medio mala vegetando en casa. Que si no... habría ido a recoger por la fuerza mi coche desenfrenado al garage.

Pero no hay mal que por bien no venga, porque como os he dicho al principio, la historia ha acabado bien. Ahora mi coche frena y me quedo siempre a la misma distancia del coche de delante; ya no me acometen dudas súbitas sobre mi capacidad de conductora (porque, lo que hace el condicionamiento, leñe, probablemente los frenos llevaban fallando una temporada, pero como todo el que se sube en el coche se pone a darme instrucciones, pues yo pensaba que era yo la que frenaba mal. Hay que fastidiarse!). Conclusión: al próximo que intente darme una instrucción, lo bajo; porque ahora estoy completamente segura, Otto me lo dijo: fueron los frenos.
Esta mañana, he dejado el Lilithmóvil clavado en la cuesta del garaje.
¿Que por qué se llama el Coche Fantasma el post? Porque era un coche que no existía en un mundo que no estaba... casi lo he tenido más tiempo en el taller que en mi casa...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡Ay, Dios mio! dichoso coche, es otra preocupación aunque tu no lo veas así. Creo que lapersona que te lo ha vendido debe sabercó9mo estaba el coche de frenos ¿o no?. besitos filomenita

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