One golden glance of what should be


Lo sé, lo sé, sufro porque quiero. Pero es que me apetecía oír italiano una vez más y ver Roma... es un vicio incurable. Debería asumirlo y hacerlo abiertamente, salir del armario (aunque del que tengo en esta nueva casa es difícil, a ver si hago un vídeo y lo circulo, para envidia de mis amigas y desesperación de Filomenita) aún más metafóricamente de lo normal. Tal vez mi vicio no es el romanticismo, sino la nostalgia. Por eso hoy he llegado a casa y me he puesto a ver La finestra di fronte por decimonovena vez.

Siamo goccie di memoria... Somos gotas de memoria,
queste lacrime nuove... estas lágrimas nuevas,
siamo anime in una storia incancelabile... somos almas en una historia inolvidable
le infinite volte che... las infinitas veces que
mi verrai a cercare nelle mie stanze vuote... vendrás a buscarme en mis habitaciones vacías


Nostalgia de un montón de cosas. Pero una nostalgia que evoluciona y cambia, que a veces duele y a veces no tanto. Ahora ya sé, si pudiera elegir una facultad que tener, qué facultad querría. La de poder evocar los momentos que recuerdo con tanta fuerza, con tanto detalle, que me quedara dentro de ellos a voluntad... O tal vez es mejor así, porque me distraería mirando el pasado?
Es, como decía antes, un vicio incurable. Como mirar fotografías, que es lo más cercano que conozco a esos instantes eternos que tengo grabados en la memoria, y que son como fotografías que de vez en cuando salen a la superficie. No me puedo imaginar qué pasará mañana, y eso siempre me hace sentirme optimista; pero siempre me queda la duda subterránea de si no era mejor ayer.
Nostalgia de cosas encontradas.
De las noches de verano entre diario, cuando después de dejarse de oír el eco de las televisiones que pasaban todas la misma película, ya sólo quedaba el cricric de los grillos y el infernal terremoto de los camiones de la basura. Horas y horas sin dormir, leyendo ávidamente hasta acabar algún libro.
Nostalgia de las mañanas de sábado en Roma, abriendo la ventana con pereza y desayunando en una antigua cocina llena de fantasmas bienintencionados.
Nostalgia de los domingos por la tarde en un escenario desnudo, ensayando o a lo mejor no tan ensayando como analizando.
Cosas que se han ido, o mejor dicho, de las que me he ido yo; otros habrán ocupado mi lugar y estarán fabricando momentos igualmente bellos y perfectos. Pero, señoras y señores, a mí sólo me sirven los míos. La memoria, como la inteligencia y el humor, es un patrimonio personal absolutamente exclusivo.
A pesar de ello, me encantaría, de verdad, me encantaría, tener el talento suficiente para explicar a los demás aunque fuera sólo uno de esos momentos perfectos, sin resultar cursi ni quedarme corta. Sólo, como decía la canción de Queen, aunque aplicada a otros fines, one golden glance of what should be... un vistazo maravilloso de lo que podría ser.

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