Pensaba que la Fontana di Trevi cubriría menos...

... de verdad lo pensaba, hasta que de repente el agua me llegó casi hasta las caderas!
Menudo fin de semana, que prometía y no ha defraudado nada! El jueves pasado llegaron los dos primeros invitados, y el viernes los otros dos, mi parejita preferida, con un coche a las espaldas (y además de verdad a las espaldas, porque tan pequeñito era... más mono...) Ha sido francamente divertido estar todo el fin de semana intentando seguir las extrañas indicaciones italianas par a llegar a todas partes (o mejor, las inexistentes indicaciones). Es curioso lo diferente que resulta una ciudad desde los pies y desde las ruedas.
En cualquier caso, casi todos los objetivos fueron cumplidos, a excepción de las Termas de Caracalla, que se quedan como excusa para volver a la ciudad eterna (como si no hubiera siempre una excusa). El sábado pasamos el día en Ostia, en la playa, que no estaba tan sucia como me habían dicho, y en Ostia Antica, haciendo una visita express después de tres intentonas de llegar. Aunque nos gustó. Después, búsqueda del Gianicolo, a la puesta del sol, y caza de restaurante abierto en el Trastevere (con buenos resultados, dicho sea de paso), Rome la nuit (no sabía como de bien iba yo a ver la fuente al día siguiente) e intento de marcha loca, que exprimió todo lo que la noche podía dar de si, y a la cama a dormir más bien poco, porque el domingo tocaban catacumbas, San Giovanni y termas a las que hubo que renunciar por falta de tiempo. Y por la tarde, la última visita express al Vaticano, donde vimos la tumba de Juan Pablo I (y creo que fue el único sitio donde no nos hicimos fotos), y las últimas recomendaciones para no perderse yendo al aeropuerto, antes de caer rendida en el sillón...
A las ocho, comenzaba la final del mundial de Alemania. Hmpf, decisiones de último minuto, lo vemos en casa, lo vemos en el Circo Massimo... venga, al ritmo que va la selección española, esta es una buena oportunidad de ver cómo se gana un mundial... igual... igual... ducha rápida y vámonos al Circo!!! Las calles vacías, los autobuses corrían a sus capolinea respectivos para poder relajarse delante de la radio, los aviones no despegaron hasta que acabó el partido, Italia entera estaba pendiente de un partido, con las banderas cada vez más quietas y el alma cada vez más pendiente de un balón... en el Circo la tensión crecía a medida que los cánticos rimados se acallaban... el final se alargaba en el tiempo, como un chicle que ha perdido el sabor...
Hasta que de repente, la burbuja estalló, Zizou estalló como una cuerda de violín demasiado tensa y se despidió de la forma más fea posible de una carrera en la que, incluso yo, que detesto este deporte, le reconocía méritos. Mientras Buffon señalaba con gestos el brutto colpo, la muchedumbre se desencadenó; y mientras Zidane bajaba la escalera del vestuario, dejando atrás la Copa dorada, como la viva imagen de la derrota, las banderas llenaron el aire y nosotros, pobres extranjeros en medio del fragor, también nos dimos cuenta de que Italia estaba a punto de ganar.
Nadie se sentó mientras los jugadores se preparaban; con los ojos tapados por las banderas hasta el último instante, todos asistimos al final de la carrera, todos retuvimos el grito hasta el último rigore.
Si.
Campeones.
Ojalá fueran banderas españolas, pero no lo son. Habrá que alegrarse por estas.
En cuanto se acallaron los primeros gritos y dejamos de abrazarnos todos compulsivamente, una intuición se abrió paso: la Fontana de Trevi lleva toda la vida esperando que nos metamos dentro en una ocasión como esta.


Vamos hacia allí, despacito, como nos dejen, ondeando banderas, coreando canciones, entre la muchedumbre desencadenada, entre bengalas de colores verde, blanco y rojo, observando los excesos de una multitud que nunca terminó de estar convencida de ganar hasta que el otro equipo perdió.


















Es indescriptible el ruido que hacen un millón de voces chillando por una victoria, y es irrepetible la armonía que se vivía por la calle, la alegría tremenda que recorría las calles de la ciudad eterna, contagiando a todos los que pasábamos por allí.
Al día siguiente fuimos al Circo Massimo a recibir a los azzurri, pero la magia se había diluido para nosotros (amén de todas las pérdidas que sufrimos gracias a la desaparición de la red de móvil); es fácil contagiarse del entusiasmo del momento, pero no de la artificialidad de una fiesta organizada... desolados tras tres horas y media de espera, acabamos yéndonos, desesperados, del Circo. Pero nadie nos quitará la alegría de haber, al menos por una noche, ganado un mundial con otro millón de personas.

Comentarios

Jaime ha dicho que…
La verdad que tiene que ser increíble...

Desde las tórridas arenas del desierto de Arabia hemos sseguido el mundial día a día (Total con este clima era lo mejor que se podía hacer). Y estuve pensando como habría vivido cada becario las derrotas o vistorias de los equipos de los países donde estamos.... Total como aquí sólo tuvimos la fugaz participación española...

Saludos a la Fontana

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