Sueños

Recuerdo un rayo de sol que se abrió paso por la ventana e iluminó un sueño que descansaba encima de la mesa.
Recuerdo tu mirada y la mía sobre el sueño, y de qué forma la luz dorada parecía acariciarlo, porque era hermoso.
Tu nombre se desliza constantemente en mis sueños... igual que un ladrón en un cuento de las mil y una noches. Cuanto más lo evito durante el día, más grande y sobrecogedor se aparece delante de mí en la oscuridad, cuando estoy a punto de cerrar los ojos, más claro y nítido... Me despierta una y otra vez, como si alguien lo dijera en mi oído, y hace tuyo el mundo de mis noches. Contra mi voluntad, mis labios lo repiten una y otra vez, como una oración, como un encantamiento. Como si al decirlo me escucharas... como si al decirlo, tú repitieras el mío.
¿Dónde estás, mientras yo sueño contigo noche tras noche? Cuando me despierto, la luz del sol brilla sobre los cristales rotos de las historias que imaginé, y los pulveriza sin misericordia, tan diferente de aquella otra vez... Entonces, a la inclemente luz del día, tu nombre pierde su carácter mágico y se vuelve una palabra casi como las demás. ¡Pero yo conozco su poder!
Es un castigo, pero también un placer, pues en los pocos momentos en que duermo sin soñar, llega la soledad del silencio, tu ausencia. Y me pregunto cuándo van a volver las mismas palabras a mi boca. Duele más tu ausencia que tu constante presencia en mi pensamiento, porque tu ausencia es dolorosamente real, mientras que tu presencia es sólo dolorosamente caprichosa.
Ah, me pregunto qué será de aquel sueño... y de tu mirada. ¿Qué sucede con las cosas que nunca se dicen, con las intenciones que no se realizan y con los sueños que no se cumplen? Cierro los ojos con la esperanza y el miedo de escuchar tu nombre una vez más.

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