Realidad vs. deseos


Una ya debería estar acostumbrada a la incompatibilidad de la realidad con los deseos, porque con la trayectoria vital que estoy eligiendo (porque decir que la he terminado de elegir, o suponer que no me ha elegido ella a mi, es mucho suponer), lidiar con la frustración, como explicaba hace poco, es una cosa que se aprende sobre la marcha. O eso, o se mete uno a cartero, que es menos frustrante (no digo que nada, porque sé de primera mano que hay quien se frustra con todo). 
A pesar de eso, es una costumbre teórica, que está sólo en nuestra mente; igual que uno está acostumbrado a la gravedad, y aún, así, cuando su taza preferida se cae del armario y se hace cisco, todavía se sorprende y dice: "pero si estaba ahí..."

Hay varias formas de responder a eso, entre ellas la comprensión y la ironía. La comprensión implica una respuesta más emotiva al problema, del tipo: "lo siento.... ¿quieres salir a comprar otra?". La ironía está mucho peor valorada, porque degenera en cinismo: sería algo así como: "es lo que tiene la gravedad"... Cual de las dos es más efectiva, no lo sé, dependerá del momento, imagino, pero es harina de otro costal. 

El caso es que hay veces en que los planes y los deseos se vuelven incompatibles; a pesar de que uno sabe que el mundo es el que es, igualmente quiere cosas que no van a suceder. No vale con negarlo, porque dentro, quiere que suceda. Me da rabia mirar el techo mientras me contradigo constantemente dentro de la cabeza y me peleo conmigo misma. Niego que sé que niego la realidad y deseo cosas que no van a pasar. 

Y es navidad, tiempo de paz, amor y alegría, y el enésimo golpe de estado en Guinea, y Oriente Próximo está en guerra de nuevo, y siguen las matanzas del narco en México... sólo por citar los titulares... hay días que no son tan buenos como parecen, ni siquiera el día de los inocentes.

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