Resumen


Hace ya mucho que no escribo, entre unas cosas y otras. Y no ha sido ni por falta de ganas ni por falta de cosas que contar. Ha sido más bien por una conjunción de circunstancias temporales y falta de medios.
¿Qué ha pasado últimamente?
Me mudé, fue mi cumpleaños, y me fui por primera vez al campo... En realidad, todo ha ocurrido la misma semana que aún no ha terminado, pero me han parecido por lo menos tres, no por lo aburrida, desde luego, sino por lo intensa.
Como ya había anunciado en el post anterior, encontré casa, nada menos que en la Quinta Avenida! La cosa ha sido más rara de lo que yo había previsto, como siempre, pero hoy por fin he logrado colocar de forma razonable mis cosas (léase forma razonable como orden aparentemente inexistente para que yo las vuelva a encontrar). Creo que el próximo post lo dedicaré a mi hogar dulce hogar... que entonces será dulce porque habré logrado hacer mi primera compra...
Primera cosa a comprar: chinchetas, que no puedo colgar el calendario!!
Segunda cosa a comprar: sillas, leñe, que no hay más que una en toda la casa... y tal y como llego a la idem, si me siento en la cama me duermo...
De momento, la única cosa que no me gusta, es que el ascensor suena como el del corte inglés: din din din din diiing. Tercera planta, caballero y niño. Seguramente me acabará gustando y dentro de unos años soltaré lagrimillas nostálgicas cada vez que me suba en un ascensor en el corte inglés. Conclusión, mejor las escaleras.
Además, como mis fieles lectores (o más bien mis lectores fieles...jejeje) ya sabeis, cumplí una cifra de años que no viene a cuento decir y la verdad es que ésa fue una celebración surrealista. Me despertaron, igual que el año pasado (espero que no empiece a ser una constante en mi vida ser despertada a horas indecentes el día de mi cumpleaños), pero esta vez sin ninguna intención, era sólo un despistado que me llamaba a mediodía.
Error, bajo el volcán, chato. Estoy en Guatemala y son las seis y media de la mañana. Pero no te preocupes, que me lo tomo bien... eso sí, perdona que tarde cinco minutos en reconocerte... no me he quitado las legañas.
Después me felicitó casi toda la oficina (it's time to learn some names...) porque hay un cartel encantador en la cocina con los cumpleaños de todos (nota bene, leerlo todos los días), y después del trabajo, nos fuimos a comer (más salaillas, mis compis...). Tras una reconfortante charla por skype (a ver si nos ponemos las pilas, panda!), me mudé.

Y nada más proceder a la mudanza, se autoorganizó una fiesta en casa que degeneró en una fiesta ajena a las muy tarde de la mañana, en la que yo noconocía a nadie, pero me felicitó hasta el apuntador... (¿tú eres la española que cumple años? Encantado!)... todo lo cual me recuerda otro par de fiestas de cumpleaños de las cuales guardo gratas historias que no procede contar aquí y ahora. Probablemente, el desorden del viernes noche explica por qué el sábado por la mañana fui capaz de concebir la extraña idea de colocar mis camisetas por colores... y llevarla a cabo. Ahí están, en montoncitos, en el armario. Seguramente, la emoción de haber tenido un gesto ordenado yo sola, así, motu proprio, fue lo que desestabilizó mi estómago el sábado night (eso junto con la patraña de Deja Vu, que fuimos a ver al cine, no vayais!), y el domingo pasé mi primera enfermedad aquí... no está mal, sólo un día, pero me perdí Antigua. Aunque no pasa nada, porque la voy a ver este próximo, misión mediante.
Después de haber pasado un viernes de locos (y haber recibido más abrazos casi que en el resto de mi vida!), casi sin poder leer mis mensajes, pasé un lunes casi idéntico (sin abrazos), pero mucho más atontada, y el martes me empaquetaron para mi primera visita al terreno.

Esquipulas, vista general

Y ahora, para contar mi visita al terreno en Chiquimula, podría empezar un anuncio de la Cruz Roja en Navidad, de esos llenos de niños desnutridos para que dones dinero cuando te sientes culpable por estar comiendo de más. Y no me malinterpreteis, que no me parece mal que se apele a las conciencias para sacar dinero hasta de debajo de las piedras si hace falta (ya os lo diré dentro de poco, porque va a ser mi trabajo). Pero eso no es lo que yo he visto estos tres días. Pensar que sólo son niños a los que hay que dar de comer es simplificar las cosas. Lo que he visto estos tres días es una realidad paralela, mucho más complicada y en la que hay muchos más puntos de vista. He visto muchas sonrisas enormes, de niños que tienen los ojos también enormes, y que se van a pasar la vida en el bordedel abismo, con una desproporcionada falta de oportunidades. Montones de esas niñas son madres antes de darse cuenta, y cierran el círculo. Son amables, se ríen cuando hablas con ellos, los niños son curiosos, como todos los niños del mundo, pero tienen una forma de ver las cosas y de entenderlas, de llevar su vida y de vernos a nosotros. Sólo que no están envueltos en esa capa de algodón en la que nos envolvemos los demás, sino que están cruelmente expuestos a cualquier cosa que quiera pasarles. Y nosotros estamos ahí en un trabajo que empieza pero no acaba nunca para intentar evitarlo, y para controlar que se hacen las cosas que hay que hacer, y que la energía no se dispersa en ramificaciones absurdas.
Y debo decir, que cuando uno se pone manos a la obra, se siente mucho mejor que simplemente donando en navidad, o cambiando el canal y pensando que es cosa del gobierno (que también lo es).


No me gusta la demagogia, me gustan las cosas justas, que son las difíciles.
Y me gusta que los niños sonrían.

PS:
No he encontrado el centro de Ciudad de Guatemala, pero he encontrado otra cosa:

Es una pena que no se vea mejor, pero la hice a la carrera desde el vehículo...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amistad, friendship, amitié, freundschaft, amicizia...

Viajando

Sin comentarios