Borreguitos

Conste en acta, señor Juez, que el título de este post (al final voy a acabar hablando en esperanto, pero es que no me sale poner entrada) no es porque hoy sea San Valentín, sino por otras razones que expondré más adelante. El hecho de que sea el día de los enamorados a lo más, lo que hace es que me invada una sensación de Bridget Jones, a pesar de no pensar que tener pareja sea lo más importante en la vida. En algún post he comentado ya esa sensación de desubicación, de que en la vida no hay ninguna guía clara que seguir, que en cambio, las generaciones anteriores a la nuestra sí tenían, la inexistencia de un cierto orden de las cosas, más que un lugar hacia el que dirigirlas... No finjais, porque sé que no soy la única que se siente así, y no es que sea malo no tener la vida ya escrita, porque no lo es, es que es más incierto.
El hecho de que sea el día de los enamorados tampoco hace que me vaya a quedar amargada en casa, pensando con envidia en todas esas parejas que se van a cenar a sitios donde han preparado menús especiales (y por supuesto más caros), y a darse las manos por encima de velitas llenas de corazones (que mañana irán a la basura). No me van esas cosas, porque ahora tengo claro que el amor es mucho más que esas cosas, es un sentimiento que va mucho más allá de los meros gestos y las celebraciones, y no se concreta ni en un día, ni en toda una vida. Sin embargo, como siempre, la vida es mucho mas prosaica, y al final, lo que queda, son los osos de peluche con corazones debajo del brazo, las tarjetas con declaraciones de amor eterno y los ojitos de cordero degollado por encima de una mesa para dos en el rincón más íntimo del restaurante. A pesar de que una mirada en un momento determinado, valga más que todas las cenas pseudorománticas del mundo, y un solo gesto pueda cambiar el sentido de toda una existencia, como un destino fatal de tragedia griega.
Entiéndase, que habrá para quien el amor sean esas detalles, porque en realidad, el amor son tantas cosas diferentes como personas, porque es verdad que siempre se piensa nadie lo entiende, lo nuestro es diferente. ¿Será verdad en algún caso?

¿Y entonces el título del post?
Ayer estuve en la presentación de un libro (lo llaman libro blanco, pero en realidad no lo es) que sale de un proyecto europeo que se llama Women and Media in Europe. No es que la cosa tuviera nada que ver realmente con nuestro trabajo en la oficina, pero fui un poco a curiosear porque había tres fundaciones involucradas (es espectacular el movimiento fundacional italiano, hay fundaciones para todo, lo cual resulta especialmente ilustrativo, porque los italianos son el pueblo individualista por excelencia, pero también el que más atiende a los grandes gestos, por ejemplo, la filantropía)(todo esto, obviando la cuestión impositiva, porque las fundaciones tienen el mismo régimen que en España), y queríamos saber (el analista y yo) a qué se dedican exactamente. Dos de ellas, se dedican a temas femeninos principalmente; una Donne e Musica, a facilitar el conocimiento y la promoción de la mujer en un campo muy cerrado y muy machista que es la música (clásica, según me dijo con una sonrisa entre los labios la directora del Conservatorio de Madrid, con quien estuve charlando. Parece que para hacer música clásica hay que estar muerto, añadió); y la otra, Risorse Donne, se ocupa en microcréditos a mujeres aquí en la Región Lazio y en los balcanes. La tercera fundación, CENSIS, se ocupa de estudios económicos, y sospecho que es la que se ha encargado de aspectos técnicos de los estudios, tipo la parte estadística.
El acto me gustó por varias razones (entre las que no se incluyen los diversos buffets que nos ofrecieron, porque el café estaba frío y las bebidas calientes), la primera de ellas, porque era básicamente una concentración de mujeres, muchas de ellas feministas. Atención, porque cuando uno oye feminista reacciona como cuando oye trotskista, con un estereotipo muy negativo que tiene ya grabado en la cabeza. Ninguna de las mujeres que hablaron, ni con las que hablé eran del tipo de querer cambiarle el género a las palabras, ni cortarle nada a nadie. Una de ellas, reconoció que hace treinta años sí que hacía falta hacer cosas radicales, pero hoy en día, es una estupidez.
Fundamentalmente, me gustó oir en alto, expresadas por otras personas, y formuladas con un cierto orden, muchas de las ideas que he tenido siempre. Todo ello, sin que nadie hiciese ninguna arenga. Siempre he sabido que no soy la única que se cabrea cuando ve un anuncio de compresas en el que las mujeres parecen poco más o menos que drogadas en esos días, además de decir gilipolleces una detrás de otra, o cuando en la tele sale un tío gordo, calvo y feo con una belleza en bikini (si lo lleva) a su lado. No soy la única que está harta de que se nos pida estar delgadísimas y monísimas a cualquier precio... y pasando a niveles más sutiles, no soy la única que se cabrea cuando se habla de cuotas rosas de Ministras que luego salen en la portada de Vogue, ni cuando se dice terrorismo doméstico, ni cuando en una entrevista en la tele preguntan al hombre y la mujer asiente, ni cuando las niñas de doce años quieren parecerse a las cantantes que ven en la tele y acaban por ser anoréxicas, ni cuando se dan por sentados tópicos y se tiene más miedo por una hija que por un hijo que vuelve a casa tarde. Ni soy la única que siente que la sangre le hierve cuando sabe que una mujer cobra menos que un hombre por el mismo trabajo cualificado, y que le cuesta más llegar porque tiene que demostrar más cosas. Ni soy la única que se cabrea viendo cómo en todos los ámbitos, triunfan mujeres que se comportan como los hombres machistas, o peor, que son machistas.
Y no soy la única que piensa que todo esto no sólo nos encasilla a las mujeres, sino también a los hombres, y nos desconcierta profundamente a todos, porque la realidad es distinta de como nos dicen que es. Es como si hubiese un complot que estamos haciendo entre nosotros mismos para acabar todos frustrados... porque, si no todas las mujeres pueden ser como las modelos de las revistas, evidentemente, no todos los hombres podrán estar con las modelos de las revistas. No somos nosotras solas las que tenemos problemas, porque las mujeres somos también hijas, hermanas, madres, amigas... y yo me pregunto si no cabe también la santa indignación por la discriminación en todos aquellos que quieren a una mujer...
Es un panorama desolador, si se piensa bien, porque no se trata solo de los medios de comunicación (que aquí desde luego, son un ejemplo pavoroso de lo que se espera y lo que no se espera de las mujeres), se trata de la acumulación de muchos pequeños detalles, muchos de ellos, lo que es peor, incluso bienintencionados. Al principio de estar aquí, me dijo mi jefe que era una profesional preparada, y que lo tendría fácil, porque además soy una mujer... Y me sentó fatal, porque yo no quiero que me den nada hecho sólo por eso, yo aspiro a ganarme las cosas por ser una buena profesional, y ya está. ¿Que más da el sexo?
Hay que cambiar muchas cosas, pero es muy difícil. No sólo las cosas obvias, sino muchas otras más sutiles, que son las peligrosas. Y con ello, no quiero decir que no me gusta que abran la puerta al pasar, como ciertas feministas (que responden a la definición de bomberos que no se depilan, y que son otras de las que de verdad hacen daño a las mujeres), ni que dejen de decir señoras y señores, sino que se reconozca que las mujeres hacemos más cosas que meramente existir para ser admiradas, como también me dijeron hace poco. Pero, fundamentalmente, que se reconozca que somos personas, y hacemos las mismas cosas que los hombres, que también (oh, casualidad), son personas. Y que somos diferentes, pero somos diferentes todos, no sólo los hombres y las mujeres...
Es profundamente complicado salir de los estereotipos y ver lo que hay detrás de ellos, pero habrá que empezar por algún sitio.
Cuando percibo que hay tareas tan grandes que hacer, recuerdo lo que sentí cuando en primer año de la universidad, cuando me puse delante del libro de Derecho Constitucional, y me dí cuenta de la ingente cantidad de cosas que había para estudiar en aquella materia... me sentí super pequeñita, pero por algún sitio había que empezar a subir la montaña... pues por aquí. Y me debió salir bien la autoconvicción, porque así acabé dos carreras.

La otra gran razón por la que me gustó tanto la reunión fue porque me dió la oportunidad de hablar y escuchar (desafortunadamente, no puedo decir cambiar) experiencias con mujeres de carrera (formal o informal), todas las cuales han tenido o están teniendo dificultades y alegrías en su vida, por el hecho de ser mujeres, o simplemente porque la vida es complicada para todos. Oí visiones optimistas y pesimistas acerca del feminismo y la situación de las mujeres en muchos países, de Europa y de fuera, y me sentí a la vez identificada y apoyada por muchas de ellas. Hasta cierto punto, integrada en un cierto club, porque yo siempre he aspirado a hacer carrera (y creedme, que me ha costado más de un reproche de mis mismos amigos, el hecho de que le dé más importancia a la vida profesional que a la eventual familia), y a hacerla a toda costa. Es verdad que nunca me he sentido especialmente discriminada en ese sentido, por el hecho de ser mujer, y puede ser porque me apoyo en los hombros de gigantes, y, como me dijeron también ayer, doy por sentados mis derechos en todos los aspectos. Me gusta poder darlos por sentados, lo cual me recordó muchísimo a mi madre, que siempre me ha apoyado en todas las cosas que se me ha ocurrido hacer, que mira que son ya a estas alturas. Y no es que mi padre no lo haya hecho, porque afortunadamente tengo unos padres encantadores en ése y en otros muchos sentidos (y no es sólo porque igual leeis esto, bobos) que de verdad me han apoyado siempre y en todo lo que han podido, sino porque tengo la sensación de que si mi madre hubiera podido hacer las cosas que he hecho y que hago yo, las habría hecho también.

Salí de la conferencia con un cierto espíritu combativo, porque aunque ya no hace falta irse a quemar sujetadores por ahí (ni ganas que tengo, porque no me gusta prender fuego a las cosas), hay que cambiar cosas, y no se pueden cambiar de un día para otro, pero tampoco hay que dormirse. No hay que dejarse llevar como borreguitos al matadero, porque eso es lo que seremos si no nos damos cuenta; borreguitos en bikini, pero borreguitos al fin y al cabo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me das miedo. Me voy a dormir

Goose

P.D. Te quiero
Lilith ha dicho que…
Gracias, salao.
Aunque no haya dicho nada de tí, y a pesar del contrato que tengo firmado, yo también te quiero.
Anónimo ha dicho que…
Querida niña, cuando sea mayor quiero ser como tú, mejor dicho me siento muy orgullosa de ser algo tuyo, me encanta haber descubierto este diario y poder leerle, mil besos desde Fuenla.
Te queremos.........

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