Impresiones desérticas nocturnas

Escucho una parte de cada una de las muchas conversaciones que están teniendo lugar simultáneamente... palabras y palabras, distintos idiomas. Hay un ambiente alegre, distendido, esperamos cenar a las mil y pico de la noche, porque es la costumbre. No hay prisa, como alguien dijo mientras veníamos, el tiempo no cuenta, lo que cuenta es la espera. Al segundo vaso de té, empiezo a pensar que no voy a dormir, pero no sé si estoy equivocada.
Pero prefiero beber té, porque me gusta la ceremonia de cambiarlo de vaso mil veces y el aroma de menta que desprende.
Hemos venido a celebrar el nacimiento de un niño que está oculto.
¿Qué vida le esperará?
Eso es lo que es un nacimiento, una promesa enorme.
Alguien me dijo que algunos africanos celebran el nacimiento con lágrimas, porque se viene a sufrir a este mundo, y la muerte con alegría, porque se va al más allá a ser recompensado. Perdonadme el escepticismo, pero prefiero ser feliz ahora, y que me quiten lo bailao. Además estos días, soy excepcionalmente feliz.
Ha sonado el último clic, sin que yo lo oyera, sin grandes algarabías.
La comida pasa eterna delante de nosotros. El cordero, los pinchos, la fruta, la sandía, los dátiles. Estas naranjas vienen de España, me dice alguien con un acento particular... pues no es época, me digo. Deben ser pobres naranjas de invernadero.
Me chupo los dedos, alguien pasa ofreciendo un barreño para lavarme las manos (ahora, cada vez que veo un barreño me acuerdo que mi padre sostiene que los adoran). Lugeo colonia, la conversación continúa a trozos, en distintos idiomas, más té. Más sonrisas. La luz que va y viene. Pero no pasa nada en la oscuridad, porque a penas hay tiempo para parpadear antes de que el suministro se restablezca.
Después, la oscuridad del exterior, donde los faros de los coches son como islas de luz en medio de la arena. Hay vent sable.
Nos reacomodamos en los vehículos, y mientras hablamos de la ceremonia del nacimiento y del bautizo, me voy resbalando suave pero sin pausa hacia un sueño pacífico, apoyada en un hombro amable y acogedor. Oigo las voces que siguen especulando acerca de qué es más importante para cada cultura.
La vida es lo importante, no lo olvidemos.
Abro los ojos de vez en cuando, y lo único que veo es la oscuridad de la carretera, iluminada por las luces del coche. Una isla pequeñita en el inmenso océano de oscuridad. Una mano que me acaricia la frente. Sigo medio durmiendo, pensando que lo importante es el camino. Alguien dice mi nombre despacito, con cuidado como si temiera romperlo. Hemos llegado. Al poco, me meto en un sueño mucho más profundo, lleno de viento y arena.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Parecía rico el menú...
Lilith ha dicho que…
Jo, y estaba para chuparse los dedos!

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