Sólo cosas


Me está costando escribir este post... veo que llevo ya casi dos semanas con él a medias. Y ello se debe tanto a falta de tiempo como a la falta de inspiración en los pocos ratos libres que he tenido últimamente.

Obviamente han pasado muchas cosas.
Bueno, han pasado muchas pequeñas cosas que forman pequeños todos, y grandes cosas han pasado cerca.

Empecemos por las grandes, que así no me estorbarán después (porque escribir, como bien sabe S, es un poco como exorcizar los pensamientos, que se quedan tranquilos y quietos en el papel, o en la pantalla). Casi nos ha pasado Dean, que se ha quedado en México (al menos de momento, parece que va a desaparecer allí). Como cuando subí al volcán, la fuerza de la naturaleza me sobrecogió al ver en la foto de satélite que Dean era (y es) más grande que Guatemala. Mucho más, de hecho. Habré visto montones de fotos de tormentas en el telediario, pero nunca las había comparado con nada. Enorme se queda pequeño... Gigantesco se queda pequeño también... es una auténtica fuerza de la naturaleza. Las casitas de adobe con tejados de chapa son incompatibles con semejante fuerza.

Y eso me lleva a la primera de las cosas pequeñas. Que, tal vez, si lo pienso bien, no son tan pequeñas. Hace dos semanas estuve en el campo, viendo albergues de gente que perdió su casa por una de estas fuerzas de la naturaleza. Sus casas, y todo lo que tenían, si es que no perdieron algo más. Y en muchos casos, la esperanza. Hay quien, dos años después, aún no tiene nada a lo que agarrarse, ya no tienen fuerzas para esperar nada del futuro, que hasta ahora solo se ha encargado de llevarles desgracias sistemáticamente. Ayudar a estas personas no es sólo llevarles físicamente lo que les lleves (en nuestro caso, comida)... es hacerles sentir que de verdad las cosas pueden cambiar, y sobre todo, que de verdad cuentan, que no son sólo bultos sospechosos en las manos de un destino incierto y malintencionado. Sin embargo, ésa es precisamente la parte más difícil; hacer que no les parezcan todos los días iguales, sino que tienen un objetivo, no volver a quedarse en la situación a la que han llegado. Y que no están solos en este mundo.

Como contraste, las sonrisas enormes de estos niños traviesos, crueles, sinceros y con mucho desparpajo, que no saben lo que sus coetáneos de otros lugares tienen y que preguntan sin ningún pudor qué hago tan lejos de mi casa. He venido a ver si os reís igual que los niños de mi país (y para mis adentros, satisfecha, veo que al menos en este colegio, sí, se ríen igual), y a ver si el fútbol os gusta lo mismo que a ellos.



Y ahora pienso que tal vez ya no me importan las mismas cosas que antes, porque ya no veo igual el mundo. Y pienso que tal vez era una broma de esas que contienen la verdad que antes de venir era joven y alocada y ya no lo soy. Por lo menos, me siento distinta de una manera extraña, y es muy probable que sea porque veo las consecuencias de mis acciones de una manera mucho más clara y distinta. Llevaba mucho tiempo equivocada. Llevaba mucho tiempo haciéndome las preguntas que no son. Esta línea de pensamientos se la debo a ese Anónimo que aún no ha tenido el valor de identificarse; no se trata de lo que más quiero, porque eso no lo sabré nunca, porque no es una cosa, ni un sentimiento, ni un lugar... Yo nunca estaré tranquila, porque no estoy hecha para estar tranquila. Seguiré conquistando metas una detrás de otra, cada vez en mayor proporción impuestas por mi y menos por los demás, seguiré tomando decisiones con este aire culpable mío, echándole la culpa a una vida que no trae manual de instrucciones, pero feliz de acertar en las decisiones y dispuesta a aceptar las consecuencias de las equivocaciones.
Porque si lo hiciera de otra manera, no sería feliz.
Porque yo soy feliz así, en precario, aunque a veces me quede sin dormir por la angustia de vivir en vilo.
Y aunque a veces, anhele una seguridad que es más un mito que otra cosa. Siempre hay un camión esperando detrás de la esquina.

Y así soy feliz, porque la pregunta que siempre me sale con los finales felices es ¿y ahora qué? ¿No hay nada más después?¿Eso es todo?

Afortunadamente, la vida no es una película, y me puedo salir del guión. Y en las próximas escenas, tengo previstas varias cosas. Algunas de ellas dolerán seguramente, pero lo importante es hacerlas y seguir andando por este camino de baldosas amarillas en el que las curvas no dejan ver las señales.

Así, que, querido Anónimo, y queridísimos todos los demás: nunca conseguiré lo que más deseo, porque nunca estaré satisfecha con nada. ¿Pero quién dijo que la satisfacción es la felicidad? La felicidad son, más bien, esos momentos que tengo grabados en la memoria y que se parecen a las fotos que tengo colgadas en la pared.

Una mirada que hace que el mundo alrededor desaparezca; un rayo de sol que se posa encima de una mesa en el momento preciso, demostrando que la magia existe; una sonrisa que ilumina la habitación en la que estoy entrando; un ataque de risa intempestivo; el peso de mi sobrina en los brazos; el gesto más hermoso del mundo delante de un reloj eternamente parado; una carta esperando en el buzón; una hermosa tarde de principios de verano, una tertulia llena de historias descabelladas; una mañana limpia cruzando un lago como un espejo... y esos momentos, no se acabarán nunca.

P.S
Bienvenida a casa, Filomenita. Espero que sepas las ganas que tengo de darte un abrazo (para comprobar cuánto has practicado).

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