Ventanas al pasado...

Bueno, esta etapa de mi vida no la tenía demasiado planeada.
Es uno de esos grandes hitos de la vida de cualquiera que yo no tenía registrado para que me pasara o pasase a mi, y por lo tanto nunca me había parado a imaginar cómo iba a ser. No es que las demás las haya planificado demasiado, pero eso es harina de otro costal.
El caso es que después de haberme hecho con una solución habitacional (con la sanísima intención de reunir mis siempre crecientes biblioteca y guardarropa y para que los Filomenitos puedan ver a los también siempre crecientes nietos con una frecuencia adecuada a sus aspiraciones abueriles), pues ahora toca llenarla de cosas (aunque la cosa está en suspenso mientras solucionamos los problemas de la banca; los míos, no los del país, que esos van para largo y se ven de color de hormiga); y qué mejor manera de llenarla de cosas que sacarlas de casa de los Filomenitos (que ahora ya no se podrán quejar de que el trastero está lleno de cajas con objetos no identificados (de momento no voladores, pero quién sabe). Claro; como mi solución habitacional es lo que es, y se amuebla con una tarde inspirada en IKEA, hay que seleccionar lo que saca uno del trastero paterno y lo que manda derecho al reciclaje (procurando que no se note mucho que la propia madre tenía razón al repetir: "ahora lo guardas, pero ya verás como al mudarte lo tiras!").
Dos maletas de ropa (para llevar aquí) después, me puse con la fase dos, los papeles. Y están saliendo dragones de ahí dentro.
Mi yo nostálgico está constantemente disparado (lo cual aumenta notablemente el volumen de cosas a meter en la solución habitacional); panfletos de obras de teatro que fueron un éxito (las obras, no los panfletos, aunque los panfletos también), notas de clase de filosofía de 1996, cartas de novios (se me ponen los pelos de punta) despechados de 1998 (sin abrir, porque a mi los melodramas ajenos no me han gustado nunca demasiado), fotos de compañeros de la universidad que ahora deben ser tiburones de los negocios (o no, tal y como está el percal), carnets de cuatro o cinco bibliotecas en cuatro o cinco idiomas; agendas con deberes de matemáticas anotados para entregar en noviembre de 1994. Mis primeras anotaciones de Guatemala, cuando no tenía ni repajolera (por no decir otra cosa) idea de seguridad alimentaria y demás alegrías de la vida... Dios mío, lo que ha llovido desde entonces (sobre todo en Guate, porque lo que es en la dimensión paralela...); cartas de S desde (agarraos) 1987; mapas que abarcan muchos kilómetros de este planeta y billetes de avión que indican más horas de vuelo que muchos pilotos.
Cámaras antiguas; fotos antiguas, de la primera vez que descubrí la magia de apuntar con el objetivo y apretar el botón, y de cuando aprendí a fotografiar como es debido.
Me he encontrado muchas cartas sin enviar; algunas acabarán en manos de sus destinatarios, otras se quedarán donde están (o mejor dicho, encontrarán un rincón en el que volver a acurrurcarse en la solución habitacional y las consiguientes cajas del IKEA), porque pertenecen a un pasado, que como diría Heráclito (que no tenía amigos!), se fue y no volverá porque todo ha cambiado. Releyendo, veo que las cosas podrían haber sido distintas en algunas ocasiones, pero fueron como fueron y sólo fueron una cristalización de todas las realidades posibles. Tal vez si hubiera enviado una de aquellas cartas que no envié, ahora no estaría releyéndolas. Tal vez, no habría cambiado nada.
Y esto, me lleva a otra casualidad de esta semana; investigando grupos en facebook (para solaz y lágrimas de risa de Filomenita) me he encontrado con uno de los grandes peligros de esa red, que son los mitos y los horrores del pasado. No tengo muchos problemas con los horrores; con lo que el Arquero llamaría inteligencia emocional, he mandado al cuerno a quién he querido y me he quedado tan ancha. Pero, ¿qué pasa con los mitos? No pierde el encanto un mito de juventud si resulta que nos hacemos amigos suyos en facebook y descubrimos que tiene una granja en farmville?
Me conozco, y acabaré agregando al mito en cuestión, la curiosidad me podrá. Pero creo firmemente que hay muchas cosas que es mejor guardarlas hermosas en el fondo de la memoria y usarlas sólo de vez en cuando para mirar al pasado como por una ventana.

Comentarios

S ha dicho que…
Lo sabía... fb es un libro abierto... Llevaba toda la tarde debatiéndome entre buscar en el baúl de los recuerdos o fiarme de mi memoria..

Menos mal que la curiosidad sólo mata a los gatos :)
Lilith ha dicho que…
Pues te hubieras divertido mucho buscando en el baúl de los recuerdos, te lo garantizo, jajaja...

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