El misterioso Egipto

Después del mega puente de la semana pasada, resulta duro volver al trabajo... pero más duro resulta si se encuentra uno con broncas que no ha provocado de ninguna manera, y además vuelve de un viaje maravilloso.
[Por cierto, si la Constitución no se promulgó el día 6, por qué pusieron esa fecha? Porque mira que tiene mala leche...]

Había quien sabía que me iba a Egipto, y había quien no, porque no quería asustar... Ha sido duro no poder contarlo en el blog, abiertamente... (ya se sabe lo que a mí me gusta hablar). Pero ya que he vuelto y que he llegado antes que las postales (cosa que estuvo a punto de no suceder, la verdad), pues lo relato.
Ha sido uno de esos viajes que uno no tiene especialmente pensados, pero que salen a pedir de boca. Porque yo la verdad es que si no le hubieran dado la plaza de El Cairo a mi compi, no habría ido, al menos no habría ido ahora... pero bueno, ya que había casa...

Me ha gustado todo, la gente, el ambiente, el choque cultural, la compañía... lo único que falló fue la fecha del billete que me pusieron los tarados de la agencia de viajes, pero eso es otro asunto. Han sido cuatro días que me han parecido un mes, por lo intensos.
Pero vayamos por partes, porque si no, este post va a ser tremendo... (sospecho que lo va a ser igualmente... os perdono si lo leeis por partes)

Día 1: Llegada, la ciudadela y el Cairo Copto


Llegué el miércoles por la noche, estresada con el viaje, aunque se me dió bien. Para no variar, se me acabó la batería del móvil a medio camino... ¿Por qué calcularé yo tan mal esas cosas, señor?
Me despertó el frenazo del avión, porque los griegos que iban hablando a mi lado me habían arrullado... Descubrí que es un verdadero handicap bajar medio dormido del avión, porque lo primero que hice fue ir directa a los bancos de antes de la frontera, a que me vendieran la visa y me timaran con el cambio... aunque luego me dijeron que no había salido tan mal...
Me vinieron a recoger las niñas, la becaria de El Cairo y anfitriona H y la becaria de Atenas E, y volvimos a casa en un taxi (conste que al principio no me conocieron, y lo achacaron al nuevo look, que no sé cual es...). Los taxis son todos del año de la polca, amarillo y negros a trozos, están llenos de golpes y las tapicerías son tan horteras que harían resucitar a un muerto. Además van todos con la música alta y pitan constantemente de acuerdo con un misterioso patrón que no hemos podido descubrir... (de ahí el misterioso Egipto).

Después de acostarnos a las 5 y pico de la mañana, porque mi avión llegaba a las 3, pero llegó con retraso (no esperaba menos de una compañía griega en un país de oriente), nos levantamos a las 8 para acompañar a H y pirarnos a hacer turismo. Vimos la Ciudadela, que es un recinto fortificado que se alza sobre la ciudad (qué bonito, no lo he copiado de la guía, lo juro, es que se alza sobre la ciudad de verdad) en el que hay muy buenas vistas si no hay neblina (que no es neblina, que es mierda, como muy prosaicamente nos explicó H) y desde donde parece ser que se ven las pirámides si no hay la susodicha neblina o polución (y que yo me pregunto cuando será eso...)
Lo más gracioso de la Ciudadela es la cantidad de niños que había haciendo visitas de colegios, una cosa fatal. Todo el rato nos preguntaban (en inglés, qué monos) que como nos llamábamos y de dónde éramos. Así aprendimos a decir España en árabe y comprendimos que a las niñas les fascina que tengamos la piel tan clarita y llevemos el pelo suelto. La verdad es que no ven demasiados turistas a su bola, y a los grupos no les dejan acercarse. También descubrimos que los profesores les daban literalmente bastonazos si se desmandaban un poco... talmente como a las ovejas. Tuvimos gran cantidad de guías espontáneos (que luego pedían baskeesh, propina pero bueno, merecía la pena) que nos enseñaron los sitios de las mejores fotos y nos contaron las curiosidades más interesantes.
Los egipcios se vuelcan en que a los turistas les guste todo lo que ven.
Después estuvimos en el Cairo Islámico, viendo mezquitas y calles retorcidas. La mezquita más grande de la ciudad, Ibn Tulun es un auténtico remanso de paz en el barullo de la ciudad (esto tampoco es copiado de la guía, y es verdad). Al menos a mí, me dió la misma sensación que las catedrales, si alguien se ha molestado tanto en construir una cosa tan grande y tan bonita, debía creer mucho en ello, no?
Nota bene: La becaria E y yo llegamos a la conclusión de que conviene decirle a mi vecino Ratzi que hay que cambiar el marketing de las iglesias, las mezquitas se reconocen mucho mejor desde lejos. Sobre todo por la noche, que iluminan los minaretes en neón verde.
Después de darnos la vuelta preceptiva por la mezquita, nos dirigimos a la madraba, y regateamos para entrar. Como después nos salió todo mal, dedujimos que Alá nos había maldecido...
Inmediatamente después de subir descalzas al minarete, que estaba lleno de mierda (no había confusión posible con ninguna neblina), E y yo salimos jurando de la mezquita. No me pregunteis el idioma, que hasta ahí no llego, era castizo.
Entonces decidimos coger un taxi para ir al barrio copto, y comenzó el episodio del taxista. Eran las cuatro y media y queríamos llegar antes de las cinco y media, porque anochecía y no tenía ninguna gracia verlo de noche.
El taxista demostró su dominio de la profesión... primero no sabía donde íbamos, después, creyó que íbamos a un sitio diferente de aquel al que íbamos, luego, cuando logró entender el mapa (es decir, logramos explicárselo), no siguió el camino, y por último, se pasó del sitio. Todo ello, sin entender una palabra de inglés y dándonos explicaciones en árabe. Más tarde, le preguntó a uno que no debía tener nada que hacer, y que se nos subió de espontáneo al taxi. El susodicho espontáneo sí que hablaba inglés, y entre indicación e indicación al taxista, nos explicó que no nos preocupásemos, que si queríamos emigrar a Egipto allí había trabajo de sobra... Está bien, lo de no cerrarse oportunidades en la vida.
Logramos llegar evidentemente una hora y media después de coger el taxi, y después de haber hecho una megaruta turística por El Cairo. !!Y el tipo se quejó porque le pagamos poco!!
A mí lo más divertido me pareció que eran las caras de mi amiga cuando les gritaba en inglés que dónde nos estaban llevando...
Para los preguntones, esto fue lo más parecido a un secuestro que vivimos.
Total que vimos El Cairo copto (donde nos sentimos a salvo de la maldición de Alá, porque aquello es territorio de Dios, o si acaso de Yahvé) de noche, y resultó que no estaba tan mal, porque nos gustó más que luego cuando lo vimos de día. Igual el taxista inepto lo hizo a posta.
Pero al salir, la maldición continuó, como se verá en el próximo capítulo. Fuimos a comprar los billetes de tren para el día siguiente y luego intentamos salir a cenar con algunos amigos de H (y con una amiga de la becaria E que se había encontrado porque el mundo es un pañuelo) a un sitio super guay y super pijo a la rivera del Nilo, pero no hubo forma, así que acabamos cenando en otro sitio menos pijo y menos rivereño y yéndonos pronto a casa, porque al día siguiente...
Día 2: Alejandría

Durante la compra de los billetes sufrimos un poco de stress, porque los egipcios no entienden lo que significa hacer una cola. El caso es que el tío de dentro o lo hizo a posta, o también se estresó, porque nos dió los billetes separados. Al subir al vagón, nos lo dijeron, y descubrimos que, aparentemente, la única norma que respetan los egipcios es la de sentarse en el asiento que te han dado. Como nos movilizaron, pues nosotras también movilizamos, y eso resultó en una amena media hora discutiendo en árabe y en inglés con el revisor (que era muy lentito), al final logramos que una de nosotras al menos no se fuera al otro vagón.
Vaya forma de empezar la mañana.
Tras dos horas y pico llegamos a Alejandría, que nos pareció menos sucia y menos contaminada que El Cairo, aunque solo fuera por el mar. Es una ciudad bonita, aunque no queden demasiadas cosas por ver. Estuvimos visitando unas catacumbas, descubiertas a raíz de un burro engullido por la tierra, la columna de Constantino (? ya las confundo, con las que hay aquí...), la fortaleza mameluca y la biblioteca (por la noche, ya sabíais que lo iba a decir)... la verdad es que fue un día intenso, y sin incidentes con los taxis, lo cual supuso una mejora.
Si exceptuamos que un taxista nos llevó en dirección contraria hasta casi darnos de frente con un tranvía, que a su vez estaba apunto de atropellar un coche rojo que daba marcha atrás en medio de la calle.
No logramos ver el anfiteatro grecorromano, pero viniendo de dónde veníamos...
Y tampoco encontramos ni el faro ni al farero, para los preguntones.
Después volvimos a casa y la maldición seguía activa, porque tampoco estra vez logramos cenar en el sitio fantástico, y cenamos en casa, como cenan los autóctonos, de comida a domicilio, que les resulta más barato que hacer la compra. Además encargamos comida para las pirámides!!

Día 3: Las pirámides


Salimos por la mañana a las 9, con el guía de confianza (que la verdad, resultó ser un estupendo guía, supongo que no salió mal nada porque estábamos en territorios de Ra y no de Alá), hacia Gizá, previa parada a hacernos el carnet de estudiante (por supuesto, ninguna de nosotras lo es en sentido estricto, pero bueno, Everything is possible in Egipt, no hay más que ver las fotos de hace viente años de Mubarak, y comprobar lo joven que está). Primero montamos a caballo/camello. Yo iba realmente muy concentrada en no caerme (a pesar de que mi caballo no parecía estar disfrutando especialmente de la vida, el pobre), pero podía oír las voces de H y E desde los camellos... ¡ah, que se me come! ¡que me caigo!¡Qué hace este camello!! Fue un divertido paseo de no sé cuanto tiempo (ni en sudokus, lo sé) hasta llegar a un punto desde el que parece ser que se veían las pirámides, porque con la neblina/arena no se veían bien... hombre, pero algo se distinguía.
LLegamos hasta allí, y nos metimos en la pirámide, cruzándonos con una manifestación de españoles que estaban aprovechando el puente de la constitución. Un poco decepcionante, porque es un sufrimiento bajar dentro y luego subir (y para subir, lógicamente al contrario), y según vas bajando e intuyes las agujetas que vas a tener al día siguiente (y eso que en el gimnasio me matan a sentadillas!), por esos agujeros de un metro por un metro (eran los de los saqueadores, pero cómo demonios se llevaban las cosas??), y cada vez hay menos aire, y hace más calor, la cosa pierde mucho encanto. Y cuando estás dentro, te acuerdas de las historias que te han contado sobre el alma de los muertos tenía que volver a encontrar su cuerpo y te preguntas... y cómo salía? ¿y para qué quería volver? En fin. Egipcios.
Además, yo me imaginaba que era un sitio donde te podías perder, y había jeroglíficos... nada de eso. Sólo hay un pasillo, que es el que excavaron los saqueadores, y nada de dibujitos. Me figuro que en la pirámide de Keops, que no dejan entrar, habrá algo más.
Después de las de Giza, vimos la de Saqqahra, que mola muchísimo más, aunque es una pirámide escalonada, porque quedan más cosas, como la sala de las columnas, restos de la decoración, etc.. y luego la pirámide roja y la romboidal (de lejos, porque es zona militar).
Muy piramidal el día, vaya, y sobre todo, muy pero que muy cansado y lleno de arena. Sin embargo, el desierto me pareció distinto del de Túnez... es fascinante.
¡Lo mejor del día fueron los policías que patrullan a camello, por allí!
Ah, también vimos un pozo de petróleo... pero poco espectacular.
Y descubrimos que la gradación del cansancio es: cansado, derrotado, destruido, muerto. No sé en que grado nos quedamos exactamente (yo al final ya no sentía ni padecía), pero nos fuimos directas a comer al Fishmarket, que es un restaurante (glamouroso, por supuesto) en el que los camareros se insinuan con mucho arte, y te dejan elegir el pescado que quieres para cenar. Muy chulo, pero con mal pescado. Además, no tenemos claro qué fue lo que comimos... (una semana después, tengo claro que no nos envenenamos, no obstante).
Luego, fuimos a casa a ducharnos, a fin de dejar de oler a caballo/camello y a reírnos un rato con las fotos (y a preguntarnos, ¿por qué el guía que hablaba español todo el rato nos hacía fotos con el móvil? qué pesadito!), nos duchamos y salimos a tomar algo al sitio exclusivo (si!!!), que se llama... Sangría!! Y luego fuimos al también glamouroso Cairo Jazz Club, que era un bar normal, pero con mucho más estilo de lo habitual en el Cairo. La verdad es que el nombre me molba tanto que robé unas cerillas, no puedo con el glamour.
Lo mejor de la noche, las vistas del Nilo desde la orilla, porque los restaurantes guays están allí.

El Museo Egipcio y el resto de El Cairo


Bueno, con toda la buena intención del mundo, nos levantamos y nos dirigimos, llenas de agujetas hasta niveles insospechados, al Museo Egipcio... realmente no podíamos ni subir ni bajar las escaleras (lo cual tenía toda la pinta de poder degenerar en un problema grave de movilidad en el metro, la verdad). De hecho, lo que más nos gustó del Museo es que la guía te hace constantemente subir y bajar, y eso que son solo dos pisos!! (He aquí de nuevo la maldición de Alá) De todas formas impresionante, porque lo mejor de las tumbas está allí. Además, tiene mucho encanto el hecho de que las cosas estén como las dejaron los tíos que las descubrieron, quienes por cierto, las descubrieron por casualidad, porque es sorprendente el número de descubrimientos realizados por caballos que tropezaban... El caso es que hay restos de hace cinco mil años protegidos por unas maderitas y un candado herrumbroso... mucho encanto a la egipcia.
En la entrada hay que pasar cuatro controles de seguridad. De los cuales, nos podíamos haber perdonado tres y en el último nos dejaron entrar sonriendo, no sé si por ser chicas, o si por ser occidentales.
En fin, la tumba de Tutankhamon (que de maldita nada, era un faraón caca, además y el pobre murió con once añitos), alucinante, y las momias asquerosas, pero muy bien conservadas para tener hastas cinco mil añitos (y más)...
Hubo un momento en que me sentí como en el Prado, porque había un montón de gente dibujando.
Después, nos dirigimos renqueando (en realidad intentábamos correr, pero no había manera) al metro para ir al barrio copto, que como ya he dicho, nos gustó menos de día que de noche, aunque las iglesias, sobre todo la colgante, son muy bonitas. Nos faltó encadenarnos, eso sí, que es una tradición de allí. Y el árbol de la Virgen, que fué el sitio donde María se sentó creo que a beber agua al final de la huida (porque claramente, ya estaban en Egipto).
En fin, precioso.
Luego fuimos a buscar a H a la oficina, y de paso nos la enseñó (qué mona la tienen, una villita) y nos fuimos a comer y al bazar Al Khalili, donde nos fuimos directamente donde Jordi, que es un egipcio casado con una española que tiene precios fijos (es un cansancio tan grande regatear, y siempre te engañan al final) e hicimos las compritas. Estupendo algodón, tenía razón la madre de mis niños, es el que tiene mejor calidad del mundo. Luego buscamos unas mujeres que nos hicieran un dibujo con henna en la mano y volvimos a casa con la mano en alto y esquivando las proposiciones de amor de los lugareños en el bazar.
Íbamos a ir a un espectáculo de danzas tradicionales (con derviches y eso!!) con cena en el Nilo, pero debido al incidente del billete no pudo ser.
Cuando íbamos a comprobar la hora de salida de nuestro avión (se suponía que yo me iba con E, vía Atenas), resulta que la fecha de los dos era distinta. Cuando hoy la frase "tú volabas anoche", se me amontonaron en la espalda todos los escalofríos del mundo. Pasé instantes de pánico, de verdad. Es que siempre me tiene que pasar algo en los viajes, no hay forma de tener uno normal. Con el cabreo consiguiente con los de la agencia, porque me había ido a comprar el billete a la agencia precisamente para evitar estas cosas!!!
Después de los instantes iniciales de pánico, las chicas me calmaron (qué monas que sois) y miramos que había plazas todavía en el avión, con lo cual en el peor de los casos, podía comprar otro billete.
Fuimos pronto al aeropuerto, con el taxista de confianza (que debe odiar ya a H, que le ha deshecho un montón de citas) que también me dijo que no me preocupara, y en el aeropuerto, por 547 EGP me cambiaron de fecha el billete y me dejaron subir al avión. Hay que fastidiarse (los que me conoceis ya sabeis que yo no diría nunca ese verbo en esta frase, y menos estando enfadada) con los inútiles de la agencia. Les monté el pollo al volver, pero no me sirvió de nada. (Tengo que ponerles una denuncia en alguna asociación de consumidores o algo).
El viaje de vuelta fue una matada; para no variar, se me acabó la batería del móvil, también. Y llegué a Roma puntual (más o menos) y con cinco cafés en el cuerpo (a pesar de que en el segundo avión los muy perros no me había despertado para desayunar), entrando victoriosa por la puerta de la ofi a las 12:30, sintiéndome solo media persona...
Lo mejor del viaje de vuelta, el zumo de tomate.

Postrimerías


La vuelta al trabajo no ha sido tan traumática como esperaba, aunque me he encontrado con un marrón imprevisto, que algún día contaré, si mis fuentes no me matan antes. Cuando miro mi mano pintada con henna, me pongo contenta enseguida.
Ya he revelado casi todas las fotos (qué bonitas!) y tengo que seleccionar las que quiero imprimir de las digitales, que son muy bonitas tb. La verdad es que me he quedado con la sensación de que quiero volver a Egipto, porque hemos dejado un montón de cosas por ver, y lo hemos pasado genial.
Un viaje especial, diría yo.
¡Estoy en el camino de encontrarme a mí misma, estoy convencida!

Ahora Roma me parece un poco sosa, la gente no pita tanto, no hay que pelearse con los taxistas... se me ha despertado la sed de aventuras. Para saciarla, el domingo me voy a una ruta por el Coliseo en la que nos van a hablar de ritos secretos, y ya tengo planes para el año que viene, en cuanto cobre en enero los formalizo: Alemania en enero, Estambul en marzo y Atenas en mayo (¡me voy a ver Eurovisión!), más las visitas...
¡¡¡Tengo que darme mucha prisa en mejorar haciendo fotos!!!

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