Promesas de amor eterno que duran un fin de semana

El mayor cínico de la historia acabó en la cárcel por amor.
He aquí donde reside el peligro... al final, el enemigo acaba por atraernos y lo conocemos casi tan bien como a nosotros mismos. Lo cual, en puridad, no es decir mucho. Cómo debe ser caer en las propias redes de la ironía que se ha tejido, cuando no se puede seguir negando que dentro hay un corazón que late y siente. Cómo debe ser traiciornarse a uno mismo, aún cuando se sepa que la traición estaba preparada desde el principio.
Y a pesar de saber todo esto, uno prepara sus propios escudos, sus tímidas defensas, sabiendo que son inútiles, que nada, al final, puede salvarnos del dolor y de la alegría, que nada podrá evitar que al final dejemos de fingir y busquemos aquello que nunca se encuentra.
No existe el amor perfecto, es una trampa de la imaginación. Cómo va a existir en un lugar donde las personas son tan ruines de hacerse tanto mal unas a otras, cómo va a existir ese amor absoluto en un mundo lleno de imperfecciones horribles? Cómo va a amar absoluta, ilimitadamente una persona, que está sujeta a limitaciones? Es la paradoja del amor perfecto, que no existe, ni puede existir, pero que todos buscamos, de una forma u otra.
Darlo todo por una persona, darlo todo por ver su risa una vez más, por oír su voz una vez más, por sentir su piel una vez más... y después sumergirse en la oscuridad para siempre, permanecer perdido y fuera del recuerdo durante toda una eternidad, cuando esa palabra se nos escapa. ¿Qué es ese todo que estamos dispuestos a dar, cuántas últimas risas estamos dispuestos a buscar? ¿Cuánta oscuridad estamos dispuestos a soportar después de eso?¿No puedo o no quiero amarte más de lo que te amo? No quiero perderme a mi misma en este maremágnum de sentimientos sin sentido, no quiero olvidarme de lo que soy y de dónde he llegado, e ignorar aquello que está por llegar; no quiero volver a ver las cumbres del amor y las profundidades de la desesperanza. Es tanto más fácil recordarte, pensar en lo que pudo ser y no fue. Es tanto más fácil vivir con la costumbre del perfecto amor soñado que con la certidumbre de que el amor que tenemos no es perfecto.
Esta es, tal vez, la última vez que lo medito, aunque será la primera de tantas otras en las que acaricio mi certeza de que no puedo amarte más de lo que lo hago. No quise nunca conformarme. Me dijeron que nunca sería feliz porque no me conformaba con nada. No seré, pues, feliz. Sigo sin quererlo, uno nunca se puede conformar sino cuando se siente derrotado. Comienzo a intuir mi derrota, y es mejor, quizá retirarse antes de tener la certeza de que se ha perdido irremediablemente. No me conformo a vivir sin ese amor perfecto, por eso tengo que protegerme de él, porque es probable que no aparezca nunca, no puedo esperar eternamente, a oscuras en este lugar brillante que es el mundo. No eres tú quien debía traérmelo, y yo cada vez distingo mejor un destino gris delante de mí. Al final, todas las soluciones llevan al mismo fin, a una puerta que se cierra, a una mirada que se pierde en mi memoria mientras te alejas escaleras abajo, a un recuerdo que alguna vez se perderá en el espacio. A las frases que me dijiste y que yo te dije, y a las que se quedaron flotando en el ambiente. A las que nunca nos dijimos, por miedo a que este fuera y no fuera, todo a la vez, ese amor perfecto que nos acaba perdiendo en la desesperación.
Y cuando te intuyo cerca, me alejo. Me lo reprochas con la mirada, pero no puedo conformarme. Quizá es un error, el amor no lo es todo en la vida. Quizá... quizá los recuerdos son lo único que nos impulsa hacia delante. Quizá sería mejor si no hubiera visto nunca el brillo de tus ojos aquel amanecer. El mismo gesto repetido una y otra vez, en miles, millares de ojos, por los siglos de los siglos, en toda la historia de la humanidad. El mismo error cometido una y otra vez, por nosotros, pobres humanos, buscando, al fin y al cabo, la eternidad de un momento. Pero los momentos, como los grandes amores, no existen.
Noto las raíces frías del cinismo que se asientan en mis sentimientos, y no puedo ni queiro evitarlo, así cómo no puedo ni quiero quererte más de lo que lo hago. Pero no debo olvidar que el mayor cínico de la historia acabó en la cárcel por amor. ¿El conocimiento es o no es una maldición?

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