La matanza de Texas en mi baño...

Es lo que tiene vivir con un psicópata en casa. Que tarde o temprano, te la lía y te encuentras el baño lleno de rastros de sangre. Puaj... y ¿qué puedes hacer? Pues miras a ver si se puede limpiar, y le perdonas, porque no es culpa suya... al menos, no del todo.
Pero empecemos desde el principio.
El día prometía ser tranquilo cuando decidimos salir a comer. Era uno de esos domingos que se te van sin saber muy bien cómo, de esos que parece que las horas sólo duran tres cuartos, y hacía solito pero no calor, perfecto para dar una vuelta antes de ir al restaurante donde habíamos quedado con unos amigos. Así que Fkroun y yo salimos pronto y nos dimos el paseíto, y compramos unos cuantos libros y disfrutamos del aire dominguero. Luego comimos (almorzamos que le dicen aquí, que suena más exacto, que no más correcto) y echamos la sobremesa tranquilamente, ajenos al drama que se desarrollaba en casa.
Tardamos unas tres horas y media en volver - hay que decir que, si no eficientemente, la matanza se desarrolló de manera rápida. 
Cuando entramos en casa, nada indicaba los funestos sucesos que habían acaecido. El psicópata vino a recibirnos a la entrada con su mejor sonrisa, como si no hubiera sucedido nada. Confiados, entramos en el apartamento a dejar las cosas que traíamos: unos libros, el resto de comida del restaurante (nueva táctica para pedir menos, que es nuestro defecto restaurantil preferido), una botella de agua... 
Los primeros signos de que algo iba mal empezaron en el dormitorio... ¿qué es esa marca en el joyero? ¿Y esa en la pared? 
La puerta del baño estaba entreabierta (nota mental: las puertas entreabiertas siempre son malas), así que terminé de abrirla para entrar y de repente, un remolino de plumas. 
Y el psicópata entró en el baño detrás de mi, todo orgulloso de su obra. "Os he cazado la cena, pero no la he rematado". El pobre pájaro, medio muerto de miedo, seguramente arrastrado al baño por este psicópata felino, se dió un golpe en la cabeza intentando huir (por el techo?) y a estas alturas dejaba rastros de sangre por todas partes... 
Diez minutos nos costó sacar al gato por la puerta y a la paloma por la ventana. Y el baño se quedó que daba miedo entrar con tanto restregón de sangre. Puaj. Suponemos que el pájaro sobrevivió, pero no sabremos nunca, y la policía no ha venido a buscar al psicópata. 
No penséis que aquí el felino es un gran cazador; más bien al contrario, seguramente porque le separamos demasiado pronto de su familia. Pero las palomas estas no son los bichos más despabilados - siguen viniendo en grupo a nuestra terraza, a pesar de la amenaza felina y del hecho de que tienen otras catorce terrazas igual de cómodas y menos peligrosas. Los colibríes dejaron de ser objetivo en cuanto Clyde descubrió que volaban rapidísimo. Estas palomas... en fin, es una mala conjunción. Ahí tenemos pintura de reserva para pintar el baño de nuevo si hace falta.

       Psicópata felino escondido a plena vista

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