La hora misteriosa

Tenía pensado empezar como la canción de Sabina, pero en realidad el mes de abril no me lo robó nadie... el mes de abril, que lo recuerdo más bien como si hiciera dos o tres años que pasó, no me lo robó nadie, sino que me lo pasé corriendo entre unas misiones y otras. Hasta que me llamaron para que me fuera ayer a una misión de emergencia, que, sinceramente nadie se esperaba y de la que, aún ahora, no creo que nadie tenga una visión completa. Así, es como han pasado sin que me enterase, los meses de mayo y junio y casi que julio. Os lo prometo, de verdad, ayer era abril. y no me cuadra lo que dice el calendario.

Cuando me llamaron, como siempre, cogí un avión o más bien varios y llegué por los pelos a una dimensión todavía más paralela que mi dimensión paralela de siempre.
Recuerdo tantas cosas de estos dos meses y medio, que no recuerdo nada. Y ahora que vuelvo y encuentro que la vida en esta dimensión paralela casi no ha cambiado (tanto o tan poco que con cinco minutos ya estoy puesta al día, como en los culebrones), me pregunto si no es que me he imaginado todas esas cosas.

Los días que se estiraban hasta el infinito y no terminaban nunca y las semanas que se pasaban a una velocidad supersónica: mucho más rápido que los cinco minutos de por la mañana y a la vez mucho más lentos que los diez minutos antes de irse de vacaciones... Siempre que me pasa algo así me acuerdo de un ejemplo que nos ponía un profe de matemáticas en el instituto (entre una anécdota de fútbol y otra).
Es un ejemplo que me gusta mucho, pero que siempre me ha dado vértigo, porque es de esas cosas que pensarlas es como andar sobre la cuerda del funambulista sin red ninguna. Se trata del proceloso mar de los números. Los números no solo se extienden hacia el infinito en las dos direcciones, positiva y negativa (digamos las direcciones horizontales, para mayor comodidad), sino que además, se extienden hacia el infinito hacia arriba y hacia abajo también, porque entre el 1 y el 2 hay una secuencia infinita de números pegaditos pegaditos unos a otros... es, sin duda, un mar infinitamente proceloso, que se extiende en todas las direcciones... a lo ancho, y a lo largo.
Casi casi, como el tiempo.

Pero las aventuras del tiempo chicle no ayudan a explicar la cosa más rara que me ha pasado en los últimos dos meses y medio, y es la misteriosa desaparición de una hora. En Túnez es una hora menos que en España. En Argelia, es una hora menos que en España. Cuando vuelvo de Túnez a Argelia, no cambio la hora de ninguno de los relojes, y además me paso el primer día dormitando sin hacer nada productivo... a la mañana siguiente, el despertador suena a las siete. Pero no son las siete; son las ocho. O me he pasado dos meses y medio con una hora de retraso, o alguien me ha robado una hora?!

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