Testigos pagados

Yo en mi vida de clase media normal, no había tenido nunca servicio en casa. He tenido asistentas en casa, diversas, de varios colores y tamaños, y con muchas o pocas manías – seguramente las que más han sufrido mis manías de gato han sido ellas, pero nunca se han quejado – las he tenido con espíritu de decoradoras y de bulldozer, pero en el fondo nunca han sido servicio en mi cabeza, porque nunca se han quedado a dormir en casa. Ahora tenemos gente en casa las 24 horas del día y me acuerdo de lo que decía mi bisabuela – dice Filomenita, porque la buena señora y yo nos cruzamos en este mundo, que el servicio son testigos pagados.
Los guardas dan un saltito – unos saltan más que otros, no sé si tendrá una especie de ranking entre ellos, pero me puedo imaginar que sí, porque se esmeran mucho – cuando entro por la verja con el coche. Saltan y saludan a lo militar mientras yo les dijo "hello" con mi mejor sonrisa, porque no puedo saltar estando sentada al volante y además no tengo muy claro el protocolo para devolver un saludo semejante. Abren la mirilla – un agujero en la puerta, mas bien – muy serios y vienen corriendo a decirnos quién está esperando, aunque la mitad de las veces es el fontanero, el electricista o el albañil – ese es un caso aparte, como albañil de pura cepa que es-, que los conocen
de sobra porque llevan quince días por aquí dando martillazos y arrancando árboles parásitos – nos dijo la paisajista, y la verdad, ahora que los hemos arrancado, creo que debía haberlo comprobado en
google al menos. Creo que estos guardas serían muy eficaces contra el cobrador del frac. En todo caso, no hemos tenido ninguna alarma – ni falta que nos hace -, pero me han dicho que son bastante
espectaculares; entran como si fueran comando y se esconden tras los árboles con la cara pintada – debo decir que lo de la cara pintada lo he añadido yo, pero me los imagino. Luego cuando les dices que no es el botón de alarma, que lo que pasa es que se ha ido la luz – que pasa bastante a menudo – se van a su cuartelillo desilusionados.
El gato desconfía mucho de ellos. Creo que no tolera que nadie salte más que él en casa.
Además de los guardas, tenemos un jardinero/conductor y una – cómo decirlo – doncella, mujer de la limpieza? En la entrevista nos dejó muy claro que ella no cocina más que para su marido porque no le gusta y lo hace muy mal. De resultas, su marido está delgado como un clavo. Menos mal que a nosotros nos gusta cocinar. La pobre nos confesó que nunca había tocado una lavadora y que esperaba aprender a usarla. Creo que de momento, la pondrá el Simpa – que parece mentira, pero le
encanta poner lavadoras – y que ella planche, que es lo que nos hace falta. Esta mañana se ha dedicado con mucho énfasis a dejar como los chorros del oro la cocina y el baño. Al jardinero/chofer tenemos que encontrarle ropa, porque el Simpa ya ha dicho que no le va a dejar que le lleve por ahí con una camiseta de quién sabe qué equipo de futbol inglés – que es, creo, el atuendo más popular para trabajar en este país – si todavía fuera del Madrid… - pero la verdad es que yo no me lo imagino al pobre con una camisa blanca. Ahora ya no se les oye; es por la noche y en este país la gente se acuesta con las gallinas.
No es que seamos de los que pasean desnudos por casa, pero en cualquier caso, si nos diera por ahí, no es el momento de hacerlo. Clyde recela de ellos todavía – claro que es parte de su trauma
continuo de cambiar de casa una vez al mes. Pero sobre todo, me pregunto, qué secretos nuestros van a dejar de ser nuestros para poder tener un jardín cuidado y alguien que lava los platos en nuestro lugar.

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