Varada en NYC en tres movimientos


Este no es para nada el primer post que yo esperaba subir en 2009. Este es un post completamente accidental. De hecho, tengo a medio escribir el primer post de este año, que claro, ya no lo va a ser... Todo es un poco raro de un tiempo a esta parte, es un poco como estar en el limbo... no sé si ello afecta a mis augurios sobre el año que entra...

Movimiento I, allegro

Llegamos con tiempo al aeropuerto. Está claro que me da mala suerte, hacer estas cosas. El vuelo de Air France estaba retrasado, porque con menos ocho graditos que hacían en Paris, pues había un poco de nieve. Y ya se sabe, los aviones, son de clima cálido. Curiosamente, los vuelos internacionales (uséase, fuera de la UE, que ya parece que nos vamos acostumbrando a la idea) no están retrasados, con lo cual mi tránsito pasocómodamentedeunaviónaotro se transforma en un comonocorrasportodoelaeropuertonocogeselavión

Con una tos del infierno, gracias a un tremendo constipado/gripe (mal rollo, que te dejen subir con gripe en los aviones, así se producen las pandemias, hombre) cruzo a galope tendido todo el santísimo Charles de Gaulle (que no es moco de pavo, creedme, hasta el trenecito ése del demonio tuve que coger. Y digo yo, no lo podían haber llamado Napoleon Bonaparte y haber hecho más pequeñito el aeropuerto?) y logro subir la última en el avión. Las de al lado me miran sospechosamente cuando el comandante dice (literalmente): 
- Estimados señores viajeros, les informamos de que el abordaje de pasajeros ha terminado. No obstante, estamo esperando que se carguen las maletas de algunos de los últimos llegados".

Afortunadamente, la sospecha en seguida se desvanece cuando el azafato me da las gracias por haberle cambiado el asiento a una señora, para que viajara en el mío junto con su madre. Durante el vuelo me arrepentí, aunque eso es otro asunto. 

(Tangencialmente, me pregunto por qué la gente se niega a cambiar su asiento en los aviones. Qué, que la fila 29 no llega al mismo destino que la 28? Con lo supersticiosa que yo soy para algunas cosas, para esto no, oiga). 

Nos dan de cenar, y el efecto combinado del antigripal, un gintonic y el rollo de película que me pongo, hacen que me duerma. En ése preciso momento en que la realidad comienza a hacerse difusa y uno sientos los cálidos brazos de Morfeo que lo arrullan, la pasajera de la ventanilla necesita ir al baño. 

Me vuelvo a ennganchar a la película, cuyo poder soporífero empieza a hacer mella en mi interés por el argumento. Cuando me acurruco bien para dormirme, la pasajera de la ventanilla decide que es hora de escuchar música y al revolverse para cambiar la tele, me saca de mis ensoñaciones con un golpe. La miro bien y detecto que ya no es una pasajaera normal, sino que está gorda.

Refunfuño, decido que la película no sirve ni para dormirse y busco algo aún más aburrido. Durante la búsqueda, la pasajera de al lado se queda inmóvil un buen rato (para que me confie, imagino). Después de encontrar otra peli que me parece inspiradora de sueño, saco mi segunda mantita (hace frío, será el constipado/gripe), me la echo por encima y mi búsqueda de postura coincide con que la pasajera de la ventanilla necesita ir al baño de nuevo. Aprovecho y voy yo también, pero parece que hay cola. El azafato, que aún me está agradecido por haberle cambiado el asiento a esa mujer, me indica (aunque estoy la última de la cola) donde hay otro baño libre y voy (el constipado y la gorda de al lado han despertado mis sentimientos egoistas). Según me estoy sentando, aparece la pasajera de la ventanilla. Está gorda y además es fea, la mujer. 

Decido que con el sueño que tengo, ya no necesito ninguna pelicula para dormirme, así que apago la tele. Como observo que la pasajera de la ventanilla anda tocándole el trigémino a su pantallita, me pongo el antifaz y me arrellano en el sillón. Un rato indeterminado después, me despierto porque he perdido la sensibilidad del brazo derecho. Si ponen pantallas táctiles en todos los asientos, no podían hacer los asientos diez centímetros más anchos? Miro a la gorda de la ventanilla como si ella tuviera la culpa de todo, porque al fin y al cabo, una vez más, qué más le da?

Me vuelvo a dormir, y al cabo del rato (otra vez indeterminado), la pasajera de la ventanilla, sin duda en venganza por la última mirada injusta, me despierta para ver si quiero desayuno... como no tengo fuerzas de mandarla al cuerno ni me acuerdo en qué idioma se entendía con los azofaifos, me vuelvo a echar el antifaz y la manta y maldigo a todos los moscardones de avion que debían haberse quedado en su casa. 

Al cabo del rato, aterrizamos en un estado de semiinconsciencia (al menos mi persona) y nos dirigimos a las aduanas, que pasamos sin mayor contratiempo que buscar el papelito verde en un idioma que se entendiera. Después del tejemaneje habitual del aeropuerto, en un taxi, llegué a casa de mi amiga en la gran manzana, que me esperaba medio dormida, dadas las horas que eran. Menudo barrio, esto está muy bien!! La casa es como en las películas (para variar), con dos escalones en el salón y una barandilla de forja preciosa. Si yo viviera aquí, no me podría concentrar en nada, mi imaginación peliculera no me dejaría. Me meto en la cama, a dormir imperturbada, por fin, durante ocho horitas... al rato me despierto. Echo de menos a la gorda de la ventanilla... 

Movimiento II, desastroso

En realidad la mañana empieza bien, nada que ver con cómo va a terminar el día. Desayunamos, recordamos, nos reímos, y llegado el momento, nos despedimos y me subo a otro taxi, cuyo taxista me comenta lo mucho que está lloviendo esta semana. NYC no es una ciudad para la lluvia, la verdad, se vuelve muy triste y le sale el espíritu indiferente hacia las personas.

Llego sin mayor incidente (esos estaban reservados para luego) a los mostradores de Continental (los mismos que hace menos de tres meses estaba aquella panda de mexicanas pijas que no podía facturar todas sus compras) y cuando la señorita me lo indica, me paso a la máquina de check in... y entonces empiezan los sudores fríos. No solo no encuentro mi reserva de vuelo, sino que tampoco el pasaporte. Después de años de experiencia de perder cosas, mi cabeza hace sola el ejercicio, y recuerdo que no he visto la bolsita donde llevo esas cosas en casa de mi amiga. Es más, la última vez que la vi, fue saliendo del otro aeropuerto... maldito sueño, seguro que se quedó en el taxi... Ningún alma me lo ha traido de vuelta, cosa que no esperaba razonablemente, sino en virtud de mi proverbial buena suerte... o sea, que estoy en un aeropuerto de NYC sin pasaporte. Ops. Enorme ops. 

Ya me han pasado las tres cosas que a uno le dan miedo y que piensa que no le van a pasar si tiene suficiente cuidado. Ya me dormí en un examen, ya pedí un avión, y ya he perdido el pasaporte en un país extranjero.

A todo esto, probablemente ya os he contado que además yo tenía la gripe o lo que fuera. 

El caso es que, después de entrar en shock, y cabrearme conmigo misma (porque hay que ser bruta para perder así el pasaporte) me voy al consulado. Mi calamitoso aspecto griposo es de un moderado apoyo, así que después de seguir las instrucciones que me da el señor del consulado, salgo disparada del consulado, para lograr hacer todo. Además, les dejo las maletas ahí, con lo cual ya puedo volver antes de que cierren!

Así, logro conocer una comisaría americana por dentro (bueno, dos, porque en la primera no me atienden porque no es su zona. O sea, que como te intenten matar, no te confundas de lado al dirigirte a la comisaría, o te mueres esperando) y confirmo mi impresión de que este país, es tal y como sale en las películas (de momento no he visto ningún alien, pero no dudo de que lo veré en breve). En total, corro varias veces por el arco de veinte calles, con un frío que pela, con una lluvia helada que me cala hasta los huesos y con una tos de perro de esas que dan miedo... Si no me muero de esta, salgo reforzada.

El caso es que mi pasaporte va a llegar la semana que viene, así que aquí estoy, atrapada en NYC... 

Movimiento III andante contenido

Así que ahora estoy en un apartamento de película, viendo nevar por una ventana, en una situación absolutamente irreal, como si el mundo se hubiera parado allá fuera.
He descubierto que detrás de los decorados de las películas no hay solo cartón piedra, hay todo un mundo de cosas y personas... casi casi dan ganas de explorarlo...
El postergar continuamente las cosas, aumenta la sensación de tranquilidad. En realidad, no hay que hacerlas nunca... al menos, aquí, en el lado irreal del mundo, una mezcla entre el limbo y la casa del cambio... en cualquier caso, un remanso de paz antes del final.

Comentarios

GASOFIN ha dicho que…
Aaayyyy...Está visto que la casualidad se empeña en ser tu amiga inseparable, no? Menos mal que eres una mujer de recursos, con buenas amistades hasta en el infierno, como dice la vieja cita :)

La gripe está visto que es una maldición que hace su aparición en el momento menos oportuno, no crees? Menos mal que el idioma no es una especial barrera para ti en NYC...Eso sí, si te das cuenta se parece a Madrid, no está preparada para la lluvia. Ah!! Aquí también estamos medio congelados, qué tal te suenan -4ºC a las 10 de la mañana?

Un abrazo y que te recuperes pronto
Anónimo ha dicho que…
Vaya aventura, no?!

Parece el guión de un peliculón Holliwoodiense: "Perdida en NYC"

Me alegro de que todo se solucionara, cuídate la gripe!!!

Un besazo

Irene Minerva

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