Un plan perfecto

El plan era perfecto, no podía fallar. Habíamos calculado todas las eventualidades y estimado las posibilidades de una u otra variante; habíamos previsto soluciones de contingencia y coordinado todos los elementos. No quedaba ni un cabo suelto, habíamos preparado todo hasta el último milímetro y la última gota.

Como el Coyote y el Correcaminos, vaya.

Tenemos un intruso en casa: una gata ninja que entró cuando era un minimo monísssmo y pensábamos que eventualmente un día podríamos convencerlos de dejarse tocar y convertirse en esa forma de vida casi divina de los gatos domésticos (porque seamos sinceros, un animal doméstico que te adopta a tí, es algo casi divino!). Pero no, creció igual de desconfiada que de micho, con el agravante de que aprendió a esconderse mejor y correr rápido como la madre que la trajo (que cualquiera sabe por qué nos la dejó en el jardín). Os aseguro que el término ninja no es gratuito, estoy segura de que más de una vez se ha quedado en equilibrio en el techo mientras entrábamos en una habitación, aunque en lo que más se especializa es en esconderse y fingir que no está hasta que puede salir corriendo a comerse la comida de Bonnie y Clyde, que a pesar de sus nombres, son bastante pacíficos. Pero lo que más molesta es que sea una descarada y se asome a la puerta del salón cuando estamos viendo la tele para salir corriendo en cuanto la miramos.

Hace un par de semanas decidimos que dos gatos y dos mininos (en vías de adopción) son demasiado en casa, como para encima tener una intrusa fantasmal. Así que decidimos echarla. Lo hemos probado todo; mojarla si se pone a tiro, hacer ruido, pedirle a Bonnie y Clyde que la convenzan de no venir (esto último no ha funcionado demasiado bien, Clyde nos miró con cara de aburrimiento y bostezó enormemente y Bonnie se dió la vuelta y nos enseñó su cola con la clase que le caracteriza).... nada ha funcionado.

Así que decidimos pasar a la acción. Ayer por la tarde, la pillé dentro del salón y cerré la puerta. Cuando el Simpa volvió de la calle, le expliqué mi plan maléfico: cerraríamos todas las puertas y la ventana de la cocina por la que siempre entra; yo le impediría el paso a la cocina por el vano sin puerta (porque si entra en la cocina, nunca más volveremos a verla, los mejores escondrijos están allí), y dejaríamos abierta sólo la puerta de la entrada. No tendría más remedio que salir de la casa y de nuestras vidas.

Así, el Simpa armado con una escoba (porque la escoba es a los gatos como la bala de plata a los hombres lobo) y yo con una sábana verde kiwi (antes muerta que sencilla), nos dispusimos a poner el marcha el plan magistral.

Después de dos minutos haciendo ruidos guturales en el salón sin que la ninja diera señales de vida, cuando las acusaciones de "el bicho no está ahí dentro" ya estaban a punto de caer sobre mi persona y a mi ya me estaba entrando miedo, el bicho no pudo más con el terror y salió disparada a ras de suelo. Su primera reacción, como bien habíamos previsto, fue correr hacia la ventana, donde se encontró conmigo, gritando, gesticulando y agitando la susodicha sábana verde. Giró en dirección contraria, donde se volvió a encontrar con la escoba y las piernas larguísimas del Simpa. Finalmente, se dirigió a la puerta, salió a la entrada y entonces falló el plan perfecto.

A pesar de nuestros cálculos, se nos había olvidado el árbol del jardín. Pero a ella no se le había olvidado.

Trepó como una flecha y se subió por el muro a la casa. A pesar de los escobazos del Simpa, de un solo salto enorme, limpio y perfecto, alcanzó el techo de la casa, y de ahí, sana y salva a su escondrijo en la palmera del patio. Nunca sabremos donde está su madriguera, he ahí el encanto de un ninja.

Cuando por fin nos dimos la vuelta, sábana verde y escoba en ristre, vimos a los pobres Bonnie y Clyde aterrorizados dentro de la casa, huyendo despavoridos preguntándose qué clase de ataque gaticida nos había dado. Media hora nos costó tranquilizarlos, y Clyde todavía nos mira por el rabillo del ojo cuando no está despatarrado en el sofá durmiendo.

Por la noche, cuando iba a acostarme, vi una sombra furtiva que se deslizaba por el pasillo.

Lo que más rabia me da es que seguro que anda riéndose de las pintas que debíamos tener pegando gritos y blandiendo escobas... Algún día te pescaremos, golfa. Y probaremos que las personas son más listas que los gatos. Casi siempre.

Comentarios

kika... ha dicho que…
No, si las personas son más inteligentes... pero las gatas ninja son más rápidas...

besos,
K
Arquero ha dicho que…
Jaja. Tú siempre apuntando a lo fácil...

Abrazo bat.
Lilith ha dicho que…
Bueno, al final repetimos la estratagema pero cambiando el final y logramos meterla en un saco marca ACME para llevarla lejos de casa (pero en un lugar donde le den de comer, a la pobre), y lo logramos. Si vuelve, hemos prometido adoptarla y llevarla con nosotros.

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