Ganas, ganas, ganas de escribir!
Creo que he explicado este proceso muchas veces: es raro cuando ganas de escribir, inspiración y tiempo se juntan. Sólo entonces, tiene lugar la magia de plasmar las ideas como quieres sobre el papel, o dentro de la pantalla, o donde sea. Si no, pues salen pifias.
Tener ganas de escribir e inspiración pero no tener tiempo, es frustrante, como tener hambre y pasar por delante de un buen restaurante pero no tener un chavo. Tener ganas de escribir y tiempo es como pasar delante del buen restaurante pero con una diarrea galopante que te impedirá pedir cualquier cosa de las que hay en el menú. Tener inspiración y tiempo y no tener ganas de escribir es como un largo domingo apático en ese momento en que te das cuenta de que ya son las nueve y media de la noche y mañana trabajas.
Bueno, en mi caso yo normalmente ya he trabajado todo el día.
La última vez que vine de la piel de toro, me vine con un cargamento de libros en la maleta, muchos de ellos seleccionados casi que al azar por su título más o menos evocador. Evidentemente, me he traído muchas mierdas. Me molesta profundamente la gente que escribe libros malos, porque no hay ninguna necesidad. Abultan, cogen polvo y se utilizan árboles del Brasil para imprimirlos. Y luego, lectores inocentes como yo, los compran porque tienen un título interesante y quedan decepcionadísimos.
Claro, también es culpa mía, porque además de escogerlos por el título y leer la sinopsis, a veces me dejo llevar por el comentario del Times de South Hampton ha dicho: "Lo mejor que ha parido madre desde la sangrienta serie para adolescentes de Fulanita Menganez!" Y no es que me crea el comentario: más bien me compro el libro para poder tener razón al llevarle la contraria: pues menudo bodrio y menudo criticucho debe tener ese periódico. Claro, nunca lo sabrán, porque no tengo tiempo de escribir a los periódicos a llamartes idiotas a todos muy educadamente. Y desde luego razones no me faltarían, porque se publica cada noticia...
Pero no me quería meter con los periódicos, sino con los libros, y en particular con las editoriales.
Hace poco leí una entrevista donde un falsario de un editor decía que los libros en red no acabarán con los libros en papel (en eso estoy de acuerdo, porque al que de verdad le gusta leer, le gusta oler el libro y tocar el papel), y que (aquí comenzamos a disentir) el problema de la publicación por internet es que la editorial pierde su rol, y que el papel de filtro de las editoriales no lo suple nadie y es importantísimo.
Vistas las mierdas que se publican, no sé a qué papel de filtro se refería este señor. A no ser que filtro sea publicar los libros que están de moda este año: ahora están de moda los libros sobre vampiros (otra vez), seguimos con las improbables conspiraciones de tipo histórico con títulos que ya rozan la estupidez más absoluta (estoy esperando El secreto Inca de los Rolling Stones), y todo tipo de disgresiones más o menos obsesivas (o conspiranoides) sobre la crisis mundial y su relación con el fin del mundo. Más los sempiternos libros de jardinería y cocina que tanto nos ayudan en la decoración de un hogar.
Las editoriales filtran igual que filtran las casas de discos, pero para mal. Hay, que haberlas haylas, editoriales serias que todavía son fieles al lector inteligente, pero las pobres irán desapareciendo, porque su público es cada vez más reducido (gracias a la ESO). Así, tenemos el Código da Vinci, que es a la literatura como Bisbal (o cualquiera de sus mucho menos célebres colegas de concurseo) a la música.
Todo ello, por no ponerme, en el colmo de la redichez, a citar innumerables ejemplos de libros que nadie quería publicar en su día.
Eliminamos el papel de filtro de las editoriales, y que nos queda: que va uno a la librería de turno y no encuentra más que bazofia a la moda seleccionada por algún señor en un despacho oscuro. El entrevistado en cuestión decía que el problema de la democracia de la publicación es que ahora también puede publicar Pili la del pueblo, que no tienen por qué ser buena. Claro, igual que Dan Brown no es bueno y aún así le publican. Ante el dilema, prefieron que me den a elegir entre Pili la del pueblo y Dan Brown, porque a lo mejor me gusta más lo malo conocido que lo malo extranjero.
Lo que no ven las editoriales, igual que no lo ven las casas de discos, pero que sí lo han visto las marcas de ropa (quizá porque la cosa fue más lenta) es que no se puede parar la descarga por internet y la publicación por internet, pero se pueden buscar nichos de mercado y ofrecer servicios de calidad. Porque yo, que soy una buena lectora, podré leer sin compromiso a Pili la del pueblo por internet, pero me compraré en libro lo que salga de uno de mis buenos autores preferidos, sin leer ninguna cita extraña del Times de South Hampton, porque sé que es bueno y será probablemente interesante (aunque a veces me equivoque). Es más, si la encuadernación es buena, a lo mejor hasta me lo compro en tapa dura. Y mientras tanto, en lo que va de aó me he comprado varios libros al tuntún, por comprobar, cosa que seguramente no repetiré; pero me he bajado muchísimos más de internet!
En conclusión: ojalá se escribieran los libros sólo los libros que alguien tiene necesidad de escribir y si la democracia literiaria lleva a que se publiquen bazofias, por lo menos que me las dejen elegir a mí!
Tener ganas de escribir e inspiración pero no tener tiempo, es frustrante, como tener hambre y pasar por delante de un buen restaurante pero no tener un chavo. Tener ganas de escribir y tiempo es como pasar delante del buen restaurante pero con una diarrea galopante que te impedirá pedir cualquier cosa de las que hay en el menú. Tener inspiración y tiempo y no tener ganas de escribir es como un largo domingo apático en ese momento en que te das cuenta de que ya son las nueve y media de la noche y mañana trabajas.
Bueno, en mi caso yo normalmente ya he trabajado todo el día.
La última vez que vine de la piel de toro, me vine con un cargamento de libros en la maleta, muchos de ellos seleccionados casi que al azar por su título más o menos evocador. Evidentemente, me he traído muchas mierdas. Me molesta profundamente la gente que escribe libros malos, porque no hay ninguna necesidad. Abultan, cogen polvo y se utilizan árboles del Brasil para imprimirlos. Y luego, lectores inocentes como yo, los compran porque tienen un título interesante y quedan decepcionadísimos.
Claro, también es culpa mía, porque además de escogerlos por el título y leer la sinopsis, a veces me dejo llevar por el comentario del Times de South Hampton ha dicho: "Lo mejor que ha parido madre desde la sangrienta serie para adolescentes de Fulanita Menganez!" Y no es que me crea el comentario: más bien me compro el libro para poder tener razón al llevarle la contraria: pues menudo bodrio y menudo criticucho debe tener ese periódico. Claro, nunca lo sabrán, porque no tengo tiempo de escribir a los periódicos a llamartes idiotas a todos muy educadamente. Y desde luego razones no me faltarían, porque se publica cada noticia...
Pero no me quería meter con los periódicos, sino con los libros, y en particular con las editoriales.
Hace poco leí una entrevista donde un falsario de un editor decía que los libros en red no acabarán con los libros en papel (en eso estoy de acuerdo, porque al que de verdad le gusta leer, le gusta oler el libro y tocar el papel), y que (aquí comenzamos a disentir) el problema de la publicación por internet es que la editorial pierde su rol, y que el papel de filtro de las editoriales no lo suple nadie y es importantísimo.
Vistas las mierdas que se publican, no sé a qué papel de filtro se refería este señor. A no ser que filtro sea publicar los libros que están de moda este año: ahora están de moda los libros sobre vampiros (otra vez), seguimos con las improbables conspiraciones de tipo histórico con títulos que ya rozan la estupidez más absoluta (estoy esperando El secreto Inca de los Rolling Stones), y todo tipo de disgresiones más o menos obsesivas (o conspiranoides) sobre la crisis mundial y su relación con el fin del mundo. Más los sempiternos libros de jardinería y cocina que tanto nos ayudan en la decoración de un hogar.
Las editoriales filtran igual que filtran las casas de discos, pero para mal. Hay, que haberlas haylas, editoriales serias que todavía son fieles al lector inteligente, pero las pobres irán desapareciendo, porque su público es cada vez más reducido (gracias a la ESO). Así, tenemos el Código da Vinci, que es a la literatura como Bisbal (o cualquiera de sus mucho menos célebres colegas de concurseo) a la música.
Todo ello, por no ponerme, en el colmo de la redichez, a citar innumerables ejemplos de libros que nadie quería publicar en su día.
Eliminamos el papel de filtro de las editoriales, y que nos queda: que va uno a la librería de turno y no encuentra más que bazofia a la moda seleccionada por algún señor en un despacho oscuro. El entrevistado en cuestión decía que el problema de la democracia de la publicación es que ahora también puede publicar Pili la del pueblo, que no tienen por qué ser buena. Claro, igual que Dan Brown no es bueno y aún así le publican. Ante el dilema, prefieron que me den a elegir entre Pili la del pueblo y Dan Brown, porque a lo mejor me gusta más lo malo conocido que lo malo extranjero.
Lo que no ven las editoriales, igual que no lo ven las casas de discos, pero que sí lo han visto las marcas de ropa (quizá porque la cosa fue más lenta) es que no se puede parar la descarga por internet y la publicación por internet, pero se pueden buscar nichos de mercado y ofrecer servicios de calidad. Porque yo, que soy una buena lectora, podré leer sin compromiso a Pili la del pueblo por internet, pero me compraré en libro lo que salga de uno de mis buenos autores preferidos, sin leer ninguna cita extraña del Times de South Hampton, porque sé que es bueno y será probablemente interesante (aunque a veces me equivoque). Es más, si la encuadernación es buena, a lo mejor hasta me lo compro en tapa dura. Y mientras tanto, en lo que va de aó me he comprado varios libros al tuntún, por comprobar, cosa que seguramente no repetiré; pero me he bajado muchísimos más de internet!
En conclusión: ojalá se escribieran los libros sólo los libros que alguien tiene necesidad de escribir y si la democracia literiaria lleva a que se publiquen bazofias, por lo menos que me las dejen elegir a mí!
Comentarios