Los duendes del aluminio de las ventanas
¿Por qué sigo pensando en tí, después de que cumplieras todas tus promesas? Si ya no te puedo acusar de nada, si mis males son todos culpa exclusivamente mía, ¿por qué sigues aquí conmigo, mientras intento odiarte y descubro que, simplemente, soy incapaz de hacerlo? Debería seguir y dejarte atrás. Pero siempre tengo miedo de cerrar los ojos y que estés allí, y de que las cosas que contaba tu voz, me rodeen, aún sabiendo que no son reales. ¿Tanto me marcaste que no soy capaz de perdonártelo? Pregunta tras pregunta, y todas se quedan flotando en el aire, sin respuesta. ¿Qué fue de lo que construiste para mí? ¿Dónde se fue? ¿Contigo? Estoy segura de que no me recuerdas, igual que yo ya no te recuerdo, pero sigo buscándote en cada mirada, en cada piel, en cada gesto, en todos los sitios donde sé que no estás, evitando deliberadamente encontrarte. Para no tener que decirme, mientras te miro a los ojos, que cumpliste tu parte del trato. Tal vez me equivoco, y todas aquellas palabras encantad...