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Y tocándole el trigémino al blog, me encuentro con varias entradas antiguas, que por alguna razón, están suspendidas en el limbo de los borradores. Para mí que en una de estas, se han despublicado... si es el caso, aquí están de nuevo. Si no, allá van, inéditas.

Esta debe ser de semana santa 2007... o cualquiera sabe!

Hace un año estaba en Budapest, en el primero de unos cuantos viajes iniciáticos que hice el año pasado... lo que han cambiado las cosas. Las perspectivas, la vida, todo... Hoy, enseñando fotos de mi querida Ciudad Eterna (que lejana me resulta ahora la vieja Europa, y que ajenos algunos conceptos que trato de explicar) me ha entrado un poco de morriña.
Bueno, seamos sinceros, ha sido una conjunción; tortilla de patatas, una cena improvisada, preguntas acerca del Viejo Mundo... Después de que la visita se haya marchado, me quedo aquí, mirando unas maravillosas gerberas que me he comprado esta tarde y escuchando a Debussy (¿se puede ser más cursi?) pensando que no se puede tener todo.
O mejor dicho, no se puede tener todo a la vez.
Tal vez sería demasiada felicidad al mismo tiempo.
Llamémosle hache, será mejor archivar las fotos del año pasado hasta nuevo aviso... so pena de ataque de melancolía grave.

Y las gerberas me dicen al oído que no procede, si estoy contenta aquí, y con mi trabajo, y con la gente... hagámosles caso, disfrutemos el presente, no sea que el año próximo esté echando de menos esto también.
Ah, la ignorancia da la felicidad...

Pido excusas, pero todo esto procede de una semana llena de emociones y actividad, en contraste con las vacaciones. Lo cual me recuerda que no he tenido ni un minuto para resumir el viaje a la costa caribe guatemalteca...
La consigna es relax, cinco días de relax.
No empezó bien, porque el miércoles logramos salir mucho más tarde de lo esperado y nos encontramos con un tremendo atasco... hasta las mil de la noche no llegamos hasta Río Dulce, donde una guiri mal informada pero con un chiringuito (dios mío, espero no acabar así cuando abra el mío) nos indicó un mal hotel para dormir. No malo en sí, sino por la tremenda discoteca que nos atronó con reggaeton y gritos inconexos de DJ toda la noche... a pesar de esa noche de terror y espanto, reunimos valor para seguir la aventura con la etapa final Belice, y nos embarcamos destino Livingstone, para hacer una noche allí y luego largarnos a los cayos de Belice, en la paz y soledad más absoluta

Así que mejor me giro, le hago caso al ruidito insistente que oigo detrás de mi y echo a la terraza ese bicho de un color verde imposible y de tamaño insolente que se está dando cabezazos contra la pared, bostezo por última vez, y con una punzada de nostalgia, me voy a dormir... espero soñar con las cosas bellas que echo de menos.
Aunque por la mañana me esperen otras distintas.
Es una condena a la infelicidad no estar nunca satisfecho con lo que se tiene.

Siempre que la nostalgia te empuja a mis sueños, apareces en esa forma imposible en la que nunca estuviste presente. Hoy hablando con una persona distinta, he recordado ese abrazo mágico que me diste una vez, aunque mi piel haya cambiado y aquel reloj de mi memoria ya no esté parado como entonces estaba, suspendido entre la realidad y la imaginación, aquel gesto sigue ardiendo en mi memoria. Lo hará siempre, una persona es los recuerdos que atesora, y los que olvida, aunque no lo sepa.
¿Me has olvidado?
Y pensar que jamás te lo preguntaré...

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