Tránsito con niebla en Estambul
Con el pensamiento embrollado y aturdido por la noche en blanco y la retirada en el buen momento de la fiesta, como cuando se retira uno de la mesa de la ruleta cuando va ganando. Porque hay veces que los recuerdos son mejores a medias. Y de fondo, la música del Señor de los Anillos silbada en plan casero. Tonadilla maldita que no me puedo quitar de la cabeza.
Siempre me ha molestado la tontería (y no digamos la gilipollez), pero esta semana he descubierto otra razón para preferir a las personas inteligentes. Y es que con las personas inteligentes la posibilidad de múltiples interpretaciones del discurso es mucho mayor; una simple frase puede (o no) tener todo un discurso detrás, un ideario y unas intenciones completamente distintas dependiendo de un matiz pequeño y sutil, oculto entre los pliegues aterciopelados de la conversación.
También he aprendido dos cosas muy importantes sobre mi trabajo/vida (porque hay quien trabaja para vivir y quien vive para trabajar, y cada vez me parece más que pertenezco a la segunda especie: si no, a qué esta santa manía de hacer las maletas a cada rato).
Primero, he encontrado la mitad que faltaba a mi teoría de que los que trabajamos en esto somos disfuncionales. Digamos, que sería la apostilla tajikistana de mi teoría de la disfuncionalidad. Entre los expats que uno encuentra en este mundillo, sólo hay dos clases: los que hablan cuatro idiomas comunes y dos otres nada comunes porque han pasado su vida viajando con sus padres diplomáticos o funcionarios internacionales y han tenido nanies filipinas, indonesias y demás exquisiteces (que no tienen ningún mérito: son disfuncionales de origen, si no conocen raíces!); y una segunda clase, los que hablamos cuatro idiomas, normales o nada normales pero que hemos crecido en un solo país, de familia monolingüe y a los que en casa se nos considera un bicho raro. Nosotros, sí somos disfuncionales; somos los globalizados por generación espotánea.
Tras esta aplicación, la formulación de la teoría quedaría algo así (todavía tengo que pulirla para hacer honor a mi subtítulo del blog):
El 99% de la población mundial quiere pasar su vida y morir donde ha nacido o lo más cerca posible. Hay mucha gente que incluso mata para lograrlo. En cambio, nosotros, nos alejamos voluntariamente de la familia, los amigos y todo contexto reconfortante y conocido, y pasamos nuestra vida dando tumbos por el planeta.
Entre nosotros, hay dos categorías; aquellos que son nómadas de origen, porque no han crecido atados a un lugar y aquellos que, aún habiendo crecido en un sólo lugar, hemos salido raros.
Me pregunto si también hay gente sedentaria por generación espontánea. Claro, con este tipo de vida que llevo, me resulta muy difícil comprobarlo...
Hay una segunda teoría en exploración, pero tengo que comprobarla: los nómadas por generación espontánea tendemos a ser gente mucho menos complicada; será que no hemos crecido entre las intrigas de palacio. Sin embargo, todo se pega menos la belleza.
La segunda cosa que he aprendido es que todos estos ejercicios de paciencia míos, de hecho, tienen un fin. Lo cierto es que lo intuía, o no los habría hecho, pero no me figuraba que alguien podría formularlo de una manera tan clara y distinta. Se es técnico hasta donde se puede; después no queda más remedio que ser político. Tanto si te gusta como si no; por tanto, no utilices todas tus balas técnicas contra los políticos porque no dará resultados: mejor, sé el agua. O sea, ejercita la paciencia.
Resumen de la semana:
- Terapias de grupo realizadas: dos
- Descubrimientos fenomenísticos de diversas nacionalidades: tres (y con dos de ellos, puedo comunicarme al menos en tres lenguas; somos una panda de bichos raros).
- Realidades de la vida aprendidas: dos
- Conversaciones extrañas mantenidas (con o sin vino): cuatro o cinco.
- Kilos de kachapuri consumidos: buffffff... alcanzado el límite, for sure!
Y mientras en mi cabeza sigue sonando una mezcla entre El Señor de los Anillos silbada bajo el viento y Un americano en París, noto como la música se va transformando en la cabalgata de las Walkirias; la niebla en Estambul no se ha levanatdo una pulgada y nos acaban de anunciar dos horas de retraso...
Argh. A veces, me gustaría tener una librería en el barrio, en vez de vivir con las maletas hechas yéndome a Georgia a preguntar a panaderos por la evolución del precio de la harina en los próximos seis meses.
Por cierto, que hace un año, también estaba en este aeropuerto, en parecidas circunstancias, pero sin niebla!
He aprendido unas cuantas cosas esta semana (cuántas serán útiles en el futuro es otro cantar), pero sobre todo, he aprendido esta nueva razón para apreciar a las personas inteligentes (aparte de las obvias)
Siempre me ha molestado la tontería (y no digamos la gilipollez), pero esta semana he descubierto otra razón para preferir a las personas inteligentes. Y es que con las personas inteligentes la posibilidad de múltiples interpretaciones del discurso es mucho mayor; una simple frase puede (o no) tener todo un discurso detrás, un ideario y unas intenciones completamente distintas dependiendo de un matiz pequeño y sutil, oculto entre los pliegues aterciopelados de la conversación.
También he aprendido dos cosas muy importantes sobre mi trabajo/vida (porque hay quien trabaja para vivir y quien vive para trabajar, y cada vez me parece más que pertenezco a la segunda especie: si no, a qué esta santa manía de hacer las maletas a cada rato).
Primero, he encontrado la mitad que faltaba a mi teoría de que los que trabajamos en esto somos disfuncionales. Digamos, que sería la apostilla tajikistana de mi teoría de la disfuncionalidad. Entre los expats que uno encuentra en este mundillo, sólo hay dos clases: los que hablan cuatro idiomas comunes y dos otres nada comunes porque han pasado su vida viajando con sus padres diplomáticos o funcionarios internacionales y han tenido nanies filipinas, indonesias y demás exquisiteces (que no tienen ningún mérito: son disfuncionales de origen, si no conocen raíces!); y una segunda clase, los que hablamos cuatro idiomas, normales o nada normales pero que hemos crecido en un solo país, de familia monolingüe y a los que en casa se nos considera un bicho raro. Nosotros, sí somos disfuncionales; somos los globalizados por generación espotánea.
Tras esta aplicación, la formulación de la teoría quedaría algo así (todavía tengo que pulirla para hacer honor a mi subtítulo del blog):
El 99% de la población mundial quiere pasar su vida y morir donde ha nacido o lo más cerca posible. Hay mucha gente que incluso mata para lograrlo. En cambio, nosotros, nos alejamos voluntariamente de la familia, los amigos y todo contexto reconfortante y conocido, y pasamos nuestra vida dando tumbos por el planeta.
Entre nosotros, hay dos categorías; aquellos que son nómadas de origen, porque no han crecido atados a un lugar y aquellos que, aún habiendo crecido en un sólo lugar, hemos salido raros.
Me pregunto si también hay gente sedentaria por generación espontánea. Claro, con este tipo de vida que llevo, me resulta muy difícil comprobarlo...
Hay una segunda teoría en exploración, pero tengo que comprobarla: los nómadas por generación espontánea tendemos a ser gente mucho menos complicada; será que no hemos crecido entre las intrigas de palacio. Sin embargo, todo se pega menos la belleza.
La segunda cosa que he aprendido es que todos estos ejercicios de paciencia míos, de hecho, tienen un fin. Lo cierto es que lo intuía, o no los habría hecho, pero no me figuraba que alguien podría formularlo de una manera tan clara y distinta. Se es técnico hasta donde se puede; después no queda más remedio que ser político. Tanto si te gusta como si no; por tanto, no utilices todas tus balas técnicas contra los políticos porque no dará resultados: mejor, sé el agua. O sea, ejercita la paciencia.
Resumen de la semana:
- Terapias de grupo realizadas: dos
- Descubrimientos fenomenísticos de diversas nacionalidades: tres (y con dos de ellos, puedo comunicarme al menos en tres lenguas; somos una panda de bichos raros).
- Realidades de la vida aprendidas: dos
- Conversaciones extrañas mantenidas (con o sin vino): cuatro o cinco.
- Kilos de kachapuri consumidos: buffffff... alcanzado el límite, for sure!
Y mientras en mi cabeza sigue sonando una mezcla entre El Señor de los Anillos silbada bajo el viento y Un americano en París, noto como la música se va transformando en la cabalgata de las Walkirias; la niebla en Estambul no se ha levanatdo una pulgada y nos acaban de anunciar dos horas de retraso...
Argh. A veces, me gustaría tener una librería en el barrio, en vez de vivir con las maletas hechas yéndome a Georgia a preguntar a panaderos por la evolución del precio de la harina en los próximos seis meses.
Por cierto, que hace un año, también estaba en este aeropuerto, en parecidas circunstancias, pero sin niebla!
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