Ballenas


Lo recuerdo bastante claramente, aunque no se en qué momento ocurrió. Me imagino que no soy la única persona a la que le ha pasado, pero sí se que para mí marcó un antes y un después. Y si a esto aplicamos mi teoría de que las personas no cambian, sino que sólo se vuelven más como son, podemos deducir que desde mi más tierna infancia doy señales de que acabaré siendo una cínica terrible. Si es que no lo soy ya, hecho el cual que no me impide dormir por la noche (al revés que los camiones de basura o lo que sea que pasan por al lado de casa a las seis de la mañana).
El caso es que cuando uno es pequeño, se imagina las ballenas como unos seres azules, con la cabeza redonda, con los ojos sonrientes y la boca enorme, pero sin dientes, porque no comen más que plancton (y a Pinocho se lo tragaron sin querer, y a Jonás por orden divina), que son uans gambas pequeñitas que flotan en el mar y toman el sol todo el día (esto último es cosecha mía, creo). Yo incluso tenía una plantilla con animales marinos, que vino con los yogures (junto con otras cuantas, imagino igualmente falaces, como se verá en breve) y que me servía para dibujar animalillos por todas partes, aunque no recuerdo haberlo hecho con frecuencia. Pero recuerdo la forma de la ballena troquelada en el plástico azul, que incluso tenía su pequeño surtidor de agua en forma de gotitas que salpican encima de la cabeza. Algo así:
Eso, se lo imagina uno mientras la vida es simple y bonita. Después, descubre uno que en realidad una ballena es un bicho bastante más feo. De hecho, y por muy entrañable que sea (todos los animales que no tienen tendencias homicidas tienden a ser simpáticos, e incluso algunos que sí las tienen), es probablemente uno de los animales más feos que he visto. Enormes, con una cabeza (seamos sinceros) extraña y llena de moluscos pegados, nada de ese azul brillante de los dibujos; los ojos diminutos y un respiradero que salpica sin gracia. Eso no le da derecho a los japoneses y a los noruegos a cazarlas sin control, pero digamos que es una de los mayores chascos que me he llevado nunca. Las ballenas son feas, es la cruda realidad.
Llega un momento en el que uno acepta estas cosas con naturalidad (no todos, hay quien se droga para no ver la realidad), pero la primera vez duele.
Hoy, le estaba explicando al Simpa la realidad de la vida con el ejemplo de las ballenas y, mirándome con esos ojos castaños suyos llenos de seriedad, me ha respondido: bueno, pero dejame seguir un ratito viendo a las ballenas bonitas....
En verdad que la vida sería más fácil si uno pudiera elegir a veces seguir viendo a las ballenas bonitas. Es una pena que los demás se empeñen en fastidiarla... y que lo consigan.
PS: Mis disculpas a los naturalistas que se hayan podido sentir ofendidos por mi punto de vista, no les deseo ningún mal a las ballenas, que me son por lo demás muy simpáticas. No hay que ser guapo para ser simpático!

Comentarios

S ha dicho que…
¿¿Bonitas??
Yo creo que me desengañé el día que tu hermano se puso a describir esas cosas que tienen así como pegadas.... jajajajajajajajaja

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