Alma de bolero en las minas de Moria


Vuelta completa de las vacaciones... con otras vacaciones.

Volví de la piel de toro (más delgada, más alta, más guapa y más relajada de lo que nunca se me ha conocido en Guatemala, a decir de las gentes, cualquiera sabe si es verdad o lo dicen sólo por molestar) y me enteré de que el viernes 29 nos era concedido como festivo por las graciosas Naciones Unidas, porque por aquellos asuntos internacionales de las festividades multiculturales, podíamos elegir entre el políticamente correcto Año Nuevo Maya, o el políticamente incorrecto Día del Ejército... obviamente, elegimos el segundo, no se sabe muy bien por qué razones... pero como la fiesta en cuestión caía en un sábado, pues la hemos trasladado al viernes, en el sumun de la lógica... en conclusión, me encontré con que el 29 era festivo sólo para el sistema (y para los bancos, que también han hecho fiesta hoy, por fastidiar).
Y me dije.... un puente!!! Hay que irse a alguna parte!!!
Así que acabé metida en la selva (en la selva, en la selva), después de un viaje de más de ocho horas, pérdidas incluidas (pérdidas en medio de la selva, claro, porque si no, qué maldita gracia tienen)... con el improbable objetivo de hacer un poco de espeleología por unas cuevas calcáreas llenas de vantanas naturales.
Todo iba prosaicamente bien hasta que llegamos al resort, y comenzó a maravillarme la capacidad de autoengaño de los seres humanos. Allí, en medio de la selva (la selva de la de Tarzán, pero sin Cheetah, y con jaguares en vez de tigres), un francés equívoco llegó y montó un chiringuito con ansias de hotel de cinco estrellas... un oasis de civilización en medio de la vegetación indómita. Cuando el francés se haya cansado de litigar con las comunidades indígenas de alrededor, y de espantar arañas como centollos cada vez que vaya a hacer pis, las lianas y las ikebanas volverán a comerse todo, y será como si nunca hubiera habido allí ningún oasis de civilización.
Nuestro bungalow tenía incluso un saloncito acogedor, con lámparas de bambú gigante (o es el oso panda el que es gigante?) y sofás bien cómodos... me pregunto cuántos centollos de esos le han echado el ojo a los sofás como lugares donde pasar la noche.
Ha sido un fin de semana distinto. una cierta oportunidad de meditar en un momento en el que necesitaba meditar sin tener que llegar a ninguna conclusión especial (de hecho no he llegado a ninguna nueva filosofía de vida), con una buena oportunidad de hacer fotos a pesar de mi ojo derecho fotosensible y molestón, y con una estupenda oportunidad de ponerme en contacto con una naturaleza que parece real sólo cuando uno ve películas.

¿Que qué tal eran las cuevas? Espectaculares, como todas esas veces que la naturaleza se entretiene miles de millones de años en hacer filigranas. Y pensar que tocar una gotita de esas que caen fastidia el trabajo de tanto tiempo al cambiar la acidez del agua... los seres humanos no hacemos más que molestar en este planeta. Las cuevas y su río Escondido, que me hicieron recordar por partes a Viaje al Centro de la tierra (eso, a pesar de lo gordo que me ha caído siempre Julio Verne), y a mis queridas Minas de Moria, en las que tanto miedo pasé cuando aprendía lo que era la lectura implicada de verdad...

El viaje de regreso demostró la verdadera naturaleza de este viaje de fin de semana, que eran sus fines terapéuticos. Para volver a dormir a todos los dragones que se habían despertado en las vacaciones, para volver a calmar las aguas revueltas y para devolver a mi alma un poco del equilibrio que en realidad, nunca tiene durante mucho tiempo. Dormir sin soñar, dormir durante días y años enteros, dormir bajo la luz del sol y bajo la luz de la luna, en un sueño tranquilo y reparador.
Cuando llegué a Guatemala, me encontré con que todo el mundo había decidido, por alguna extraña razón, escribirme a mi móvil español (que aquí nunca llevo encima)...
Hoy, después de que mi día haya sido parecido a otros varios millones de lunes, y a la vez haya sido singularmente diferente, he terminado de volver, volviendo a ir a clase de danza del vientre. Han aprendido muchos pasos mientras yo no estaba... tendré que esforzarme... pero eso, será otro día. Hoy os dejo con un bolero, que en este viaje he oído muchos (algunos de verdad y otros sólo en mi cabeza).

No sé por qué te quiero
será que tengo alma de bolero
tú siempre buscas lo que no tengo
te busco en todos y no te encuentro
digo tu nombre cuando no debo.

No sé por qué te quiero
si voy a tientas tú vas sin freno
te me apareces en los espejos
como una sombra de cuerpo entero,
yo me pellizco y no me lo creo.

Si no me hicieran falta tus besos
me tratarías mejor que a un perro
piensa que es libre porque anda suelto
mientras arrastras la soga al cuello.

Querer como te quiero
no va a caber en ningún bolero
te me desbordas dentro del pecho
me robas tantas horas de sueño
me miento tanto que me lo creo.

Si no me hicieran falta tus besos...

Querer como te quiero
no tiene nombre ni documentos
no tiene madre no tiene precio
soy hoja seca que arrastra el tiempo
medio feliz en medio del cielo.

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