El lago Atitlán
Primer fin de semana guatemalteco.
El sábado por la mañana, más o menos a la hora que habíamos planeado (niente male, para ser siete cada uno de su padre y su madre y viviendo en lugares distintos e Guate), salimos hacia el lago. El viaje lo hicimos (después de un trabajo de logística importante) en una camioneta que ha visto a John Travolta de joven, y cuya historia para nosotros comienza en el momento que su dueña la compra a unos israelíes que la habían traído desde Canadá, comprada ya de segunda mano (o de novena o décima). El caso es que la monstruoneta es cómoda, tiene asientos como de business class (ahora lo sé), pero viejitos, persianas, con aire de caravana venida a menos. Más hippie no se puede, vaya.
Están haciendo obras en la carretera (no se sabe muy bien hasta cuándo) y había un poco de atasco, pero no mucho, así que llegamos a la hora prevista. Curioso, porque aquí no hablan de distancias cuando preguntas dónde está algún sitio, te dicen cuanto se tarda en llegar...
Después de ver la espectacular vista del lago al bajar, llegamos a Panajachel, que es un lugar así como turístico y de playa (no me extraña, dado el tamaño del lago), lleno de puestecitos de artesanía (tentación! vade retro!), y nos fuimos a un hotel mono casi al borde del agua. Me resulta difícil pensar que casi casi es verano en enero...
Alquilamos una lancha todo el día y recorrimos el lago.
Las principales poblaciones alrededor del lago tienen el nombre de los apóstoles, y los tremendos volcanes son como una amenaza latente en el paisaje. Enormes, impresionantes. El lago está formado en el cráter de una explosión antigua (antiquísima) y es azul oscuro oscuro, como si ocultara muchas cosas en el fondo.
Paramos a pasear, a comer y a visitar a Maximón, un dios mezcla de uno maya y de San Simón, que viene a ser una extraña estatua de madera clarita envuelto en montones de prendas de ropa y cuyas ofertas principales consisten en puros y demás tabaco y toda clase de alcohol. Todo ello aderezado de la entrañable música navideña de unas luces que se encendían y apagaban, iluminando lo que al principio nos pareció un cadáver y luego nos dijeron que era una representación de Santa Cruz.
Reid reid, pero daba yuyu, el asunto aquel. Ni siquiera hice fotos... (por cierto, que las demás de la excursión las podeis ver aquí).
Después de todo el día al sol, estábamos cansadísimos, así que la salida nocturna y el desmadre previstos (andare a ballare), se quedó en una cena a ritmo de salsa en directo (sólo una persona en este mundo sabe lo que yo sufrí esa noche!) y a arrastre temprano a la cama.
A la mañana siguiente, el día no estaba tan claro (hay mucha bruma por esas alturas), pero hacía bueno, así que dedicamos la mañana íntegramente al ejercicio de la vagancia en la piscina del hotel. Me parece increíble haber estrenado un bikini en enero. Pasamos varias veces por los puestos, pero es mejor que ejerza el autocontrol hasta que tenga una casa y sepa como van las pelas por aquí... además lo que más me gustaba eran los vestidines para niños, pero no sabemos si voy a ser tío o tía, porque la criatura se dedica a darnos la espalda...
Después de comer y de atormentar a las niñas americanas aceerca de la diversidad de Europa, nos separamos para la partida, y los integrantes de la caravana hippie localizamos el monstruomóvil y nos situamos.
Lo que no sabíamos es que la maldición de Maximón nos perseguiría hasta que saliéramos del lago... justo antes de comer, habíamos descubierto que los dos montenegrinos no habían logrado arrancar su furgón, y se tenían que volver en bus a la ciudad. Nos dió pena no poder acogerles en la nuestra, pero no había más sitio. Todo fue bien hasta que llegamos a una Texaco, donde, misterio misterioso, se rompió la llave de arranque! O sea, se partió por la mitad, una mitad se quedó en el llavero y la otra se cayó al suelo...
La furgo es automática, no se puede separar del surtidor. Comienza el show.
Tras media hora de "ahorita llega", llega de verdad el cerrajero, que se vuelve a su taller a hacer una copia de las dos medias llaves (que hemos tardado media hora en encontrar, porque no estaba dentro en contra de la opinión popular!). Cuando la trae, la llave no es igual, pero probamos durante quince minutos. Obviamente, no arranca. Entramos en bucle, y el cerrajero trae otra llave (mas "ahoritas"). Hemos perdido el último bus y si se hacen las seis no podremos salir...
Decidimos que ya basta de probar llaves y nos informan de que para hacer una más exacta (más? una que se parezca!), hay que desmontar el volante. Tiene que hacerlo un mecánico. No hay mecánicos en domingo...
Al final, vinimos en taxi hasta Guate, con un taxista llamado Ronaldo (y curiosamente, del Barcelona) y cantando canciones (muy mal) internacionales. Yo diría que hay que ir a un karaoke.
Conclusión resumen del fin de semana:
- La naturaleza exuberante hace de Guatemala un país cautivador (y esta frase no está copiada de ninguna guía).
- Además Guatemala tiene un alto potencial surrealista, me gusta.
- El viernes por la tarde encontré un piso estupendo, compartido con una niña ICEX, con gimnasio y piscina (el piso, no ella), y me mudo el próximo viernes. Así que ya tengo una pared donde colgar mi calendario, pero eso es otra historia...
El sábado por la mañana, más o menos a la hora que habíamos planeado (niente male, para ser siete cada uno de su padre y su madre y viviendo en lugares distintos e Guate), salimos hacia el lago. El viaje lo hicimos (después de un trabajo de logística importante) en una camioneta que ha visto a John Travolta de joven, y cuya historia para nosotros comienza en el momento que su dueña la compra a unos israelíes que la habían traído desde Canadá, comprada ya de segunda mano (o de novena o décima). El caso es que la monstruoneta es cómoda, tiene asientos como de business class (ahora lo sé), pero viejitos, persianas, con aire de caravana venida a menos. Más hippie no se puede, vaya.
Están haciendo obras en la carretera (no se sabe muy bien hasta cuándo) y había un poco de atasco, pero no mucho, así que llegamos a la hora prevista. Curioso, porque aquí no hablan de distancias cuando preguntas dónde está algún sitio, te dicen cuanto se tarda en llegar...
Después de ver la espectacular vista del lago al bajar, llegamos a Panajachel, que es un lugar así como turístico y de playa (no me extraña, dado el tamaño del lago), lleno de puestecitos de artesanía (tentación! vade retro!), y nos fuimos a un hotel mono casi al borde del agua. Me resulta difícil pensar que casi casi es verano en enero...
Alquilamos una lancha todo el día y recorrimos el lago.
Las principales poblaciones alrededor del lago tienen el nombre de los apóstoles, y los tremendos volcanes son como una amenaza latente en el paisaje. Enormes, impresionantes. El lago está formado en el cráter de una explosión antigua (antiquísima) y es azul oscuro oscuro, como si ocultara muchas cosas en el fondo.
Paramos a pasear, a comer y a visitar a Maximón, un dios mezcla de uno maya y de San Simón, que viene a ser una extraña estatua de madera clarita envuelto en montones de prendas de ropa y cuyas ofertas principales consisten en puros y demás tabaco y toda clase de alcohol. Todo ello aderezado de la entrañable música navideña de unas luces que se encendían y apagaban, iluminando lo que al principio nos pareció un cadáver y luego nos dijeron que era una representación de Santa Cruz.
Reid reid, pero daba yuyu, el asunto aquel. Ni siquiera hice fotos... (por cierto, que las demás de la excursión las podeis ver aquí).
Después de todo el día al sol, estábamos cansadísimos, así que la salida nocturna y el desmadre previstos (andare a ballare), se quedó en una cena a ritmo de salsa en directo (sólo una persona en este mundo sabe lo que yo sufrí esa noche!) y a arrastre temprano a la cama.
A la mañana siguiente, el día no estaba tan claro (hay mucha bruma por esas alturas), pero hacía bueno, así que dedicamos la mañana íntegramente al ejercicio de la vagancia en la piscina del hotel. Me parece increíble haber estrenado un bikini en enero. Pasamos varias veces por los puestos, pero es mejor que ejerza el autocontrol hasta que tenga una casa y sepa como van las pelas por aquí... además lo que más me gustaba eran los vestidines para niños, pero no sabemos si voy a ser tío o tía, porque la criatura se dedica a darnos la espalda...
Después de comer y de atormentar a las niñas americanas aceerca de la diversidad de Europa, nos separamos para la partida, y los integrantes de la caravana hippie localizamos el monstruomóvil y nos situamos.
Lo que no sabíamos es que la maldición de Maximón nos perseguiría hasta que saliéramos del lago... justo antes de comer, habíamos descubierto que los dos montenegrinos no habían logrado arrancar su furgón, y se tenían que volver en bus a la ciudad. Nos dió pena no poder acogerles en la nuestra, pero no había más sitio. Todo fue bien hasta que llegamos a una Texaco, donde, misterio misterioso, se rompió la llave de arranque! O sea, se partió por la mitad, una mitad se quedó en el llavero y la otra se cayó al suelo...
La furgo es automática, no se puede separar del surtidor. Comienza el show.
Tras media hora de "ahorita llega", llega de verdad el cerrajero, que se vuelve a su taller a hacer una copia de las dos medias llaves (que hemos tardado media hora en encontrar, porque no estaba dentro en contra de la opinión popular!). Cuando la trae, la llave no es igual, pero probamos durante quince minutos. Obviamente, no arranca. Entramos en bucle, y el cerrajero trae otra llave (mas "ahoritas"). Hemos perdido el último bus y si se hacen las seis no podremos salir...
Decidimos que ya basta de probar llaves y nos informan de que para hacer una más exacta (más? una que se parezca!), hay que desmontar el volante. Tiene que hacerlo un mecánico. No hay mecánicos en domingo...
Al final, vinimos en taxi hasta Guate, con un taxista llamado Ronaldo (y curiosamente, del Barcelona) y cantando canciones (muy mal) internacionales. Yo diría que hay que ir a un karaoke.
Conclusión resumen del fin de semana:
- La naturaleza exuberante hace de Guatemala un país cautivador (y esta frase no está copiada de ninguna guía).
- Además Guatemala tiene un alto potencial surrealista, me gusta.
- El viernes por la tarde encontré un piso estupendo, compartido con una niña ICEX, con gimnasio y piscina (el piso, no ella), y me mudo el próximo viernes. Así que ya tengo una pared donde colgar mi calendario, pero eso es otra historia...
Comentarios
Besitos frescos desde Boadilla "del Norte", donde Krauss descansa en paz.
S.
Vivo aventuras surrealistas sólo para que os riáis... en realidad, desde que llegué no he salido de casa, jeje.
MMB
mil besos desde........
de la droguera menor del reino.(vamos, FUTURA) que gracia suena a reina.