Camino a Roma
Parece que la primavera está por fin dando señales de estar inspeccionando el terreno para venir, espero que ponga fin a este largo, larguísimo invierno (aunque sospecho que va a hacer falta algo más que la primavera para sacarme de este estado). Me la imagino tanteando con la punta de los pies el suelo frío, resbaladizo y lleno de baches de esta caótica ciudad... Y me dan ganas de quedarme, a pesar del hambre que hace a las tres de la tarde, mirando como asoma un rayito de sol entre los nubarrones de todas las gamas de azul y gris, mientras pasa un tranvia por la calle, haciendo un ruido imposible que suena a antiguo, a tiempos mejores y a motorini despreocupados dando vueltas al Coliseo.
Roma es una ciudad particular (¿y cuál no?), en la que es imposible llegar a ningún sitio cuando y como lo habías planeado, pero que enamora aún sin quererlo. A decir verdad, yo me enamoré de ella a primera vista y sin oponer resistencia, porque nunca me preocupó excesivamente (ahora es cuando me doy cuenta) llegar a ninguna parte, sino disfrutar el camino.
Camino, que últimamente es mi sino llamarme así, porque se me ocurrió (un momento de genialidad de esos míos, hay quien lo llama desparpajo y hay quien lo llama espontaneidad, yo lo llamo tener la boca grande) contarles a mis compañeros en el foro que me iba a llamar así, pero mis padres tuvieron el buen sentido de comprobar cómo quedaba con los apellidos, y hay cosas que no pueden ser, y además, son imposibles. Como se lo conté y les hizo gracia, así me quedo. No me puedo quejar, porque oficiosamente, me gusta.
Me siento feliz, además de la intuición de la primavera, esta está siendo una semana de buenas noticias, tanto para variar de las semanas de stress que se extendían delante de mis ojos. Hay historias que se están solucionando para bien, algunas que se están sólo solucionando, y otras en las que, con mucha voluntad, se ve una luz pequeñita al final del túnel.
Entre las mejores noticias, el nacimiento de un niño (del que espero fotos, que me consta que ya hay un montón), que ha costado sangre, sudor, lágrimas y mucha paciencia. La enhorabuena cibernética a mi tío preferido, que me imagino la cara de tontorrón que pone cuando mira a esa cosita arrugada y rosa. ¿Se establecerán apuestas a ver a quién se parece?
La otra buena noticia es que dentro de poco podremos disfrutar de La Voz, que ya es doblador del todo, deesosqueganasmásquetúyyojuntos, porque es difícil, pero al final, se consigue. Porque los sueños no son solo sueños y cuando se intentan, a veces se hacen realidad. Espero que sepa (sí que lo sabe, sí) que daría cualquier cosa por oírle en un cine, porque nunca se me olvidará el día que hoy esa voz por primera vez.
Y una tercera buena noticia (tres hermanos, tres secretos, tres pruebas, como en los cuentos) se refiere a la vida social romana, que estoy logrando reactivar... hasta ahora estaba en un impasse de espera debido a la conjunción de mala suerte, mal tiempo, dejadez y capacidad de los españoles para diluirse con el ambiente en Italia. Pero ya he(mos) conocido a gente y hecho amigos. ¡Ya era hora!
Esta semana espero visita de nuevo; bueno, de hecho, mañana vienen parte de la UAP (te vamos a echar de menos y lo sabes) y compañía, con los exámenes recién terminados y más noticias calentitas que contar.
Y además viene una marabunta de becarios procedentes de Budapest (en realidad, tienen que aclararnos ese extremo, porque sabemos que en Budapest no hay tanta gente, por favor!), de los cuales en casa se quedan sólo dos (la hospitalidad tiene un límite, sobre todo físico, porque es que vienen como trece personas!!).
Y además, viene un pobre becario de segunda fase al que realojan desde Viena porque la ONU cierra las instalaciones en las que estaban trabajando, y se las lleva a Copenhague. Y os preguntareis, ¿y qué hace en Roma? Pues que en vez de irse a Copenhague, que le han dicho que la Sirenita no da más de sí y es muy sosa, prefiere venirse a la FAO. (Cruzad los dedos, mis posibilidades aumentan... espero).
Y además... no. Ya no viene nadie más... supongo. Aunque igual...
Ahora que la semana próxima sí... Toda la vida quise yo trabajar en un hotel y creo que lo voy a conseguir, porque el dominio que estoy adquiriendo en la gestión de las plazas en las camas, no se lo salta un gitano.
La noticia del día es que hoy no he ido a un casting. Iba a ir, de verdad, he llegado hasta la puerta del sitio donde lo hacían... y luego, me he vuelto tranquilamente a casa (tan tranquilamente porque luego me he tenido que ir corriendo al gimnasio). Buscaban chicas españolas, con pinta de españolas, para un anuncio que tiene algo que ver con Formula 1. Pagaban bien. Dudo que me hubieran cogido; ni siquiera respondo al estereotipo de española que tienen los italianos (que viene a ser el que nosotros tenemos de las italianos, morenos y bajitos; y de los griegos, y de los portugueses... y que todos negamos fervientemente ¿dónde están los verdaderos morenos del mediterráneo? ¿Es que ser moreno es una plaga?). Pero lo que me ha dado pereza ha sido entrar y tener que hacer lo que fuera que había que hacer... al principio, he pensado en las chicas guapísimas que seguramente habría dentro, pero ni siquiera eso me ha importado... he pensado que, verdaderamente, no tengo nada que ver con ese mundillo y no me apetecía poner los pies en él. No me apetecía fingir, ni siquiera por un ratito, ni preocuparme de la apariencia... Creo que lo que me ha echado atrás ha sido la palabra estereotipo.
No quiero parecerme a la idea de una española que tienen esas personas que se dedican a hacer publicidad.
El único fingir esta semana va a ser el disfraz de carnaval... ya dejaré que adivineis que es cuando cuelgue las fotos...
Y, oh tranquilidad, mis planes para el futuro inmediato son llamar para reservar los diversos coches de ida y de vuelta al aeropuerto, echar de una santa vez el manojo de cartas que llevo en el bolso (no solo la tuya, farmacéutica, ni la tuya, ingeniera) y acabar un informe de coyuntura antes de que él acabe con mi vida.
Ahora, cuando parece que los hilos de angustia que corrían por debajo de la realidad se han diludio (o se han cambiado por otros menos inminentes), me acuerdo de aquella frase que me dijo una vez mi compañera de Erasmus, la Monísima, cuando me dijo que la vida era perfecta cuando la única preocupación en el horizonte era pensar en qué ropa ponerse. Y también me acuerdo de la frase que me dijo mi otra compañera de Eramus, mi rumanilla cara, cuando me dijo que, en realidad, no hace falta tanto para vivir a gusto.
Por cierto, cada vez creo más en aquello que decían en la película Seis Grados de Separación (que está bajadita por medios altamente irregulares y esperando a que yo la vea, pero que no me dejan ver), que es una teoría que dice que podemos conocer a todo el mundo del planeta a través de seis personas (lo difícil es encontrarlas...). En realidad nos movemos en círculos pequeños. Todo esto, porque en un reenviado de mi hermano, el inefable Goose, aparecía el nombre de una compañera del colegio; inequívoco, sólo podía ser ella, y se alegró mucho de la casualidad. Me pregunto si sigue siendo tan timidina como era, porque le escribí un email, pero las personas por email no suenan igual que cara a cara.
Roma es una ciudad particular (¿y cuál no?), en la que es imposible llegar a ningún sitio cuando y como lo habías planeado, pero que enamora aún sin quererlo. A decir verdad, yo me enamoré de ella a primera vista y sin oponer resistencia, porque nunca me preocupó excesivamente (ahora es cuando me doy cuenta) llegar a ninguna parte, sino disfrutar el camino.
Camino, que últimamente es mi sino llamarme así, porque se me ocurrió (un momento de genialidad de esos míos, hay quien lo llama desparpajo y hay quien lo llama espontaneidad, yo lo llamo tener la boca grande) contarles a mis compañeros en el foro que me iba a llamar así, pero mis padres tuvieron el buen sentido de comprobar cómo quedaba con los apellidos, y hay cosas que no pueden ser, y además, son imposibles. Como se lo conté y les hizo gracia, así me quedo. No me puedo quejar, porque oficiosamente, me gusta.
Me siento feliz, además de la intuición de la primavera, esta está siendo una semana de buenas noticias, tanto para variar de las semanas de stress que se extendían delante de mis ojos. Hay historias que se están solucionando para bien, algunas que se están sólo solucionando, y otras en las que, con mucha voluntad, se ve una luz pequeñita al final del túnel.
Entre las mejores noticias, el nacimiento de un niño (del que espero fotos, que me consta que ya hay un montón), que ha costado sangre, sudor, lágrimas y mucha paciencia. La enhorabuena cibernética a mi tío preferido, que me imagino la cara de tontorrón que pone cuando mira a esa cosita arrugada y rosa. ¿Se establecerán apuestas a ver a quién se parece?
La otra buena noticia es que dentro de poco podremos disfrutar de La Voz, que ya es doblador del todo, deesosqueganasmásquetúyyojuntos, porque es difícil, pero al final, se consigue. Porque los sueños no son solo sueños y cuando se intentan, a veces se hacen realidad. Espero que sepa (sí que lo sabe, sí) que daría cualquier cosa por oírle en un cine, porque nunca se me olvidará el día que hoy esa voz por primera vez.
Y una tercera buena noticia (tres hermanos, tres secretos, tres pruebas, como en los cuentos) se refiere a la vida social romana, que estoy logrando reactivar... hasta ahora estaba en un impasse de espera debido a la conjunción de mala suerte, mal tiempo, dejadez y capacidad de los españoles para diluirse con el ambiente en Italia. Pero ya he(mos) conocido a gente y hecho amigos. ¡Ya era hora!
Esta semana espero visita de nuevo; bueno, de hecho, mañana vienen parte de la UAP (te vamos a echar de menos y lo sabes) y compañía, con los exámenes recién terminados y más noticias calentitas que contar.
Y además viene una marabunta de becarios procedentes de Budapest (en realidad, tienen que aclararnos ese extremo, porque sabemos que en Budapest no hay tanta gente, por favor!), de los cuales en casa se quedan sólo dos (la hospitalidad tiene un límite, sobre todo físico, porque es que vienen como trece personas!!).
Y además, viene un pobre becario de segunda fase al que realojan desde Viena porque la ONU cierra las instalaciones en las que estaban trabajando, y se las lleva a Copenhague. Y os preguntareis, ¿y qué hace en Roma? Pues que en vez de irse a Copenhague, que le han dicho que la Sirenita no da más de sí y es muy sosa, prefiere venirse a la FAO. (Cruzad los dedos, mis posibilidades aumentan... espero).
Y además... no. Ya no viene nadie más... supongo. Aunque igual...
Ahora que la semana próxima sí... Toda la vida quise yo trabajar en un hotel y creo que lo voy a conseguir, porque el dominio que estoy adquiriendo en la gestión de las plazas en las camas, no se lo salta un gitano.
La noticia del día es que hoy no he ido a un casting. Iba a ir, de verdad, he llegado hasta la puerta del sitio donde lo hacían... y luego, me he vuelto tranquilamente a casa (tan tranquilamente porque luego me he tenido que ir corriendo al gimnasio). Buscaban chicas españolas, con pinta de españolas, para un anuncio que tiene algo que ver con Formula 1. Pagaban bien. Dudo que me hubieran cogido; ni siquiera respondo al estereotipo de española que tienen los italianos (que viene a ser el que nosotros tenemos de las italianos, morenos y bajitos; y de los griegos, y de los portugueses... y que todos negamos fervientemente ¿dónde están los verdaderos morenos del mediterráneo? ¿Es que ser moreno es una plaga?). Pero lo que me ha dado pereza ha sido entrar y tener que hacer lo que fuera que había que hacer... al principio, he pensado en las chicas guapísimas que seguramente habría dentro, pero ni siquiera eso me ha importado... he pensado que, verdaderamente, no tengo nada que ver con ese mundillo y no me apetecía poner los pies en él. No me apetecía fingir, ni siquiera por un ratito, ni preocuparme de la apariencia... Creo que lo que me ha echado atrás ha sido la palabra estereotipo.
No quiero parecerme a la idea de una española que tienen esas personas que se dedican a hacer publicidad.
El único fingir esta semana va a ser el disfraz de carnaval... ya dejaré que adivineis que es cuando cuelgue las fotos...
Y, oh tranquilidad, mis planes para el futuro inmediato son llamar para reservar los diversos coches de ida y de vuelta al aeropuerto, echar de una santa vez el manojo de cartas que llevo en el bolso (no solo la tuya, farmacéutica, ni la tuya, ingeniera) y acabar un informe de coyuntura antes de que él acabe con mi vida.
Ahora, cuando parece que los hilos de angustia que corrían por debajo de la realidad se han diludio (o se han cambiado por otros menos inminentes), me acuerdo de aquella frase que me dijo una vez mi compañera de Erasmus, la Monísima, cuando me dijo que la vida era perfecta cuando la única preocupación en el horizonte era pensar en qué ropa ponerse. Y también me acuerdo de la frase que me dijo mi otra compañera de Eramus, mi rumanilla cara, cuando me dijo que, en realidad, no hace falta tanto para vivir a gusto.
Por cierto, cada vez creo más en aquello que decían en la película Seis Grados de Separación (que está bajadita por medios altamente irregulares y esperando a que yo la vea, pero que no me dejan ver), que es una teoría que dice que podemos conocer a todo el mundo del planeta a través de seis personas (lo difícil es encontrarlas...). En realidad nos movemos en círculos pequeños. Todo esto, porque en un reenviado de mi hermano, el inefable Goose, aparecía el nombre de una compañera del colegio; inequívoco, sólo podía ser ella, y se alegró mucho de la casualidad. Me pregunto si sigue siendo tan timidina como era, porque le escribí un email, pero las personas por email no suenan igual que cara a cara.
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