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Días y días

A veces con el tiempo lo que aprendes es que todos los días pasan. Incluso a la misma velocidad, aunque a veces no lo parezca. Incluso aunque cuando estés dentro del momento, te parezca que se estira como un chicle y se espesa, como si se volviera mermelada.  Es un consuelo con los días malos: te puedes agarrar a que hoy también pasará, y mañana será otro día, y las cosas serán mejores, o peores, o iguales, pero yo tendré más energía, porque será mañana.    En los días buenos, es una especie de nostalgia antes de que se acaben, porque el día no se ha acabado y tú ya sabes que se está escapando entre tus dedos; cada minuto pasa con sus sesenta segundos, y ya no volverá más. Hay días que habría que poder embotellarlos, para poder abrir un poquito la botella en días malos, y volver a vivir aunque fuera un ratito. Días perfectos, en los que todo sale bien, en los que casi todo el mundo se comporta bien y las cosas salen como deben. Días redondos, que empiezan en paz y acaban en gloria. Día

Un día eres joven

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Un día eres joven, y otro... estás en esa edad en la que los amigos empiezan a casarse por segunda vez. Y vas a la boda y ya no das por sentado que las bodas se inventaron para emborracharse a cargo y a la salud de alguien más, porque si quieres hacer algo de tu vida el resto del fin de semana, es mejor no beber tanto. Además, ahora hay redes sociales, y no tiene gracia si alguien hace fotos infames y las publica... en fin.  [ Menos mal, menos mal que antes no había feisbuk ni nada de esto - hace poco he estado ordenando fotos antiguas, que no viejas, y sólo puedo decir "menos mal"].  Un día eres joven, y al otro... tienes dos becarias monismas que ponen mucho entusiasmo en el trabajo, y aunque a veces meten un poco la patilla, pues se lo perdonas porque son pequeñitas y tu a su edad también eras un poco membrilleras, y un día hacen todo bien, y las felicitas y te dicen: ¡somos tu  dream team ! y tú les respondes: si, sólo os faltan tres más, y ellas ponen cara de pan... y va

Dos películas y un abono

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Ir al cine es como abrir la puerta a otro mundo. Cuando yo era pequeña, era mucho más difícil (¡aunque ahora es mucho más caro!). Había que ir mucho antes a comprar la entrada, seleccionar bien la sesión, el cine... ahora hay infinitas menos salas, y en los últimos cinco años, creo que solo he visto la sala llena un par de veces (con estrenazos holywoodienses, una de James Bond y una de Marvel). Pero, curiosamente, no ha perdido nada de su magia. Se apagan las luces, y es como si uno se teletransportara a un lugar totalmente distinto, donde nos dejamos llevar por un contador@ de historias más o menos hábil, que nos sumerge en sus propios sueños.  Para aprovechar el amontonamiento de películas en estos tiempos post-pandemia (que no son post, pero bueno, yo ya estoy cansada), nos hemos hecho el abono fantástico que te da derecho a ir a todas las sesiones todos los días del año por un módico precio. Creo que en un mes ya hemos amortizado tres o cuatro. Esas son las ganas que tenemos de gr

Comienzos

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Empezar de cualquier manera, pero empezar. Por alguna parte, por donde venga bien, por lo que pase cerca. Ya pensaremos después si había algún sitio mejor para empezar, por si acaso hay una próxima vez. De momento, ya, moverse, porque no moverse es demasiado cansado y demasiado cansino - y yo nunca he sido de las que dejan las cosas pasar sin hacer nada… o si, pero ya me he cansado de hacerlo. Hago balance, pero no de año nuevo, sino de vida nueva. Peso cuidadosamente las cosas que yo antes hacía, que dejé de hacer y que podría volver a hacer (por ejemplo, “escribir”, un, dos, tres, responda otra vez). Peso las cosas que me parecían normales y que no lo son (por ejemplo, días de paz: de paz de la de no tener que ignorar llamadas, sino de las que sabes que no te van a llamar). Peso en un lado la culpabilidad, que aún no se pasa (son muchos años de hábito), y en el otro, el placer de no tener notificaciones constantes. Pero se pasará. Peso los “¿y si?” que empiezan a aparecer en el horiz

Un telecomando, un gps y el callejón de los gilipollas

Será que me está afectando más de lo que yo pensaba el momento revival en el que me he metido viendo la trilogía de Matrix (que casi no ha envejecido! Me decía el otro día el Arquitecto que sólo se notan los teléfonos... y ni tanto!). Ni nos hemos dado cuenta de lo dependientes que somos de la tecnología - y el año pasado, aún más. Corrección. Nos damos cuenta de vez en cuando, y se nos olvida rápidamente, imagino que porque nos hace sentir bastante vulnerables. Casi en plan la guerra contra las máquinas "ellos destruyeron los mares, nosotros el cielo".  Fkroun y yo llevábamos unos días sufriendo porque el telecomando de la tele hace cosas raras.  Empezó por un "¿por qué paras la serie?" Y un "yo no he parado nada, será el gato".  Luego siguió por un "¡Nooooo, en el momento más interesante!"... y ya llegamos al desesperante "es insufrible, no me entero de nada, me voy a... [dormir/comer/leer]".  Fkroun desmontó el mando para exorcizar l

La matanza de Texas en mi baño...

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Es lo que tiene vivir con un psicópata en casa. Que tarde o temprano, te la lía y te encuentras el baño lleno de rastros de sangre. Puaj... y ¿qué puedes hacer? Pues miras a ver si se puede limpiar, y le perdonas, porque no es culpa suya... al menos, no del todo. Pero empecemos desde el principio. El día prometía ser tranquilo cuando decidimos salir a comer. Era uno de esos domingos que se te van sin saber muy bien cómo, de esos que parece que las horas sólo duran tres cuartos, y hacía solito pero no calor, perfecto para dar una vuelta antes de ir al restaurante donde habíamos quedado con unos amigos. Así que Fkroun y yo salimos pronto y nos dimos el paseíto, y compramos unos cuantos libros y disfrutamos del aire dominguero. Luego comimos (almorzamos que le dicen aquí, que suena más exacto, que no más correcto) y echamos la sobremesa tranquilamente, ajenos al drama que se desarrollaba en casa. Tardamos unas tres horas y media en volver - hay que decir que, si no eficientemente, la mata

Mudanza #15

Esta es mi mudanza número quince. Seguro que hay quien piensa que llevo alguna más, pero las he contado con atención, y usando los dedos, que siempre es más seguro. Quince mudanzas. Uno habría pensado que he aprendido algo, pero no, las mudanzas no te enseñan nada, sólo estresan. Sí, uno tira cosas que no necesita. Pero en realidad eso sólo pasa la primera semana de embalaje - después pierda una el criterio y, o acaba tirando cosas que valen, o acaba guardándolo todo y diciendo "venga, para la número dieciséis". No, no pienso ver la serie de Marie Kondo. Sí, uno organiza... pero creo que eso sólo pasaba cuando las hacía yo sola. Una de las cosas más difíciles de vivir con alguien es no sólo dormir juntos (que siempre lo dice Filomenita), sino tener distintas formas de entender, y por tanto organizar el mundo. El Simpa es genial embalando - estamos pensando en un negocio alternativo de mudanzas llamado "Mudanzas delicadas" - pero es capaz de meter cualquier cosa